Por Hugo Lara
El veterano cineasta greco-francés Costa-Gavras (1933) nos demuestra que a sus 82 años sigue en plena forma. Su más reciente filme “El capital” (“Le capital”, 2012), presentado en el marco del I Festival Internacional de Cine de San Cristóbal de las Casas, es una implacable crítica al capitalismo salvaje que campea en la actualidad, un universo de CEO’s, banqueros y ejecutivos depredadores cuyo mayor valor, estímulo y deseo es el dinero.
Esta comedia está centrada en la figura de Marc Tourneuil (Gad Elmaleh), ejecutivo de segundo nivel de Phenix, un importante banco europeo que entra en crisis cuando su presidente Jack Marmande (Daniel Mesguich) sufre una lesión irreversible mientras juega golf. Tourneuil, quien ha fungido como ideólogo de Marmande, es elegido sorpresivamente como su sucesor, con la idea de convertirlo en un títere que pueda manipularse fácilmente. Pero Tourneuil decide actuar con audacia y asumir el mando de verdad, sumergiéndose en las intrigas de dos fuertes grupos que aspiran a tomar el control: el de los consejeros franceses y el de los socios americanos de Miami.
El director de grandes clásicos del cine político como “Z” (1969), “Estado de sitio” (1972) y “Desaparecido” (Missing, 1982) presenta su versión de los jefes del dinero hoy en día, los cínicos mandamás del mundo escondidos tras los gobiernos, que en su propio estilo retrataron antes directores como Oliver Stone (Wall Street, 1987) o Martin Scorsese (El Lobo de Wall Street, 2014).
El Tourneuil de Costa-Gavras —como el Gordon Gekko de Stone o el Jordan Belfort de Scorsese— es un sinvergüenza con carisma, que es capaz de obligar a su esposa a usar vestidos caros o de echar en cara a su tío idealista su fracaso generacional. “Nosotros hicimos lo que ustedes no pudieron, hicimos del internacionalismo una realidad”, le espeta el banquero en referencia a la globalización económica, como motivo de orgullo, no el socialismo ni la igualdad. En efecto, se trata de la encarnación de un Robin Hood de los ricos, que roba a los pobres sin remordimiento alguno.
Costa-Gavras, con ironía mordaz, nos hace acompañar a Tourneuil incluso en sus escarceos amorosos con una hermosa modelo juerguista y caprichosa, que lo planta y lo humilla en cada encuentro. Y Tourneuil, precisamente por ello, la desea obsesivamente cada vez más, movido por el desquite.
Este universo de la decadencia, del egoísmo a ultranza, de la competencia descarnada que no respeta ni amistades ni parentescos, se torna una pantomima vertiginosa, con el solitario protagonista que nos habla a cámara, y así nos vuelve su confidente, el único al que le puede confiar sus pensamientos, sus suspicacias, sus dudas.
Costa-Gavras nos obsequia una robusta película —filmada con destreza y buen ritmo— que ratifica un sentir muy extendido en el mundo entre el sector de los “indignados”: estamos en manos de unos nuevos tiranos, los amos del “capital” que sólo reaccionan a los porcentajes de crecimiento. Salvo el dinero, ellos no respetan nada. A diferencia de los viejos dictadores, estos ni siquiera tienen un programa social.
Mucho mérito el de Costa-Gavras, dispuesto a hablarle a un público cada vez más evasivo —allí está la imagen de los niños ensimismados con sus celulares y tabletas—, menos politizado, desencantado de los gobiernos. El greco-francés está convencido que no hay que bajar la guardia. Y tiene razón.
Año 2012 Duración 114 min. País: Francia. Director: Constantin Costa-Gavras. Guión: Constantin Costa-Gavras, Karim Boukercha, Jean-Claude Grumberg (Novela: Stéphane Osmont). Música: Armand Amar. Fotografía: Eric Gautier. Reparto: Gad Elmaleh, Gabriel Byrne, Liya Kebede, Jordana DePaula, Céline Sallette, Hippolyte Girardot, Natacha Régnier, Paul Barrett, Bernard Le Coq, Eric Naggar. Productora: The Bureau / Centre National de la Cinématographie (CNC) / Cofinova 8 / K.G. Productions