Por Pedro Paunero
Te golpearé sin cólera alguna
y sin odio, como un carnicero”
“¡Yo soy el puñal y la herida!
¡Soy el cachetazo y la mejilla!
¡Los miembros y el tormento,
el verdugo y el atormentado!
Charles Baudelaire
En 1960, el mismo año que Alfred Hitchcock dividía el cine en un antes y un después, con su “Psicosis” (Psycho), Michael Powell, hasta entonces un director celebre por haber formado mancuerna con Emeric Pressburger, con quien filmó grandes clásicos del cine británico como “Las zapatillas rojas” (The Red Shoes, 1948) o “Narciso negro” (Black Narcissus, 1946), dio un vuelco total cuando rodó la cinta “El fotógrafo del pánico” (Peeping Tom; aka “Tres rostros para el miedo”), la historia de un voyerista que grababa a sus víctimas mientras las asesina con una lanza que desdoblaba desde la cámara, para luego disfrutar de lo grabado en soledad. El público no le perdonó el giro inesperado y brutal en su filmografía y su carrera terminó con este infame título. En 1980, Bertrand Tavernier dirigió la película francesa “La muerte en directo” (La mort en direct), una extraña y perturbadora fantasía de Ciencia Ficción en la que el personaje interpretado por Harvey Keitel, con una micro cámara alojada en el cerebro, transmite todo lo que ve a una cadena de televisión, mientras se encarga de seguir a una enferma de muerte, interpretada por Romy Schneider, en su larga agonía. Si la primera película trataba de un placer secreto, la segunda se encargaba de encararnos con aquello en lo que se había convertido la televisión, al mostrar a la muerte como espectáculo masivo.
El indudable título de culto del My French Film Festival 2018 es “Ocurrió cerca de su casa” (C’est arrivé près de chez vous, Benoit Poelvoorde, Rémy Belvaux, André Bonzel, 1992), un falso documental, de inquietante título, rodado en blanco y negro, cuyos realizadores idearon como una forma de mostrar, poniéndolo en evidencia, el sensacionalismo de la televisión belga, como un ente invasivo en los hogares, y que comienza con un hombre, Ben (Benoit Poelvoorde, uno de los codirectores y coguionistas de la película), un asesino en serie, hablando a la cámara sobre las vicisitudes que ocurren cuando se intenta sumergir un cadáver en el agua, para ocultarlo. Disparo tras disparo, asesinato tras asesinato -de ancianas a las que despojar de su dinero, de mujeres, de niños-, involucra a los documentalistas que lo persiguen, pegados a sus talones, a quienes pide le echen una mano con varias de las víctimas en muchas ocasiones.
Otro disparo. Esta vez sobre un vigilante negro. Luego, Ben le habla a la cámara, mientras intenta cubrir con cemento una mano cortada, sobre la calidad del cemento húngaro. Es entonces cuando uno de los directores del documental coge por los pies al vigilante asesinado para esconder su cuerpo. Nos enteramos que Ben –como Alex de Large en “La naranja mecánica”, la indócil obra maestra de Stanley Kubrick- aprecia la alta cultura, disfruta de la pintura en galerías de arte, toca el piano y lee perfectamente las notas musicales y visita a sus viejos padres a los que entrevista para la película. Cuando le preguntan cuál es el instrumento por el cual cambió el piano en el conservatorio, se ríe como estúpido, se levanta la camisa y, enseñando la pistola, dice: el “Bombardón”. El asesinato es, para él, una manera de ganarse la vida. En un momento dado, el documentalista Rémi auxilia a Ben a asfixiar a un niño, sosteniéndolo por los miembros, mientras le pone una almohada contra el rostro. No hay marcha atrás. Tras asesinar a Ricardo Giovanni, alias “el ruiseñor”, un gánster rival contra el que desata una balacera, Ben y su equipo de rodaje encuentran a otro equipo de rodaje, que cubría, a la vez, los asesinatos de “el ruiseñor”. Nos damos cuenta de la auto conciencia del film, de su juego mordaz en esta escena que se muerde la cola. Se trata de un Grand Guiñol para una nueva era. De un falso “Cinéma Verité” para la edad de oro de los “Reality Shows”, sin banda sonora, haciendo uso de una mareante cámara en mano que anunciaba ya la facilidad pasmosa, y fría, de grabarlo todo, hoy en día, incluyendo accidentes, asesinatos y violaciones, con el teléfono celular.
Si el espectador de “Ocurrió cerca de su casa” no siente una perturbadora inquietud, al ser testigo voyerista, de las faenas de este asesino, y ríe sin nerviosismo con el humor negrísimo que impregna la cinta, es que ha perdido algo en el ya largo camino que va desde los “Shockumentales” o películas “Mondo”, instauradas con la mentirosa, pero alarmante, película italiana “Perro mundo” (Mondo Cane) de Gualtiero Jacopeti, que ha desembocado en las actuales películas “Snuff” y los vídeos de ejecuciones tan fáciles de localizar, por estos días, en la Internet.
“Ocurrió cerca de su casa” se puede disfritar de forma gratuita por Internet dentro de My French Film Festival, fuera de la competencia oficial.