Por Ali López

El más reciente film de Atom Egoyan, “The Captive” (Canadá, 2014) es formidable. Una cinta sobre el crimen organizado, el gran villano de nuestros tiempos. Un film noir del Siglo XXI; escenificado en el blanquezco paisaje invernal del sur de la frontera de Canadá. Un film de proporciones brillantes, de un suspense constante, que como una bola de  nieve, poco a poco crece.

Una familia ve mermada su estabilidad emocional al desaparecer Cassandra, su  hija de 10 años. La policía sospecha de Matthew (Ryan Reynolds) el padre, quien para nada es culpable, pero las acusaciones hacen que Tina (Mireille Enos), la madre, caiga en una vorágine de desasosiego, furia e impotencia. Lo años pasan, y la familia sigue en búsqueda y espera de su hija; ella parece recibir señales, él, vigila las carreteras esperando encontrar a su pequeña. La policía tampoco ha podido olvidar el caso, y después de tantos años parece tener una pista de Cassandra, una sola imagen en la red, que los hace creer que ahora ella es una de ellos, de los chicos malos.

Contamos aquí con una trama policiaca, un thriller puro. No escapa de los estándares y cánones Hollywoodenses, basta con mirar el cast, y darse cuenta de la influencia de los estudios americanos. La historia se desenvuelve tal y como una cinta de Los Ángeles lo haría, con personajes habituales, escenas clásicas, y un final que no expone nada que no hayamos visto. ¿Dónde está lo notable de la cinta entonces? Precisamente en eso, en una sencillez concienzuda, una línea ondular de emociones que nos va llevando del punto A al punto B; una dirección puntal de Egoyan, con un manejo de la cámara y la música, capaz de hacer morderse las uñas hasta el más estoico.

La fotografía de Paul Sarossy no es experimental, ni atrevida, es más bien concisa y, sobre todo, funcional. La nieve que rodea a los escenarios juega su papel, y es gracias a la ubicación de la cámara, que esta soledad se refleja hacia nosotros. Los espacios cerrados y avasalladores también transmiten el laberintico devenir de la desesperación y es, otra vez, gracias a los encuadres y la iluminación que somos participes de esas emociones. La música de Susan Shipton logra acompañar a las imágenes y dotarlas del acento propicio para intensificar las emociones; además la selección musical de la obra de Mozart, dota al villano de una oscuridad y una profundidad asertiva.

El villano, una vez más, se lleva la película. Mika es un personaje redondo, complejo, lo mismo repulsivo que encantador; perfectamente interpretado por Kevin Durand. Cada gesto, cada movimiento, cada sensación de Mika hace que el espectador se incomode, se revuelva en su silla; estamos hablando de un secuestrador, de un líder de un sector secreto de la sociedad, dedicado a raptar niños; una abominación con un rostro humano, que no oculta nunca esa maldad. Bastante similar, al personaje que interpretara Stanley Tucci en “The Lovely Bones” (Peter Jackson, USA, UK, Nueva Zelanda-2009), con esa bestialidad contenida,  el rostro manifiesto de culpa, maldad y podredumbre.

“The Captive” es un film simple, pero que funciona; una montaña rusa de emociones, un thriller que te mantiene con los ojos pegados a la pantalla. No hay sorpresa es cierto; pero la manera en la que se juega con el tiempo, yendo y viniendo en una estructura geométrica, fomentan la intriga. Un film imperdible, para disfrutase, sufrirse y analizarse. Un film de horror moderno, con monstruos humanos, posmodernos, reales, y que habitan más cerca de lo que creemos.