Por Diego Martínez
Desde San Miguel de Allende
Aunque la presencia del homenajeado internacional Roger Corman se ha reservado para la ciudad de Guanajuato, ya comienzan a realizarse algunas actividades en torno a su figura. Por un lado, la proyección del documental “Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel” (2011), que narra la vida y trayectoria del director y productor mejor conocido como el “Rey de la Serie B” y, por otro lado, las escalofriantes proyecciones de algunas de sus obras más reconocidas dentro del panteón municipal a la medianoche, al parecer, uno de los eventos con mayor demanda.
La carrera de Roger William Corman se caracteriza por una vasta producción de películas (alrededor de 400 títulos) de muy bajo presupuesto. Desde su ópera prima “Monster from the Ocean Floor” (1954), sobre un monstruo que vivía en una cueva de Puerto Vallarta, Corman hubo de fungir como “hombre orquesta” con la finalidad de ahorrar la mayor cantidad de dinero posible, pues trabajaba como productor a la vez que lo hacía como conductor del camión que transportaba el equipo.
En 1955, al conseguir su primer contrato con la American Releasing para producir la versión original de “The Fast and the Furious”, Corman se aseguró de establecer una cláusula que al final de cada producción le permitiera obtener una garantía para realizar su siguiente película, fue así como logró definir sus propios tiempos de producción y llegó a realizar –incluso– hasta 18 filmes en un solo año. “The Little Shop of Horrors” (1960), por ejemplo, se filmó en tan sólo dos días y una noche.
A pesar de las fallas técnicas que presentaban la mayoría de sus películas, el proyecto más ambicioso y de mayor éxito comercial para Roger Corman se llevó a cabo durante la década de los sesenta, cuando se decidió a filmar adaptaciones de algunos relatos de Edgar Allan Poe protagonizadas, en su mayoría, por el actor estadounidense Vincent Price.
Fue en las primeras producciones de Corman que muchos actores y directores ahora reconocidos comenzaron su carrera. Personajes como Jack Nicholson, Robert De Niro, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, entre muchos otros, se formaron inicialmente en ese sistema de producción acelerado e ingenioso (a causa del presupuesto limitado) que llegó a ser conocido –irónicamente– como la “Escuela de Corman”.
Años más tarde, tras algunos problemas con la American Releasing (que de la mano de Corman se había convertido en la American International Pictures), el productor decidió abandonarlos e independizarse para fundar su propia empresa, New World Pictures, con la que no solamente extendería su filmografía, sino que se dedicaría a distribuir y comercializar películas extranjeras de autores como Ingmar Bergman, Akira Kurosawa, Federico Fellini, François Truffaut, entre muchos otros.
Hacia la década de los setenta, la apertura ideológica generada como consecuencia de la revolución sexual permitiría que la filmografía de Corman se tornara hacia temáticas más libertinas con títulos como “La gran casa de las muñecas” (1971), “La caja caliente” (1972), “Enfermeras de llamada nocturna” (1972), entre muchas otras. Pero simultáneamente, dos enormes lanzamientos de las grandes industrias cinematográficas condenarían su trabajo: “Tiburón” (1975), de Steven Spielberg, y “La guerra de las galaxias” (1977), de George Lucas.
Aquello que Roger Corman había logrado realizar con mínimos recursos a lo largo de varios años, la industria cinematográfica había decidido adoptarlo como un modelo de fabricación con costos exorbitantes que estaban fuera del alcance de cualquier cineasta independiente.
A partir de entonces, la trayectoria de Roger Corman se vio opacada por la industria cinematográfica, y sin embargo, es indudable el legado que el director y productor norteamericano heredó a la cinematografía de horror y ciencia ficción. Fue por ello que, en 2010, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas decidió otorgarle el Óscar Honorífico por su amplia trayectoria.
En vísperas del homenaje que le rendirá el GIFF en la ciudad de Guanajuato, cabe recalcar que la trascendencia de Roger Corman radica en la aceptación del público hacia su obra que, lejos de considerarse una apología del cine kitsch o de baja calidad, significa la valoración de los orígenes de un género en específico, es decir, de todo aquello que fue necesario llevar a cabo para que el cine llegara a ser como lo conocemos el día de hoy.