Por Alejandro González Iñárritu *
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Desde el primer momento que empecé a escribir “Biutiful”, siempre pensé
en Javier Bardem para encarnar a Uxbal. Hace años que Javier y yo
intentamos trabajar juntos y pensé que el personaje sería el puente que
nos uniría a ambos en el set. Mi estilo y forma de trabajar con los
actores no es fácil ni ligero. Me entrego totalmente a cada proyecto y
exijo que los actores hagan lo mismo. Me obsesiona la perfección, o al
menos lo que considero perfección; es un duro recorrido físico y
emocional. Pues bien, introducir a Javier en la ecuación era como
juntar el hambre con las ganas de comer…

Los dos ansiábamos quedar satisfechos. Javier no sólo es un actor
notable, no hay otro igual. Todo el mundo lo sabe. Se prepara de forma
exhaustiva y escribe notas muy extensas sobre el personaje que va a
encarnar. Es entregado, intenso y también le obsesiona la perfección.
Pero lo que convierte a Javier en especial y único es un peso, una
gravedad, una presencia imponente en la pantalla basada en su poderosa
reflexión y profunda vida interior. No es algo que se aprende; se nace
con ello (ángel o demonio).

Al contrario de otras películas mías
en las que rodé historias diferentes con actores diferentes durante
varias semanas, ésta fue un “laaaargo” rodaje con Javier presente en
casi todas las escenas. Literalmente, lleva la película a sus espaldas.
No fue fácil mantener la precisión e intensidad emocional requeridas en
cada escena, sobre todo trabajando con varios actores no profesionales
y niños. Durante el otoño e invierno de 2008-09, el Javier Bardem que
conocía desapareció para dar vida a Uxbal.

Sabíamos que sería
como escalar el Everest, cada día más duro que el anterior.
Planificamos y discutimos la ruta. Diseñé el lenguaje visual y
gramático, así como cualquier otro aspecto de la película – el orden
cronológico del rodaje, el vestuario, el diseño de producción, los
movimientos de la cámara e incluso los diferentes formatos en las
diversas fases de la película – para ayudarle a navegar hasta llegar al
punto que ambos queríamos alcanzar: desde el hombre duro, cerrado y
controlador al hombre liberado que entiende la rendición y ha ganado la
sabiduría de ver y sentir la luz a través del dolor. Ambos dimos mucho
de nosotros mismos y la historia nos exigió adentrarnos en un
territorio peligroso del que puede ser difícil regresar. Una película
de este tipo vacía a cualquiera, pero el tremendo esfuerzo y sacrificio
fue proporcional a la inmensa satisfacción artística que compartimos.

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Uno de los papeles más difíciles de escribir y para el que más me costó
encontrar la actriz fue Marambra. Es muy fácil caer en la caricatura a
la hora de describir la bipolaridad, un desorden emocional muy
complejo, también llamado psicosis maníaco-depresiva. Buscaba a alguien
con un espíritu y vibraciones muy especiales. Realicé sesiones de
casting por toda España y vi muchas actrices de talento, pero ninguna
era realmente lo que buscaba. Seguía sin encontrarla tres semanas antes
de empezar el rodaje y estaba a punto de retrasarlo. Pedí se hiciera
una sesión de casting en Argentina y descubrí a Maricel Álvarez. La
prueba de vídeo fue suficiente, sabía que era ella. Maricel vino a
España. Después de pasar 24 horas sin dormir y haber recibido el texto
sólo con 24 horas de antelación hizo la prueba más extraordinaria que
he visto nunca. También le hice una prueba de cámara en las 12 horas
que estuvo en España antes de volver a Argentina. La coloqué delante de
una cámara por primera vez en su vida y le pedí imaginara algunas
imágenes o circunstancias que yo le sugería, pero que no hiciera nada.
Nadie se movía en el set. Un minuto después se me puso la carne de
gallina y llenaron los ojos de lágrimas. Era pura alquimia, pura magia.
Maricel comunicaba el peligro y la ternura que requería el personaje de
Marambra. Lleva años siendo una extraordinaria actriz de teatro con una
gama y una profesionalidad difícil de encontrar en este planeta.

En cuanto al papel de Igé, vimos más de 1,200 mujeres en España y
México. Encontramos a Diaryatou Daff en una peluquería del centro de
Barcelona donde cortaba el pelo. Es senegalesa, y al igual que cientos
de mujeres africanas, arriesgó su vida y dejó su país en busca de
trabajo para poder mantener a su familia. No ha tenido una vida fácil;
la casaron a los 15 años con un hombre de 50, según una tradición
senegalesa en la cual el tío materno escoge al marido de su sobrina.
Huyó de ese hombre violento y acabó casándose con un joven con el que
tiene un hijo. Su situación económica era desesperada y decidió ir a
España a buscar trabajo. Cuando le di el papel, hacía más de tres años
que no veía a su hijo. Trabaja día y noche para mantener no sólo a su
marido e hijo, sino a otras 30 personas que dependen del poco dinero
que puede mandar a Senegal. Diaryatou siempre tuvo miedo de perder su
puesto en la peluquería.

Mientras ensayábamos, pude darme cuenta
de la claridad con que había entendido el personaje que debía
interpretar. Lo hizo con sinceridad y honestidad; con un cojín en
brazos, como si fuera su hijo, podía oír su voz romperse. La historia
de Igé era la suya. Nunca había trabajado con una persona cuya vida
estuviera tan cercana al personaje. La realidad bailaba de la mano de
la ficción delante de mis ojos. Le costó mucho hacer la película, pero
su decisión de hablar en nombre de millones de mujeres pudo con su
dolor. Me gusta la idea que Igé empiece como un papel secundario, pero
que, sin previo aviso, acabe como una de las piedras angulares de la
historia. Es Mamá África, una madre inteligente, afectuosa y racional.
Y así es Diaryatou en la vida; sutil, con talento, sensible, preciosa
y, sobre todo, real.

Siempre es difícil encontrar a los niños. Las escenas con niños eran
complicadas debido al tema de la historia; además, las características
físicas de Javier Bardem y Maricel Álvarez no facilitaban la selección.
Encontramos a Guillermo, que encarna a Mateo, muy al principio, pero la
búsqueda de la hija de Uxbal nos traía a todos de cabeza. Dos semanas
antes del inicio del rodaje, resignados a empezar sin ella, y con la
esperanza de encontrarla más tarde, fui a visitar una escuela donde
planeábamos rodar. De pronto, Hanaa, que estudia en ese colegio, me
tocó el hombro y me preguntó qué hacía. Me volví y la vi: “Ruedo una
película”, le contesté, y ella me dijo: “Me encantaría salir en esa
película”, y así fue. Un ángel llamó a la puerta de un hombre
desesperado que había buscado por toda España sin saber que tenía la
respuesta al alcance de la mano.

Podría pasarme horas hablando
de Eduard Fernández, Rubén Ochandiano, Cheng Tai Shen, Luo Jin, Martina
García y todos los grandes actores que estuvieron con nosotros, pero
prefiero vean su trabajo. Será mejor que cualquier cosa que pueda decir.

He
vuelto a tener el privilegio de trabajar en esta película con mis
socios habituales, el mismo grupo de rock cuyo bajo, batería y otros
instrumentos hacen la música más rica, más alegre, mientras nos
alejamos de una partitura fría y técnica, desde la que parte cualquier
película hacia la tierra de los recuerdos, deseos, sueños, de la
lógica, sugestión y realidad subjetiva de la luz y de las imágenes.

Como
siempre, dedico esta película a un miembro de la familia, no por formar
parte de mi familia, sino porque son la razón, la fuente, con quien
quiero hablar directamente a través de la película. Esta es para mi
padre, el sabe muy bien por qué.

(*): “Biutiful” es el
cuarto largo del ex profesional de la radio y publicista González
Iñárritu, revelado por “Amores perros”. Tras estrenarse en octubre en
México, país al que representará en los Oscars, este melodrama
existencialista protagonizado por un Javier Bardem que ganó con “su”
Uxbal el premio de interpretación en el último Cannes llega a las salas
españolas.