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Cuenta la leyenda que fue el cineasta Emilio “El Indio” Fernández quien bautizó la calle Dulce Oliva en el barrio de Coyoacán de la Ciudad de México en honor de su amor platónico, la actriz Olivia de Havilland, fulgurante estrella de Hollwyood a mediados del siglo XX.

Durante décadas, Havilland fue la última referencia del Holywood clásico, recientemente puesto en cuestión por mostrar una realidad racista, “Lo que el viento se llevó (“Gone with the Wind”, 1939) y una de las más longevas estrellas del la llamada Meca del Cine. La actriz británico-estadounidense murió el sábado por la noche en su residencia parisina a los 104 años, discretamente, como vivió buena parte de su vida. Así lo confirmaron su publicista, Lisa Goldberg, y su abogada, Suzelle M. Smith.

Bajo el aspecto de la dulce y sacrificada Melania Hamilton en la exitosa y larga película, Olivia de Havilland ocultaba una luchadora que hizo mucho en favor de los actores frente a los todopoderosos estudios. Para el público, sin embargo, sigue siendo la amiga de Scarlett O’Hara o Lady Marian, el amor de Robin Hood.

La única protagonista que siguió viva de la película más taquillera de la historia (considerando la inflación), tras las sucesivas desapariciones de Leslie Howard, Vivien Leigh, Clark Gable y Hattie McDaniel, había nacio en Tokio, dentro de una  familia británica, y ganó el Oscar en dos ocasiones, por “La heredera / The Heiress” (1949) y “Vida íntima de Julia Norris / Lágrimas de una madre / To Each His Own” (1946). Pese a su larga peripecia vital, de más de un siglo, había dejado la actuación, bastante antes, en 1988. Madre de dos hijos, vivió durante décadas lejos de Hollywood, en París, a donde se trasladó con su segundo esposo, el editor Pierre Galante.

Tras nacer circunstancialmente en la capital nipona por el trabajo de sus padres (él era un abogado británico de patentes y ella actriz), a los tres años, tras el divorcio paterno, se trasladó a Los Angeles con su madre y su hermana Joan, un año menor, que luego se convertiría también en actriz bajo el nombre de Joan Fontaine.

Se graduó y prosiguió sus estudios en el Mills College de Oakland, donde fue descubierta por Max Reinhardt, que la vió en una representación de “Sueño de una noche de verano”. El se ocupó de que fuese contratada por la Warner para hacer el mismo papel en la versión cinematográfica de la obra. Tenía 19 años.

Ese mismo año, 1935, fue emparejada por primera vez en la pantalla con el actor con quien más veces trabajaría, el australiano Errol Flynn, en “El capitán Blood”. Su filmografía en común incluye otras siete películas, entre ellas “Robín de los Bosques / Robin Hood”, “La carga de la brigada ligera / The Charge of the Light Brigade” y “Las vidas privadas de Elizabeth y Essex / Mi reino por un amor / The Private Lives of Elizabeth and Essex”.

Esta última fue producida en 1939, año en el que también hizo la cinta en la que logró uno de sus más emblemáticos papeles, “Lo que el viento se llevó”, al lado de Vivian Leigh, Clark Gable y Leslie Howard. Fue nominada al Oscar de reparto, pero se lo llevaría su compañera de elenco Hattie McDaniel, que interpretaba a la criada negra de Escarlata.

En 1941 volvió a ser candidata a la estatuilla por “Si no amaneciera / La puerta de oro / Hold Back the Dawn” (esta vez como protagonista), pero de nuevo se le cruzó en el camino alguien próximo, en este caso su hermana Joan Fontaine, que lo ganó por “Sospecha / Suspicion”. Ambas estaban sentadas a la misma mesa (entonces -como en los Globos de Oro- había una cena durante la gala) y a Fontaine no le hizo gracia la felicitación de su hermana. En realidad, su enemistad no era nueva, databa de una infancia en la que eran habituales las peleas entre ellas, y Olivia llegó a romperle la clavícula a Joan. Los desplantes en público entre ambas dieron mucho que hablar y durante gran parte de su vida no se dirigieron la palabra.

Molesta por la etiqueta de empalagosa dulzura que le había puesto la Warner, Olivia reclamó al estudio papeles más dramáticos y dificiles, pero la respuesta de ésta fue una suspensión por seis meses. Ella, en lugar de achantarse, denunció ante los tribunales a la Warner en 1943 y por extensión a todo el “star system” cuasi feudal, con contratos indefinidos en los que los actores apenas podían tener decisión respecto de las cintas que interpretaban. Logró un triunfo histórico. Los grandes estudios se vieron obligados a suprimir la figura de la suspensión y los contratos tuvieron que adaptarse a un límite máximo de siete años.

Detrás de esas reivindicaciones sindicales no había el menor espíritu izquierdista. De hecho, fue testigo en favor de los denunciadores de comunistas en Hollywood, ante el tristemente famoso Comité de Actividades Antiamericanas de McCarthy.

Con su victoria frente a la Warner, De Havilland ganó su libertad y pudo elegir mejores papeles. Las consecuencias no se hicieron esperar: ganó su primer Oscar en el 46 como la madre soltera de “To Each His Own”. El segundo llegaría tres años después, por “La heredera”. En total, la Academia le otorgó cinco nominaciones, a las que hay que unir otras tres a los Globos de Oro (los logró por “La heredera” y por la TV-Movie “Anastasia: The Mystery of Anna”, en 1986).

La carrera de Olivia de Havilland prosiguió tanto en el cine como en el teatro y la televisión hasta finales de los 80, aunque su última película fue “El quinto mosquetero / The Fifth Musketeer” (1979).