Por Ali López
¿Hace cuánto que un film mexicano de terror no causaba tanta expectativa? ¿Hace cuánto que una cinta independiente, mexicana, no abarrotaba las salas de cine donde se proyectaba? Hoy se ha logrado, “México Bárbaro” (México-2014) lo ha logrado.
Desde su estreno en SITGES 2014, la bola nieve (manchada de sangre, por supuesto) ha crecido y crecido. Agotada la función poblana en el Festival Mórbido 2014. Abarrotadas las 2 funciones en Cinepólis Diana en la versión chilanga de Feratum Film Fest. Ahora es Masacre en Xoco, uno de los festivales más importantes de nuestro país, en cuanto al cine de género refiere, que nos da la oportunidad de mirar en la Cineteca Nacional el mencionado filme.
“México Bárbaro” es el conjunto de ocho historias, ocho visiones, ocho maneras de ver a México, y lo que a su terror refiere. Hay aquí directores de largometraje consagrados como Ulises Guzmán o Jorge Michel Grau. A también conocidos, y reconocidos, creadores de cortometrajes como Lex Ortega. Así como “jóvenes promesas” del cine de terror nacional, Gigi Saul Guerrero e Isaac Ezban. La terna la complementan, Aarón Soto, Edgar Nito y Laurette Flores.
Antología más que largometraje; cercana a títulos recientes como la sagas V/H/S o “ABC’s of the Dead”. Cercana a la brevedad de la “Dimensión Desconocida”, a la variedad de las historias publicadas en el clásico cómic Creepy; y más cercana que nunca a la creciente horda de fans del horror nacionales, que han seguido cada paso de “México Bárbaro”. ¿Cuál será el resultado?
Es difícil entablar una visión global de todo el filme, pues sus componentes son autónomos, no hay, más que la nacionalidad, una línea que los una y que nos guíe. Un rompecabezas que debe analizarse primero por pieza, y después, en su conjunto.
“México Bárbaro” abre con el segmento de “Tzompantli” de Laurette Flores. Una especie de Entrevista con el Vampiro, pero región 4 y, además, pirata. Un periodista entrevista a un narcotraficante que decide contar los secretos detrás de las cabezas cercenadas.
“Tzompantli” peca de todo, hasta el cast está fuera de lugar. El arte, la dirección, la fotografía, la historia, todo es un error tras otro error; ni qué decir del sonido, que parece hacer homenaje al cine mexicano de los 70 y su falta de sincronía auditiva. “Tzompantli” termina sin haber empezado, y por suerte para todos, es el cortometraje de menor duración de los ocho.
Seguimos con “Jaral de Berrios” de Edar Nito, y la cosa parece mejorar. El segundo segmento retoma la leyendas tradicionales de las haciendas mexicanas; así como el cine de la Época de Oro, con sus tomas de cielos preciosistas, y acentos revolucionarios. Dos bandidos pretenden ocultarse en una hacienda abandonada, hacienda embrujada. La noche y sus misterios les hará darse cuenta de que tan mala resultó ese idea.
Aquí ya se ve una mejor manufactura, la fotografía y la puesta en escena mejoran, y presentan ya un trabajo profesional. Se explota al máximo el gótico mexicano, el cambio del castillo embrujado por la hacienda, y del vampiro arcano por la joven campirana. Una manera muy afable de manejar el tema vampírico, pero que no logra cuajar del todo. El cierre no es contundente, pues el manejo del misterio jamás funciona. El sexo vende, lo sabemos, pero alargar una historia tan simple con una relación sexual-sobrenatural, no ayuda ni a la compra ni a la venta. “Jaral de Berrios” es sólo una buena idea.
El tercero en turno es “Drena” de Aarón Soto; El peor segmento de los ocho. Una chica roba un cigarro a un cadáver, al fumarlo, desde el más allá le dan la misión de drenar la sangre menstrual de su hermana, si no quiere sufrir los estragos del infierno. Así de absurdo, así de simple, y así de malo. No es que la historia, por ridícula que parezca, tenga la culpa. La Troma Films o Something Weird Video, grandes productoras de cine psicotrónico, nos han entregado historias mucho menos verosímiles, hasta en el cine asiático y /o australiano encontramos muchos más, y absurdos, más ejemplos.
El problema con “Drena” es que aunque pretenda ser un cine de explotación (nada más cercano al sexplotation), se queda corto en lo que aspira. No es visualmente fuerte, ni en el sentido sexual, ni en el sentido gore; peca de casto, y pretende no serlo. Se contradice, no se atreve. Utiliza el intento de desnudo y el cuerpo femenino como tensión y clímax de su historia, pero lo hace de una manera tan tibia, que jamás logra lo que se propone.
Los chistes no funcionan, los clichés no se explotan; y todo terminan siendo un desperdicio de tiempo.
Llega la mitad del filme, y éste aún no explota, por fortuna llega Isaac Ezban y su segmento “La Cosa más Preciada”. Una pareja se aleja de la ciudad, se instala en una cabaña aislada, y se dispone a perder su virginidad; sin saber las atrocidades que les esperan. Evil Dead a la mexicana; el homenaje nacional a todos los films ochenteros de adolescentes, monstruos y lugares alejados, combinados con la tradición oral de éstas tierras.
Aquí el cliché funciona, se conoce y se explota. Ezban juega con la telenovela, con la idiosincrasia mexicana, y con el tono y actitud de chavito fresa. Aquí el gore se usa de manera precisa, el monstruo atrae a la vez que repele; es vulgar, corrosivo, simpático y terrorífico. “La Cosa más preciada” se autoproclama como el segmento de horrorcomedy de “México Bárbaro” y por eso funciona, porque hace lo que tiene que hacer.
Momentos hilarantes, situaciones ridículas, personajes pintorescos, nada que se le parezca. Lo mejor de toda la antología.
El quinto segmento pertenece al culpable de la reunión de los ochos autores, y de la realización de la cinta, Lex Ortega, que aquí nos presenta “Lo que importa es lo de Adentro”. Una historia urbana, cotidiana, entablada en Tlatelolco, referente citadino. Una historia que podría aparecer en el periódico Alarma! o cualquiera dedicado a la nota roja; historia realista, no menos terrorífica. Una familia disfuncional, con una madre poco democrática, un niño mimado, y una niña temerosa. El terror vive afuera, cerca, a la vista de todos; el coco que viene por los niños malos, está a la vista de todos.
Lex hace lo que mejor sabe hacer, entregarnos personajes urbanos, que todos vemos día con día, y dotarlos de ese terror extraordinario. La historia funciona por sí sola, se sostiene, se cimienta en personajes que son redondos y complejos; el problema es que ésta se alarga. Más que causar misterio, el corto desespera, pues el guion no tiene un giro contundente, todo es lo que se espera, sin sorpresas. Se utiliza el gore, el asco y la repulsión sólo como aspecto visual, pues no ayuda en algo a la narrativa.
Se comienza a ver una mejoría en la manufactura, tanto en el trabajo de Lex Ortega, como en la cinta misma.
Ya sobrepasamos la hora de duración, y aunque “México Bárbaro” comienza a tomar forma, aún no cuaja. Así llega una de las cartas más fuertes presentadas por la cinta, el segmento de Jorge Michel Grau, “Muñecas”. “Muñecas” utiliza la zona lacustre de Xochimilco como escenario para su historia, donde se combina la tradición de las historias regionales, como en terror posmoderno, y el hombre como monstruo. Una chica huye de un hombre que la persigue, sólo para ser capturada, y vivir el terror que se esconde tras la Isla de las Muñecas.
Grau utiliza y explota el blanco y negro, nos envuelve más en el misterio, sin presentarnos del todo a los personajes y a situación que vemos. Tiene una mejor manufactura visual y de dirección, un trabajo profesional se desenvuelve frente a nosotros. La historia fluye sin contratiempos, y nos atrapa poco a poco, con su flujo lento. El problema aquí es que “Muñecas” termina sin contarnos mucho, fluye y fluye pero no llega a ningún lado, el final es contundente pero no mordaz, no va más allá de lo que cualquiera pueda imaginar.
El séptimo segmento es precisamente “7 veces 7”, de Ulises “Ulicardo” Guzmán. Aquí nos acercamos al chamanismo y brujería, al desierto mexicano, otra vez al narco, y los muertos vivientes. Un narco busca vengarse de quien arruinó su vida, más allá de la vida, y más allá de la muerte.
La fotografía aquí es el as bajo la manga, juega un papel importante y solidifica la historia misma. Los efectos de maquillaje sobrepasan el nivel nacional, y la historia, aunque sencilla, cumple con su cometido. “7 veces 7” funciona por sí solo, podría salir de la cinta completa y triunfar por sí mismo. Dota a “México Bárbaro” de lo que necesitaba, un canon, un estandarte que pusiera las normas para los demás. No es que sea mucho más que los otros 7 segmentos, es que aquí podría estar la línea de calidad que se debería seguir.
Utiliza elementos mexicanos, sin ser los mismos de siempre, los combina con elementos globales, los tropicaliza. Todo funciona.
Gigi Saul Guerrero es la encargada de cerrar, lo hace con su cortometraje “Día de los Muertos”. Una historia femenina, de venganza, catrinas y table dance; la influencia de Robert Rodríguez es más que notable. Un segmento rocanrolero, de edición a ritmo musical, donde hay más bailes que historia, pero un monologo de la protagonista termina por ser fundamental.
De fotografía perfecta, personajes clásicos y chicas candentes; perfecto para un vídeo musical. Como pequeña historia cinematográfica, el cortometraje aún es endeble, pero altamente disfrutable. Gigi Saul Guerrero conoce ya su estética, y parece que no saldrá de ella.
Una manera correcta de cerrar “México Bárbaro”, como bonus track y single, con un blues sensual, y memorable.
“México Bárbaro” es una cinta dispareja, que aunque su intención es la reunión de estas ocho visiones, no logra una línea guía. Parece más una exhibición de cortometrajes, a un solo largometraje, tenía todo para convertirse en un film de culto, pero terminó siendo sólo la anécdota. Incapaz de enamorar; sólo son pocos los momentos rescatables. El terror jamás aparece, ni el misterio, ni la tensión. “México Bárbaro” es más un fanmade que una cinta con fondo y forma; de fans para fans; para verse entre cuates.
Se pretende hacer una franquicia, y habrá que corregir errores, pero sin duda, tienen el apoyo suficiente la audiencia, y de talentos consagrados y emergentes, que ven aquí una oportunidad.
Muertos, sangre y desaparecidos, todo se conjuga, todo es parte del “México Bárbaro”, no es coincidencia que este film aparezca en tiempos tan fatales que vivimos.
Se aplaude el coraje de hacer un film independiente, que tiene mucho mejor calidad que filmes del género de la industria, como el remake de “Más negro que la Noche” (Henry Bedwell, México-2014) o “Visitante”s (Acán Coen, México-214), así como mejor calidad que filmes con más mercadotecnia como “Annabelle” (John R. Leonetti, USA-2014).
¿”México Bárbaro” es el nuevo cine de terror mexicano? Es difícil afirmarlo, lo obvio, es que la bola de nieve (manchada de sangre) se ha echado a rodar, y parece que con bastante fuerza.