Por Ulises Pérez Mancilla
A Sebastián del Amo, nominado al Ariel a la mejor ópera prima por “El fantástico mundo de Juan Orol” le llevó 6 años levantar el proyecto: “sin duda uno de los momentos más emocionantes de mi vida fue cuando grité corte en la última escena de la película. A todos en el set se nos caían las lágrimas”. Sebastián, quien en unas semanas filmará su segunda película (“Cantinflas”) está consciente de que es un director afortunado.
Sebastián se graduó en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) como fotógrafo: “estuve tratando de ganarme la vida ejerciendo el oficio durante 10 años sin mucho éxito”. Por una cuestión personal se fue a vivir a España y ahí fue donde escribió el guión de Juan Orol: “estaba a punto de retirarme del medio, escribí el guión por hobby, pensé que a los españoles les podía parecer interesante el personaje y que sería factible venderlo”.
“El hecho de que fuera considerado el peor director en la historia del cine mexicano, fue una cosa que me pareció muy graciosa y que me generó un morbo especial al explorar por qué diablos habiendo tantos directores malos en el pasado, en el presente, y en el futuro del cine mexicano ¿por qué a este señor se le adjudica ese tan poco honorable título?”
Al final, Sebastián hizo de ese guión su primera película (que en Guadalajara de 2012 le otorgara el Mayahuel a la mejor ópera prima y lo hiciera acreedor a 9 Pantallas de cristal) y aunque estuvo a punto de declinar varias veces antes de consolidar su financiamiento, había un motor que lo impulsaba a seguir hacia delante: “la película es un homenaje a un período de la historia que a mí me encanta”.
Uno de los paralelismos que siempre le interesó fue que, desde su punto de vista, la vida de Juan Orol de cierta manera iba de la mano con la evolución del cine mexicano: “no era el mejor amigo de la crítica especializada, pero es un personaje que bueno o malo tuvo una dimensión en la historia y para mí era importante reconocérselo. Él, de alguna manera definió la estética de cabaret, inventó géneros, descubrió a actrices, trajo la música cubana al cine mexicano… sin proponérselo, porque no tenía ningún tipo de planteamiento artístico ni de postulado, él fue un innovador y un precursor”.
Para Sebastián del Amo, Orol era el “eterno perdedor” pero cree fervientemente que en el análisis de gente como él (“que eran los talacheros de la industria, los que vivían al día produciendo películas”) se puede explicar que alguna vez hubo una época de oro en el cine mexicano, que no tiene que ver con el glamour, ni las grandes luminarias.
¿En la actualidad, permanece algún tipo de herencia de esos tiempos?
“Sobreviven sobre todo los vicios. La inequidad en la distribución y lo del peso en taquilla es una herencia directamente de esa época, de lo que estableció William Jenkins que era director de la Compañía Operadora de Teatros, él repartía el bacalao en el cine mexicano, era el dueño de todos los cines de México y es algo que ahora el señor Ramírez quiere amular… Los productores de la época, estimaban su película en 500 pesos, por decir una cifra, y le pedían 400 al Banco Nacional Cinematográfico, que era el organismo estatal que utilizaba el dinero público para financiar sus películas, luego le pedían 100 al sr. Jenkins. Y ya que tenían los 500 se clavaban 250 para comprarse su casa en el pedregal y filmaban su película con 250. Ya una vez terminada la película se la llevaban al gringo que se las compraba en 100 pero como entonces ya le debían 100… No les interesaba si la película recuperaba, lo prestado al organismo quedaba como una deuda a perpetuidad, y a la mejor la película en cuestión era “Nosotros los pobres” que a Jenkins le generaba 20 millones de pesos, por decir algo”.
El tema de la distribución toca fibras sensibles en Sebastián del Amo: “todo el camino está lleno de satisfacciones y de decepciones. Yo estoy encantado con el resultado de la película a pesar de haber tenido una mala experiencia con los señores de los cines, porque la exhibición de El fantástico mundo de Juan Orol no fue una buena corrida comercial para nada”. Sin embargo, asimismo está consciente de que no fue una cuestión de mala suerte, ni algo que le hubiera pasado exclusivamente a él o a su película: “visto todo el proceso, he sido muy afortunado de encontrar una distribución. Lo que te sabe muy mal es enfrentarte al negocio salvaje del cine en México, y es que eso sólo pasa aquí, porque hasta en Estados Unidos existen regulaciones para que no existan esas diferencias brutales… ¿Cómo competir contra Iron man?”
Sebastián tampoco es un director que esté peleado con el cine comercial: “Sí quise hacer una película amena sin renunciar a hacer una película inteligente con un planteamiento estético y visual, creo que ambas cosas son perfectamente compatibles. El cine comercial no tiene que ser necesariamente bobo o de pastelazo, se puede encontrar un equilibrio”.
Sebastián me recibe en su oficina de producción donde prepara “Cantinflas”, que tentativamente arranca su rodaje el 24 de junio. “Sigo en la línea biográfica, aunque ésta vez el guión no es mío” aclara, y al mirar de reojo las fotografías del impresionante casting (más de 90 actores interpretando a íconos del cine nacional e internacional) no me sorprende que entre declaración y declaración, Sebastián me diga que su canal de televisión favorito es el canal de cable “De película”.
“El público mexicano consumía cine mexicano y había una empatía con las historias. Es una cosa que hemos perdido. Yo creo que la responsabilidad que debemos encarar es encontrar la manera de que el público mexicano se reconcilie con el cine mexicano para que lo consuma y podamos eventualmente ser autosuficientes y ya no tener que depender de los apoyos estatales, de los fondos o de la buena o mala ventura que podamos tener con los señores de los cines… Sólo así podremos empezar a hablar de una industria, mientras tanto seguiremos siendo entusiastas”.
Al referirme a sus nominaciones al Ariel (4 en total) Sebastián es directo: “honestamente, no quiero sonar petulante pero sí esperaba las nominaciones a la película. El trabajo de todos los departamentos fue realmente espectacular. La nominación de Carlos Hidalgo de foto es muy merecida, porque hay un gran trabajo de investigación detrás y se nota… Es el mismo caso de Déborah Medina, que rescató parte del vestuario original de María Antonieta Pons… la nominación de Roberto Sosa es merecidísima, si hay justicia en esos premios se tiene que ganar el Ariel, definitivo”.
Esa pasión con que habla de su equipo de trabajo, se extiende hacia los que no alcanzaron la nominación, como su diseñador de producción Christopher Lagunes y el equipo de maquillaje (Maripaz Robles y Roberto Ortiz): “la verdad si extrañé esas nominaciones… Sé que los premios son más una cuestión política en la que intervienen varios factores, pero me encantaría llevarme los cuatro porque eso sería como un llamado de atención a los distribuidores de que vale la pena que la vea la gente”.
Recientemente, “El fantástico mundo de Juan Orol” viajó al 3er Festival de Cine de Pekin donde compitió en la Sección Oficial. Y antes ya ha estado en otros festivales y foros internacionales: El festival de Shanghai, el Festival de Cine Latino de San Diego, el Festival de la Cinemateca Uruguaya y hace unos días en el Hola México Film Festival de los Ángeles. Nada mal para un fotógrafo a punto de retirarse que llegó a la dirección “de rebote” y por la puerta grande. En retrospectiva, Sebastián del Amo estaría dispuesto a invertir nuevamente los doce años de trabajo desde que Orol comenzó a rondar en su mente: “lo volvería a hacer sin pensarlo a pesar de que sí hubo muchos momentos de angustia. Estuve a punto de desistir con el tema del cine, incluso ya con el proyecto a punto de arrancar se nos cayó cuatro veces… en una de esas ya me iba yo a dirigir un equipo de tercera división a Cancún, viví 2 años con 50 pesos en el bolsillo… Definitivamente, el mayor regalo que me ha dado la película es la oportunidad de hacer la segunda”.
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