Por Lorena Loeza
En no pocas ocasiones, el terror es usado como una metáfora de cómo las personas resolvemos situaciones difíciles. A medio tramo entre la verdad y lo inexplicable, es la manera en que se construyen muchas de estas historias. “Lair” forma parte de la programación del Festival Macabro, que se lleva a cabo del 19 al 29 de agosto en la Cineteca Nacional y otras salas de la Ciudad de México.
Este parece ser el caso de “Lair” —aún sin título en español— cinta de la Gran Bretaña escrita y dirigida por Adam Ethan Crow, que pareciera de inicio, un relato cercano a esa otra premisa también muy usada por el cine de terror, en donde una persona escéptica finalmente es convencida de que el más allá y los demonios existen.
La cinta nos presenta en primer término a un conocido investigador de lo paranormal que se dedica a desmentir fraudes. Con ayuda de un asociado “crean” casos para después desmentirlos para el público.
Hasta aquí “Lair” no ofrece más novedad que la de saber como contarán una encrucijada que ya hemos visto (recuerdo por ejemplo, “El último exorcismo”, D. Stamm, 2010) y que han sido resueltas casi de la misma manera: convencer al no convencido de que el mal existe.
Pero quizás en esta ocasión, la persona escéptica no es uno de los personajes, sino el público que ve la cinta. Ethan Crow nos hace partícipes del plan, y aún intuyendo lo que va a pasar, logra que nuestra curiosidad y voyeurismo mantengan el interés.
La “trampa” queda puesta para que una madre recién divorciada, sus dos hijas y su nueva novia, lleguen a un departamento que ya tiene todo puesto, desde cámaras hasta objetos intrigantes, para convertirse en un escenario del horror.
Aquí tampoco la cosa resulta enteramente novedosa. En no pocas ocasiones los demonios externos son una proyección de los internos, que las personas cultivan y alimentan con sus propios temores, frustraciones, rabia y odio.
Un ambiente femenino, juguetes diabólicos, culpa y desasosiego son el caldo de cultivo para una buena historia de horror. Y en eso la cinta cumple: algunos sustos sorpresivos y una inesperada vuelta de tuerca, hace de la experiencia justo lo que el público esperaba: que lo asusten y lo sorprendan.
Al final –como suele suceder– no tenemos la respuesta clara acerca de si lo sobrenatural existe. Pero si entendemos que el misterio nos lleva a observar, al igual que el protagonista, esperando ver algo. Y eso le devuelve a la película el objetivo original que tiene desde su inicio y con el cual nos engancha de manera muy efectiva: hay que ver para creer ¿o no?