Juan Pablo Russo
EscribiendoCine.com-CorreCamara.com
Buenos Aires. El “Mr. Holmes” (2015) de Bill Condon no es la figura inteligentísima, que coquetea con la cocaína del original de Arthur Conan Doyle. No tiene nada de la excentricidad contemporánea y disparatada de la saga “Sherlock” de la BBC. Y mucho menos la calidad, el ritmo y potencia de la adaptación de Guy Ritchie. No es más que un telefilm devenido en espectáculo cinematográfico. La película se presentó dentro del apartado “El acontecimiento” de la 12 Pantalla Pinamar, en Argentina.
El primer secreto de la adaptación (basada en la novela “A Slight Trick of the Mind”, del autor americano Mitch Cullin) es su habilidad para introducir al espectador en el mundo familiar de la belleza británica prístina e idílica, que tal vez solo exista en la mente del turista americano. Pero la película es claramente una producción británica, con su característica inclinación hacia el drama de época y las discusiones de clase de rigor. También está mayoritariamente ambientada en los emblemáticos acantilados de Dover.
El segundo secreto tiene que ver con el tipo de Sherlock que Bill Condon ha decidido hacer. Lejos del genio infalible, de la omnipresente pipa y del gorro de cazador, en su lugar se encuentra un mundo que ha visto los horrores de ambas Guerras Mundiales, y el estimado Sherlock se ha transformado en un anciano que tiene que escribir los nombres de la gente en su manga para recordarlos. Lejos de ser una película superficial, Mr. Holmes es una mirada conmovedora sobre la decadencia de la que ni los más fuertes se libran en un mundo en el que las notas de la mortalidad suenan a menudo en todos los lugares trágicos.
Pero por muy desalentador que parezca este mundo, Condon nunca pierde de vista el clásico factor feel good hollywoodiano. Sherlock conserva todavía bastante de su antiguo genio como para conquistar la admiración de un nuevo cómplice, un chico llamado Roger, cuyo padre había muerto en la Batalla de Inglaterra. Y su relación nos deja una impresión muy lograda de haber pasado el domingo con el abuelo.