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La esperada, retrasada, trabajada y retrabajada durante largos meses, anhelada por diversos festivales… y por fin estrenada mundialmente en Cannes nueva obra (las de Terrence Malick son para la crítica más que películas “obras”, frecuentemente -además- “maestras”) de uno de los menos prolíficos y más sacralizados cineastas contemporáneos, El árbol de la vida. Tras este ya grandilocuente y enraizado título se esconde un largo, poético, posiblemente pedante y a ratos bello film que no ha cambiado la percepción del cineasta norteamericano: Sólo para sus “fans”.
La primera jornada de la segunda semana del certamen galo se completó con una aun mayor tomadura de pelo, esta vez mucho más descarada y sin ninguna de las virtudes de la cinta estadounidense. Se titula L’Apollonide, del francés Bertrand Bonello, uno de esos títulos que de vez en cuando programa este festival para que todos nos preguntemos qué hace un film como este en el presunto primer certamen del mundo.
El arbol de la vida, como las últimas dos cintas de Malick, cuenta con la complicidad de figuras de Hollywood, en este caso Sean Penn y sobre todo Brad Pitt. Terrence Malick -fiel a su línea- no se ha dignado aparecer en público aquí para defenderla. Es de esos que piensan que las películas se defienden solas… o mejor si lo hace un astro tan mediático como Pitt.
En su búsqueda nada menos que de lo sublime, al autor de La delgada línea roja y El nuevo mundo coloca su Arbol más en una selva que en un bosque, enmarañado en medio de malezas visuales, filosofías profundas como abismos, bellas imágenes de la naturaleza (incluida la prehistórica, con dinosaurios y todo…), un drama familiar que arranca en los años 50, trascendentalidad, el alfa y el omega, y metros y metros de celuloide para llenar dos horas largas de película, fotografiadas con virtuosismo por el mexicano Emmanuel Lubezki. El resultado en el patio de butacas de la Gran Sala Lumière fue radicalmente diverso: De los aplausos entusiastas al pataleo, sin términos medios; entusiasmo y decepción.
Malick ya tiene terminada su siguiente obra, por el momento sin título, y esta vez aún con más nombres propios estelares: Ben Affleck, el español Javier Bardem, Rachel McAdams, Rachel Weisz y Olga Kurylenko, para la que habrá que esperar -conociendo el ritmo de trabajo lento o perfeccionista si lo prefieren del “maestro”- tal vez un año, hasta Cannes 2012.
La otra cinta del día también estaba cargada de esteticismo preciosista, pero no precisamente de talento. Incluso a creado cierta polémica por su visión tan elegante de la prostitución, ya que L’Apollonide no es sino una casa de putas para burgueses refinados en el París de finales del XIX. La sordidez que en el mundo real rodea este tipo de ambientes aquí es belleza que se queda en la forma y descarta el fondo y la auténtica entidad ética del comercio carnal.