Ulises Pérez Mancilla/Enviado
  

Morelia, Mich.- Cuando se pensaba que el cine de migrantes había llegado a su punto máximo con Norteado, llega A tiro de piedra del director debutante Sebastián Hiriart, recién desempacada y premiada del Festival de San Sebastián, a sumarse a las películas que se abanderan con la premisa de: “¡Y qué tal si hacemos una peli , sin guión, donde todo sea improvisado. Nos vamos de viaje con una cámara y ya después en edición vemos qué historia armamos“.
  

Gabino Rodríguez es el protagonista y coautor del “guión” o escaleta, consagrándose definitivamente como el talento fetiche de este tipo de proyectos. Lo mismo ha hecho con Nicolás Pereda en el pasado, pero con Hiriart, logra un perfeccionamiento de su obra al grado de que su trabajo como actor se siente cada vez más desdibujado, como si estuviera fastidiado de actuar. No sorprendería que de un momento a otro, debutara como director de cine, cosa que ya hace en teatro.
  

A tiro de piedra cuenta la historia de Jacinto, un pastor ovejero de San Luis Potosí que se encuentra un llavero con la estampa de una localidad de Oregon y se obsesiona con ir ahí a partir de un sueño que tuvo. Así, emprende un viaje a Estados Unidos que recopila todos los clichés de este tipo de cine a pesar de que Jacinto no cruza la frontera por vivir el sueño americano, sino por una descabellada motivación personal. Según el director su premisa está basada en Las mil y una noches.
  

Ahí están los planos abiertos de atardeceres hermosos con la silueta de un migrante y su sombrero de frijolero, las interminables pasaditas por el desierto, las peripecias narrativas del bueno-bueno que se ve abusado por unos malos-malos por su inocencia, la prostituta noble que le ofrece una mano para cruzarlo, los gringos tontos, a veces mala leche, a veces caritativos y la inaudita admiración por la cultura gringa.
  

Dice Sebastián Hiriart que su película no es de migrantes, y en estricto convencionalismo tiene razón. Jacinto no va al otro lado por las típicas motivaciones, pero sí por un ideal personal que lo lleva a recorrer el mismo camino espinoso que recorre un migrante. Si lo matizamos, viene a ser lo mismo. Y lo mismo dice Iñarritu sobre Biutiful, cómo si el contexto no determinara las emociones de los personajes aun en sus contratiempos más extremos.
  

La película tiene varias virtudes, entre ellas, la fotografía del propio Hiriart y una destacada edición de Pedro G. García, que hila con maestría lo que a los autores les dio weba o menospreciaron de origen. Festivalera hasta los huesos, tiene serias posibilidades de erigirse como triunfadora en Morelia.
  

EN LA IMAGEN: Sebastián Hiriart.