Por Rubén Martínez Pintos

¿Qué es un giallo?

La palabra giallo significa amarillo en italiano y se refiere a su vez a novelas de misterio publicadas en el país de la bota, principalmente por la longeva editorial Mondadori, donde el color amarillo impregnaba las portadas. Las historias eran de Agatha Christie, Edgar Wallace, Edgar Allan Poe y otras conocidas plumas del suspenso literario. En el sentido tanto de la industria de la literatura y eventualmente cinematográfica, la palabra giallo se refiere a un misterio de asesinato que debe ser resuelto en el final del relato.

¿Cuándo y como comienzan los giallos en el cine?

La película “Giallo” (Mario Camerini, 1933) adaptaba una historia de Edgar Wallace sobre una esposa que sospecha que su marido es en realidad un prófugo de la ley. Si bien en años posteriores la realización de thrillers no sería algo raro en la industria fílmica italiana sería hasta los 60 que el giallo empezaría a tomar la forma con la que se le conoce internacionalmente.

Mario Bava dirige en 1964 lo que se considera uno de los primeros giallos, “6 Donne Per L’assassino”, conocida en nuestro continente como Blood and Black Lace. La historia de un grupo de bellas modelos que son asesinadas por un misterioso individuo que cubre su rostro reúne varios de los elementos primordiales de este tipo de relatos; una fotografía con colores delirantes, una banda sonora que logra crear una suerte de sinfonía siniestra y por supuesto el elemento erótico encarnado por hermosas mujeres que verán su fin, todo esto en una compleja combinación de macabras imágenes que estremecen y a la vez estimulan los sentidos.

Por su parte Umberto Lenzi dirige en esa misma década “Orgazmo” y “Cosi Dolce…Cosi Perversa”, ambas de 1969 y ambas protagonizadas por la estrella de Hollywood Carroll Baker. En estas historias el erotismo cobra aún mayor fuerza de la mano de otro elemento narrativo: el gaslight. Esta palabra se refiere a una serie de tácticas diseñadas por uno o varios antagonistas para confundir al protagonista de la historia y hacerlo creer que ha perdido la razón. La cinta británica de 1940 del mismo nombre introducía el concepto en el cine y los giallos italianos no tardaron en hacer uso de dicha idea como combustible para sus guiones. Es entonces común que varios héroes del giallo crean ser acosados por fantasmas o entes sobrenaturales, cuando todo es una mera maquinación de algún otro personaje.

En 1970 aparece Dario Argento con “El Pájaro de las Plumas de Cristal”, un misterio de asesinato que involucra una pieza de arte y un recuerdo borroso, ambos elementos recurrentes en los giallos de Argento, así como un individuo común que se convierte involuntariamente en detective. Usar nombres de animales en los títulos evoca una sensación tanto primitiva como enigmática, llamando a nuestros instintos más básicos. Otros productores no tardarían en emular el éxito de Argento y cineastas como Lucio Fulci, Sergio Martino y varios más aportarían sus propias interpretaciones de relatos de giallo.

En la década de los 80 iniciaría el declive de la industria cinematográfica italiana. A pesar de ello aún aparecerían giallos, algunos dirigidos por Lamberto Bava, hijo de Mario Bava. Del otro lado del atlántico Hollywood no tardaría en empaparse de la sangre amarilla de estas cintas y sería Brian de Palma el encargado de tropicalizar estas historias en cintas como “Dressed to Kill” y “Body Double”. Los ingredientes de erotismo, misterios por desentrañar y asesinos con parafilias particulares estaban ahí, aunque con un toque menos operático a comparación de sus contrapartes italianas. Otros países también intentarían inyectar este tipo de cintas en el imaginario colectivo local, desde la joya de culto de Hong Kong “He Lives By Night” (Po Chih-Leong, 1982) hasta la sátira de la clase media mexicana “Terror y Encajes Negros” (Luis ALcoriza, 1985) por mencionar algunos ejemplos. Ya fuera un asesino demente con afición por la ropa femenina o, en el caso de la cinta mexicana, un psicópata con un fetiche muy peculiar que acosa a Maribel Guardia, de un modo u otro elementos del giallo se hacían presente con diferentes mascaras culturales.

¿Qué hace a un giallo ser un giallo y que lo diferencia de un slasher?

Como ya se mencionó, un giallo es un misterio de asesinato que debe ser resuelto, ya sea por un policía o un ciudadano que por circunstancias ajenas a su control se ve envuelto en un crimen como testigo involuntario. Las victimas serán tanto hombres como mujeres aunque es probable que estas últimas sean las más frecuentes. La mujer como victima en el cine de horror es un tema de constante debate. Algunos consideran que solo se refuerzan viejos estereotipos narrativos al ver el cuerpo de una dama violentado. Lo cierto es que directores y guionistas del género siempre han entendido que los espectadores generalmente sienten mayor empatía por una figura femenina que por una masculina. En el giallo tampoco es raro ver a la mujer aparecer tanto como la heroína que neutraliza al sádico asesino o incluso como la misma perpetradora de los crímenes. El amarillo de esta cintas permite más matices de los que uno pudiera pensar inicialmente.

Historias de sectas con tendencias satánicas tampoco son raras en el giallo, esto gracias a la influencia de”Rosemary’s Baby” (Roman Polansky, 1968). Películas como “Short Night of Glass Dolls” (Aldo Lado, 1971), “The Perfume of the Lady in Black” (Francesco Barilli, 1974) y “All the Colors of the Dark” (Sergio Martino, 1972) juegan e incluso explotan el temor de estas sectas satánicas luego del siniestro caso de Sharon Tate y su muerte a manos de los seguidores de Charles Manson. La realidad y la fantasía se confunden, drogas alucinógenas de la época muchas veces de por medio, en estas historias. Edwige Fenech, icono del cine popular italiano nacida en la Algeria francesa, es la protagonista de la cinta de Martino. Al ser invitada a una ceremonia de un grupo al que pertenece su vecina la sensual damisela de cabellera negra y mirada llameante se verá acosada por miembros de un grupo de adoradores del diablo. Martino crea un caleidoscopio de imágenes que nos intoxica y nos deja tan aturdidos como a la sensual Fenech.

Que la realidad se distorsione y se vuelva un sueño producto de una fiebre cinematográfica es una constante en los giallos. A la par los guiones se enfocan en jugar con nuestras expectativas, rayando muchas veces la delgada línea de lo probable y lo inverosímil. Que la lógica tenga que se sacrificada en el proceso de seducir a la audiencia es un pequeño precio a pagar. Para ayudar a volver más potente el hechizo los mejores compositores de este cine crearon melodías que van desde el lounge más embriagante hasta la estridencia más sofocante de percusiones y metales desenfrenados. Bruno Nicolai, Stelvio Cipriani, Ennio Morricone, Riz Ortolani y el grupo de rock progresivo Goblin compusieron perversas notas para acentuar cada puñalada y cada espejismo sangriento que presenciamos.

En cuanto al slasher es preciso subrayar que este nació como el hijo bastardo del giallo, influenciado profundamente por Ecología del Delitto, también conocida como “Bay of Blood “ (Mario Bava, 1971). El guion de aquella cinta era casi incoherente porque no era importante, lo esencial era entrar en una pesadilla de crímenes altamente violentos, filmados por el maestro Bava con gran lujo de detalle para aquellos días. El escenario, una cabaña en el bosque, así como los asesinatos de un grupo de adolescentes de hormonas desatadas marcaron la pauta a seguir para futuros slashers americanos. Dos escenas claves serían tal cual calcadas por Friday the 13th Part 2. Sin embargo, esto no significa que el giallo y el slasher sean lo mismo.

No solo las decisiones estéticas de un giallo diferen por completo de un slasher, también las motivaciones y el enfoque. En el giallo hay un asesino por desenmascarar y un misterio que resolver (el móvil, las parafilias del asesino) mientras que en el slasher todo esto sale sobrando. Hay una razón por la cual los giallos no tienen secuelas; una vez capturado el asesino no hay razón para que este regrese. El asesino del slasher es en cambio una figura inhumana que representa una emoción visceral aguda, un temor que despierta en la audiencia y por ende no necesita mayor explicación o siquiera ser de carne y hueso. Michael Myers, Jason y demás figuras del slasher son maquinas de matar vacias por dentro. A pesar de ambos tener historias de origen lo que los define son sus acciones y no algún posible perfil psicológico elaborado. Caso contrario del giallo donde hasta el asesino más perverso tiene una lógica detrás de su caos. Un ejemplo es el asesino de “The New York Ripper” (Lucio FUlci, 1982) donde un asesino es impulsado por un odio absoluto hacia el placer sexual femenino. Su tarjeta de presentación es una macabra imitación de la voz del Pato Donald, una broma nefasta asociada a su afecto desmedido por su hija, quien se encuentra en cuidado intensivo en un hospital.

Si bien la violencia sexual puede ser un elemento común en los giallos tampoco obedece a un deseo de castigar algún tipo de libertinaje sexual, todo lo contrario a los slashers donde la promiscuidad de jóvenes se vuelve su beso de la muerte. Los giallos siempre fueron impulsados y motivados por la liberación sexual de la era del amor y paz. El giallo es desinhibido en todos los sentidos y no carga con ninguna culpa en cuanto a los placeres de la carne se refiere. Tanto por su estética como por su desarrollo y objetivos los giallos y slashers no tienen mucho en común. Pongámoslo en otras palabras; un giallo es una bella sinfonía mortal, con arreglos cuidadosamente compuestos. Mientras que un slasher es alguien que azota las teclas de un piano una y otra vez. Existen por supuesto giallos menos exuberantes en su presentación, pero volviendo al punto original, lo que los hace girar es un misterio de asesinato y por ende una investigación. Si no hay un enigma que desentrañar y un asesino que revelar entonces es casi un hecho que la cinta que ven, por muchas cuchilladas que tenga, no es un giallo.

¿Existen los neo giallos?

Algo que hay que entender de los giallos es que son un producto no solo de su tiempo sino de su entorno cultural netamente europeo. Intentar reproducir la apariencia de estas películas se antoja como un anacronismo caprichoso. Los interiores de las casas y departamentos italianos de inicios de los 70 tenían su propia personalidad. Incluso si la apariencia del giallo era sobria el mero decorado delataba las tendencias de aquellos años, ni hablar de la moda al vestir. Algo como el departamento gloriosamente amarillento donde vive Tere Velázquez con su esposo en “The Killer Must Kill Again” (Luigi Cozzi, 1975) es algo que existe en una capsula del tiempo y tratar de imitarlo sería una frivolidad posmoderna.

Es innegable que existe toda una generación de cineastas fuertemente influenciados por el cine italiano de género. Figuras como Nicolas Winding Refn y Edgar Wright no ocultan su pasión por el cine de horror y fantástico con sabor a pasta. El primero realizó “The Neon Demon” dejando muy en claro su influencia del giallo al empapar a sus bellas damas de colores rojo neón. La historia, sobre un grupo de modelos despiadadas y toda la repugnancia que esconde la industria de las pasarelas, grita a los cuatro vientos el nombre de Mario Bava como santo patrón a seguir. “Last Night in Soho” de Wright coquetea con Dario Argento en diferentes momentos y también se enfoca en la sordidez del glamour de, en este caso, Londres de los 60.

¿Se le puede llamar a estas dos películas neo giallos? Sin duda el término, de tener que aplicarse, se podría usar con estas dos obras aunque entendiéndose por neo giallos obras que se desenvuelven en un mundo con un contexto social diferente, uno donde el género ha sido revalorado luego de años de ser vapuleado por la crítica. Por otro lado pastiches como “Amer”, “The Strange Colour of Your Body’s Tears” (ambas cintas de la dupla formada por los franco-belgas Helene Cattet y Bruno Forzani) o el slasher uruguayo “Al Morir la Matinee” (Maximiliano Contenti) difícilmente se les puede considerar giallos a pesar de su insistencia en presentarse como tales. La uruguaya es, una vez más, un slasher sin mayores pretensiones. En cuanto a la pareja de realizadores estos sin duda desean hacer homenajes al género, pero al omitir contar alguna historia concisa no hacen mas que anularse como giallos. La miopía principal de nuevas generaciones de cineastas que quieren homenajear el pasado es no entender que las cintas y directores que idolatran tenían como función principal contar historias y no ser solo un ensamble de visiones prestadas del pasado. Presentar a un asesino con guantes negros que mata mujeres bellas no hace a una película giallo, así como ponerle salsa de tomate a una bola de masa no la convierte en automático en pizza.

Sin duda seguiremos presenciando futuros largometrajes influenciados por todo el legado de docenas de cineastas italianos que deseaban presentarnos misterios seductores. El giallo no revivirá como tal, pero su fantasma amarillo siempre deambulara en los corredores de las salas de cine. El giallo tiene ya una página escrita en la historia del séptimo arte y no necesita secuelas ni arrogantes remakes (coffcoff LucaGuadagnino) para mantenerse vigente.