Por Daniela Creamer
Noticine.com-CorreCamara.com
San Sebastián. Un canto a la vida, a la infancia, a la naturaleza, a la humanidad, un cuento mágico. Así es la nueva entrega de la realizadora mexicana de origen salvadoreño Tatiana Huezo, quien presentó su último film en el Festival de San Sebastián. “El Eco”, en la sección Horizontes Latinos, donde hace dos años ganó el máximo galardón en esta misma sección, con “Noches de Fuego”, que también fue muy bien acogido en Cannes. Un logro más después de ganar el premio a mejor documental este año en la Berlinale.
En su encuentro con la prensa en el SSIFF, la directora narró sus experiencias y el largo proceso que le tomó el desarrollo y culminación de su proyecto. “El rodaje se llevó a cabo en la ciudad de Puebla, México. Quería contar una historia que se sumergiera en el universo de la infancia. Desde hace un tiempo estaba explorando lo que pasa en ese momento de la vida, más aún criando a una hija casi adolescente. Tardé muchos meses en encontrar ‘El Eco’ que buscaba, y lo hice en esta pequeña comunidad. Quería buscar niños campesinos en México, porque en otros lugares, se hacen adultos muy pronto. Una maestra rural me ayudó a recorrer estos lugares en Puebla, buscando algo que me convenciera”, declaró.
Además, añadió: “Fue así como apareció ‘El Eco’. Fue amor a primera vista. Aquí conocí a una niña, Luzma, a través de la abuelita Eustolia, y nos hicimos muy amigas. Esta investigación duró cerca de cuatro años de convivencia intermitente para ganar la confianza de la comunidad, para que me dejaran trabajar con los niños y luego volver a hacer la película”.
“Una vez pregunté por qué el nombre del pueblo, El Eco. Pero nadie supo responderme a más de que aquí sopla fuerte el viento y se lleva las palabras, por lo que hay que tener cuidado con lo que se dice, porque nos enteramos de todo. Creo que esa fue la señal para saber que ese era el lugar indicado”, señaló Huezo, y que lo era justamente por la importancia de la parte sensorial que quería lograr con el viento y la naturaleza.
“Tenía una enorme necesidad de seguir hablando de México desde otro rincón. Es menos doloroso. Tenía una gran necesidad de apartarme de la herida, de esa herida profunda que atraviesa mi país”, reconoce la cineasta. “Poco antes de comenzar el rodaje, la abuelita Eustolia falleció y me hizo dudar si construir o no el film. Pero de todo esto saqué una lección más importante que aprendí con este proyecto, y es que en la vida, cada día hay muchas cosas y momentos extraordinarios que nos dan para una película y para cien más”, recalcó.
“El Eco” es una producción que se diferencia de sus trabajos anteriores, donde claramente es un documental que al tiempo parece ficción, por su narrativa, montaje y la manera de relatar la historia dentro de esta pequeña localidad.
“Por eso quería acercarse a la magia que desprende una comunidad como la del Eco, de ver crecer a los más pequeños en un ambiente no exento de dureza, en una zona donde el clima es muy extremo, donde hay sequía y se mueren los animales”, manifestó. “Quería contar en un documental, que me permitiera trabajar sin prisa, volver a poner los pies en la tierra y volver a mirar a los ojos a la gente. Fue todo un desafío, pues es la primera vez que me lanzo a seguir mis instintos sin tener siquiera previamente un guion, algo estructurado”, añadió.
Esta nueva propuesta de la realizadora habla sobre un pueblo remoto en el norte de México donde la vida se compone de las cosas más sencillas. Ser niño aquí es una experiencia única desde el primer día: involucrando a la naturaleza, los animales y las personas. Pero también el amor, la intimidad y los ciclos de la vida. Y la educación, al menos para la generación más joven.
El cine de Tatiana Huezo posee una constante búsqueda formal y estética, pero también de ética. Trabaja con las historias de otros y las comparte con distancia y cercanía al mismo tiempo, pero sobre todo con profundo respeto. La presencia de los temas de carácter social, la infancia, la mujer y la violencia no explícita, se reflejan con el gran humanismo que impregna a todas sus complejas obras.