Por Manuel Cruz

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Es hora de jugar a las deducciones: supongamos que tu eres mi amigo, y te digo que mi hermano ha muerto. Si me conoces desde hace muchos años (y quizás, consecuentemente, lo conocías a él) seguramente te afectaría mucho, al grado de permanecer en tu memoria durante varias semanas.

Por otro lado, si me conoces en una fiesta y te doy la misma noticia, probablemente no te afectará tanto, aunque tengas una reacción. Ahora imagina que estamos en la misma fiesta, no hemos hablado aún, pero le cuento a un grupo cercano la historia de un hombre cuyo hermano murió en Tailandia, tal como lo escuché en las noticias de esta mañana.

De los tres escenarios, ¿cual crees que permanezca menos en tu memoria, en tiempo e importancia? Si escoges el tercero, no es una mala respuesta

Y lo mismo puede decirse de “Sólo Dios Perdona”, una película sobre Julian (Ryan Gossling, punto) cuyo hermano es brutalmente asesinado en Bangkok tras haber cometido un crimen. ¿Qué crimen, quién lo mató, qué hará Julian al respecto? Bah, ¿Quién quiere una película con respuesta a esas preguntas? Se esta mucho mejor viendo la cara absolutamente plana de Gossling en cada toma, a Kristin Scott Thomas con un cabello muy rubio, y unas cuantas katanas por aquí y por allá… finalmente, es una cinta que toma lugar en Asia, se puede meter un cliché o dos para quedar bien.

“Sólo Dios Perdona” descansa en un error simple, pero esencial: colocar escena tras escena de tensión dramática – que se resuelve bastante bien, al presentir que un señor tailandés está a punto de desmembrar con creatividad a otro -, sin ninguna relevancia hacia la historia o sus personajes: esto funciona bien en Ninja Gaiden, pero no en una película: se convierte en el relato de mi hermano durante dos horas, sin personajes diferentes entre sí, literalmente apareciendo y desapareciendo en pantalla (sin efectos especiales) y o matándose o viendo quien va a morir primero. Y decir que son personajes es una exageración: aunque Gossling es el único rubito tronadón de la cinta, es tan llano como los demás. Scott Thomas sólo se distingue por ser su madre, regañarlo un par de veces y planear la venganza de su hijo muerto que, al tener tan poca personalidad como el resto, hace imposible que nos interese, él, su muerte, y toda la película.

Las actuaciones son tan malas que dan risa (especialmente cuando Julian lleva a su “novia” a conocer a su madre), y uno de los pocos elementos llamativos de la cinta es su fotografía y estilo de color, aunque estos se vuelven rápidamente aburridos.

Seguramente hay una tesis simbólica en “Sólo Dios Perdona”. La cinta está finalmente dedicada a Alejandro Jodorowsky, e incluye secuencias dentro de la mente de Julian, pretendiendo ser más extrañas que la realidad. Quizás sea interesante para los más duchos en cultura tailandesa, y una verdadera caja de galletas para los ubicados. Pero me resulta imposible ver el lado metafórico de una cinta sin un solo elemento (usualmente narrativo) que cause apego. Que realmente importe, y no sea como ver una envoltura de navidad, y no el regalo.

Si Dios tiene buen gusto, no perdonaría esto.

“Sólo Dios perdona/Only God forgives”, Nicolás Winding Refn, Francia-Estados Unidos-Suecia-Tailandia, 2013.

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Por S TP