Psicópatas entre nosotros
Por Lorena Loeza
El cine de psicópatas terminó por convertirse en un subgénero en sí mismo. Más cercano al terror que al horror en un principio, la barrera se fue haciendo cada vez más delgada, entre otras cosas porque los personajes se fueron volviendo más complejos más salvajes, más malvados y cada vez menos humanos. Es por ello que transitaron de la locura al satanismo y la posesión a lo largo de los años, al punto que cada vez es más difícil establecer las diferencias entre una y otra. Al final, la conclusión es que la maldad en sí misma es un asunto prácticamente imposible de comprender a partir de una sola mirada.
El comportamiento psicópata en el cine, encuentra sus orígenes en el thriller, ya que el asunto de como develar un asesinato siempre fue considerado un asunto de mucho suspenso y acción detectivesca o policiaca. Sin embargo, en la medida en que los asesinos se fueron volviendo personajes interesantes y seductores para el público el asunto dejó de ser solamente policiaco para volverse de terror psicológico, ligado a narraciones de locura y perversión.
Quizá el antecedente de esta conversión se encuentra en “Psicosis” (Psycho, A. Hitchckock, 1960), cuando el Amo del suspenso encontró que ya no solo bastaba con intrigar al público, sino que había que lograr perturbarlo: dejarlo pensando al salir del cine en una idea perversa que nunca antes se le había ocurrido, siendo incapaz de entender que fue exactamente lo que lo hizo gritar en la sala de proyección.
“Psicosis” es una obra maestra por varias razones, pero una de ellas, es justamente la conjunción de suspenso con terror, que queda muy bien resumido al final, cuando el detective afirma que no es el dinero la motivación de Norman Bates para cometer el asesinatos: “Estos son crímenes pasionales.” Y la verdad es que pasión y locura son los componentes de una historia que empieza por un robo compulsivo y termina con horrendos asesinatos producto de los deseos reprimido y una aterradora consecuencia de un complejo de Edipo mal superado
Hitchckok para construir su aplaudida cinta, adapta el libro original de Robert Bloch, un destacado miembro del llamado “Círculo de Lovecraft” el amo del horror cósmico en la literatura (¿han notado el parecido entre Howard Phillips Lovecraft y Norman Bates?), que se consideraba algo morboso y exagerado.
El asunto resultaría tan relevante, que el cine de terror nunca sería el mismo desde entonces. Norman Bates, protagonizado por Anthony Perkins, entraría a los anales del cine como el sicópata por excelencia, con una extraña apariencia que era mezcla entre desamparo y perturbación, como jamás antes habíamos visto.
La herencia sin duda sería retomada, pero la capacidad de Hollywood pronto se vería en problemas para darle continuidad al cliché. Ya sea por locura o causa sobrenatural, el caso es que llegábamos al mismo resultado: muertos, sangre, gritos y terror. El asunto de cómo resolver el problema de explicar la maldad y el instinto asesino, dio como resultado cintas que van desde el conflicto existencial hasta la posesión satánica.
Posterior a “Psicosis”, Roman Polanski filma “Repulsión” (1965) una perturbadora cinta que muestra el profundo lado de la locura y su proceso de desquiciamiento hasta el asesinato, a través de la historia de Carol, una joven manicurista londinense, encarnada por Catherine Deneuve. La de Carol es la historia de muchas personas “normales” que no saben manejar su depresión y angustia, ni siquiera para pedir ayuda. Polanski delinea elementos que estarán presentes en sus propuestas fílmicas con el mismo tema: algo malvado creado por la propia mente perturbada va consumiendo el entorno, la vida cotidiana, el mundo en sí. Más aterrador que lo sobrenatural son los alcances de una sique trastornada por el miedo, la soledad, la melancolía y la desventura misma de vivir en un mundo que cada vez nos gusta menos y nos desilusiona más.
Posteriormente, en 1966 se realiza una versión fílmica de “A Sangre Fría”, la obra maestra de Truman Capote, con la cual de hecho, se inaugura un nuevo género literario. La cinta (In a Cold Blood, 1966) está dirigida, escrita y producida por Robert Brooks, y cuenta con un elenco estelarizado por Robert Blake, un actor tristemente célebre por razones ajenas a este asunto. Está película narraba los hechos que Truman Capote contaba con un resultado bastante aceptable para quien quisiera conocer la obra y la historia que la inspiró. Sin embargo, se presenta fiel a los eventos narrados, poniendo el relato al centro cuando – ahora sabemos- había cosas mucho más interesantes detrás de la investigación de Capote que la crónica de los asesinatos y el castigo a los responsables. La cinta no se adentra en el perfil del psicópata, pero es interesante porque todavía el cine no se ocupaba de los psicópatas como antihéroes ni super stars. Nunca hay admiración por los asesinos ni intento de mostrarlos como personas. Esto definitivamente cambiaría con el tiempo, pero abonaba al hecho de que el tema es altamente rentable para la taquilla.
El sicópata temido y admirado, en realidad vería su ascenso en la década siguiente, con la aparición de directores como Tobe Hooper, Wes Craven y John Carpenter, que se pueden considerar como los padres de sicópata a sangre fría en el cine.
La película de Hooper, “La Masacre en Texas” (Texas Chainsaw Massacre,1974) comparte con “Psicosis” un asunto fundamental: está basada en la historia del mismo asesino verdadero, Ed Gein. También inaugura elementos que ya no desaparecerán en el perfil del sicópata irracional: máscaras (eso es muy importante, la usan después desde Michael Mayers hasta Hannibal Lecter), el uso de sierras eléctricas, el canibalismo, las víctimas que son adolescentes irresponsables e indefensos en lugares apartados y casas en pueblos pequeños y perdidos de la civilización (una mezcla entre el mito del lobo que ataca en el bosque y los provincianos de pueblos malditos, lo rural como opuesto al orden y la civilización).
La época dorada del sicópata a sangre fría se completa en los 70 y los 80 con cintas hoy consideradas clásicas como “Halloween” (J. Carpenter, 1978), “Viernes 13” (Sean S. Cunnigham, 1980) y “Pesadilla en la Calle del Infierno” (W. Craven, 1984), que lograría unificar ambos puntos: un pervertido que sigue cometiendo asesinatos en la otra vida, demencia y maldición personificados en uno solo monstruo llamado Freddy Kruegger.
Las múltiples secuelas, precuelas y remakes, acabarían por agotar a los personajes, pero ello no lograría que dejaran de venderse sus máscaras para el día de Halloween en todo el mundo. Sin embargo, los noventas se alejan del asesino brutal para generar cintas sobre asesinos despiadados, pero cuidadosos, encantadores y sumamente inteligentes.
La década abre con “El silencio de los Inocentes” (The Silence of the Lambs, J. Demme, 1991) en donde Hannibal Lecter, un personaje secundario tanto el novela de Thomas Harris como en la adaptación cinematográfica, que gracias a la actuación de Anthony Hopkins termina por robarse el relato y convertirse en nuestro sicópata del cine más refinado. El asesino principal del relato Jame Gumb, también está inspirado en Ed Gein, al igual Norman Bates y Leather Face, un asunto que resulta relevante porque se cae en la cuenta de lo diferentes que pueden ser las lecturas de un mismo hecho, y de cómo cada reinterpretación toma lo que considera más aterrador de la misma historia.
A partir de entonces el sicópata sería más un asesino serial que de masas y mucho más complejo que una mera ansia de matar. Eso vemos en cintas como “Misery” (R. Reiner, 1990), “Seven” (D. Fincher, 1995) y “American Psycho” (M. Harron, 2000).
Mención especial de este bloque merece “Asesinos por Naturaleza” (Natural Born Killers, O. Stone, 1995) que aborda el asunto desde una perspectiva diferente, tratando no solo de explicar el instinto criminal desde las motivaciones, sino del papel que juegan los medios en glorificar la violencia y la extraña fascinación que estos personajes ejercen sobre el público.
El nuevo siglo, trae sicópatas nuevos, pero no tan diferentes a los que ya habíamos visto. Destaca sobre todo Jig Saw y sus siete secuelas, estrenada la primera en 2004. Pero en realidad se trata de un asesino moralista al estilo de John Doe en “Seven”, que eso sí encontró modos cada vez más aterradores y pervertidos de dejar sus mensajes.
El caso es que de Norman Bates a Jig Saw, hemos avanzado poco en entender el origen de la maldad humana. Sin embargo, sabemos que personajes como éstos existen, están entre nosotros y hasta pueden pasar por personas amables y encantadoras. Y eso es suficiente materia prima para contar una historia aterradora, ¿o no?.