Por Hugo Lara
Nominada a cinco Oscares como mejor película, actor de reparto (J.K. Simmons), edición, mezcla de sonido y guión adaptado, “Whiplash. Música y obsesión” (Whiplash, 2013), del joven director Damien Chazelle, llega a las pantallas mexicanas precedida por el Gran Premio del Jurado en Sundance y de críticas elogiosas. En su paso por otros festivales, como el de Morelia, sembró entusiasmo y comentarios favorables por ser una película de sobrada energía.
La trama se sitúa en torno a la relación maestro-alumno, pero en la antípoda del clásico “Al maestro con cariño” (To Sir, with Love, James Clavell ,1967) o de “La sociedad de los poetas muertos” (Dead Poet Society, Peter Weir, 1989). Alejada del romanticismo fácil pero no del mensaje aleccionador, “Whiplash” está centrada en la traumática relación entre un neurasténico y perfeccionista maestro de música y un joven baterista con mucho talento y grandes sueños. En este sentido, “Whiplash” está más próxima a propuestas como las imprescindibles “La pianista” (Le pianiste, Michael Haneke, 2001) o “La cambiadora de páginas, (La tourneuse de pages, Denis Dercourt , 2006), pero sin alcanzar del todo la maestría.
Andrew Neiman (Miles Teller) es admitido en el prestigiado conservatorio neoyorkino de Shaffer, cuya banda de jazz es dirigida por el tiránico Terence Fletcher (J. K. Simmons), una auténtica reencarnación del cruel sargento Hartman de “Full Metal Jacket” (Kubrick, 1987), quien se guía por la idea de empujar al extremo a sus discípulos, sometiéndolos a una presión insoportable para lograr de ellos la epifanía del artista. En cierto momento del filme, cuando ya han pasado diferentes torturas físicas y psicológicas contra Neiman y otros miembros de la banda, el rabioso Fletcher se justifica con el paralelismo que dio origen al mito del grandioso saxofonista Charlie Parker, quien siendo muy joven fue humillado en público por el baterista Jo Jones, cuando le arrojó un platillo por su mal desempeño durante una legendaria jam sesson. Después de un tiempo, Parker logró superar la crisis de autoestima y se convirtió en el mejor de su especialidad.
“Whiplash” encadena una serie de escenas estresantes durante los ensayos, donde Andrew y sus colegas son confrontados por su mentor musical para lograr con rigor inhumano el tempo que requiere cada pieza, especialmente clásicos como “Caravan” de Duke Ellington o “Whiplash” de Hank Levy, la que precisamente da nombre al filme, entre otras.
Cabe aclarar que el director-guionista estadounidense, nacido en 1985, no se sumerge en los mares del jazz, como ocurre con otros filmes como “Bird” (Eastwood, 1985) o “Round Midnight” (Bertrand Tavernier, 1986), no hay una erudita exploración al respecto, sino que el género musical le sirve como un pretexto para exponer otros asuntos de su interés, como la negra y ácida forma en que se manifiesta la ambición y la rivalidad entre dos hombres —brecha generacional de por medio— con sueños e ilusiones que se atraen y se repelen. Algo así como Bud Fox y Gordon Gekko de “Wall Street” (Oliver Stone, 1987), donde se pone a prueba la integridad moral del más joven.
Es en este resquicio donde el guión y la dirección se asoman a las relaciones del joven baterista Neiman, ya sea con su padre (Paul Reiser) —un escritor mediocre pero comprensivo y atento— o con la ilusión de un romance truncado, con una modesta cajera de un restaurante de comida rápida (Melissa Benoist, bien), que demuestra entereza y honestidad.
El filme se sostiene también apoyado en las buenas actuaciones de los dos protagonistas, Teller y Simmons, en un tête à tête en el que gráficamente dejan caer sangre, sudor y lágrimas sobre los platos de la batería. No obstante, los personajes y sus respectivas condiciones resultan algo estereotipados, lo que cobra cierta factura ineludiblemente. En suma, estamos frente a un filme efectivo y entretenido, quizá más corto en profundidad de lo que parece a primera vista, pero que sin duda vale la pena por su carga de coraje y su filosofía sobre el aprendizaje a partir de la subversión.
Dirección: Damien Chazelle. Guión: Damien Chazelle. Pais: Estados Unidos. Producción: Jason Blum, Helen Estabrook, David Lancaster, Michel Litvak,. Compañía Productora: Blumhouse, Bold Films Productions, Right of Way Films. Fotografía: Sharone Meir, Edición: Tom Cross, Sonido: Thomas Curley, Música: Justin Hurwitz, Dirección de arte: Hunter Brown, Reparto: Melissa Benoist, | Nate Lang, | Paul Reiser, | J. K. Simmons, | Austin Stowell, | Miles Teller,