Por Pedro Paunero
Para este primer listado de películas que ver durante el verano, se han escogido títulos de lo más variados, desde cintas clásicas, pasando por el corto animado, el thriller erótico, la historia adolescente, la cinta políticamente comprometida, hasta el documental, demostrando con esto, que, más que una estación del año, el verano es un reflejo, y la proyección, de los deseos humanos.
Domingo de agosto
(Domenica d´agosto, Luciano Emmer)
Luciano Emmer, uno de los padres del neorrealismo italiano y quien descubriera a la actriz Lucia Bosé, narra una historia desarrollada durante un 7 de agosto, fecha en que se celebra la fiesta de San Gaetano en Italia. Los ciudadanos romanos, de todas las clases sociales, acuden en masa a la playa de Ostia. Una familia numerosa que apenas cabe en un taxi, una chica de clase trabajadora que se cuela en la zona de playa de clase alta y un muchacho que intenta enamorarla ignorando que ambos son vecinos del mismo barrio humilde, una panda de desesperados que intentan robar distintos negocios, amantes y casados, mentirosos y engañados. Sucesos aparentemente insignificantes que cambian una vida. Todos los personajes se mezclan, se juntan, escapan, se desencuentran y viven sus ilusiones en esta playa que supone el espejo de las intenciones del cine más comprometido y social de Luciano Emmer.
Un verano con Mónica
(Sommaren med Monika, Ingmar Bergman, 1953)
Mónica (Harriet Andersson), empleada en una verdulería, tiene 17 años, conoce a Harry Lund (Lars Ekborg), empleado en una cristalería, de 19 años, en un café. Ambos tienen diferencias con sus mayores, ella con su padre, él con su empleador. Enamorados, escapan de la ciudad en el bote del padre de Harry, hacia el archipiélago. Pasan días apasionados entre las rocas y la playa. Amándose sin importarles nada. Besándose, fumando, acariciándose, desnudándose, bañándose en el mar. Pero pronto la realidad los alcanza. Se les acaba la comida y tienen que robar. Y Mónica se queda embarazada.
Bergman retrata un “amour fou”, como sólo puede ser el adolescente, en el que se vive el presente sin pensar en las consecuencias con una sensual Harriet Anderson capaz de levantar suspiros juveniles. Con la estupenda fotografía naturalista y sensualista de Gunnar Fischer, fue la película por la cual Woody Allen conoció a Bergman y se volvió su admirador incondicional. Una de las más accesibles y conmovedoras películas del maestro sueco.
Las vacaciones del Señor Hulot
(Les vacances de Monsieur Hulot, Jacques Tati, 1953)
Los altavoces de una estación emiten incomprensibles instrucciones a un grupo de viajeros que corren de un lado a otro. Los sonidos repetidos del abrirse y el cerrarse de una puerta se tornan en cadencia rítmica. La playa es un hervidero de gente que se entrega a hacer nada. No faltan las travesuras de los niños y los accidentes habituales en la arena.
Y a esta playa llega el Señor Hulot (Jacques Tati), alto, torpe, desgarbado, con sus enormes pies y brazos a ponerlo todo patas arriba en este clásico de la comedia francesa y una de las mejores cintas de la historia.
La playa
(La spiaggia, Alberto Lattuada, 1954)
La guapa y sofisticada Anna Maria Mentorsi (Martine Carol) y su hijita Caterina (Anna Gabriella Pisani), estudiante en una escuela de monjas, van de vacaciones a la playa durante el verano de 1953. En el tren que las conduce, Anna Maria entabla una conversación con Silvio (Raf Vallone), el alcalde de la ciudad. Se hospedan en el “Palace”, un hotel para gente acomodada, que incluye un balneario. Los huéspedes, de inmediato, hacen amistad con ella, suponiéndola una viuda respetable. Pero el pasado de Anna, como prostituta, la alcanza. El buen alcalde tratará de hacer lo posible para enfrentar la frialdad de los demás veraneantes con la que, la descubierta y expuesta Anna, se enfrentará desde entonces.
Esta especie de revisión del cuento “Bola de sebo” de Guy de Maupassant, ataca la hipocresía a través de una puesta en escena que no evita los momentos agridulces de la célebre “Comedia a la Italiana”, de la mano de uno de sus mejores exponentes.
Un largo y ardiente verano
(aka. El largo y cálido verano/Noche larga y febril; The Long, Hot Summer, Martin Ritt, 1958)
Ben Quick (Paul Newman), acusado de haber provocado un incendio, arriba a un pueblo controlado por Will Varner (Orson Welles), que lo contrata como trabajador. Cuando vemos aparecer a Clara (Joanne Woodword), la hija del terrateniente, que mira al nuevo empleado con el musculoso torso sudado, entendemos que el pajar arderá en llamas otra vez, y muy pronto, en esta historia basada en varios cuentos de William Faulkner, ni más ni menos.
Duelo de actuaciones entre el gigante y patriarcal Orson Welles y Paul Newman, comiendo sandía, que demostró que podía actuar de verdad, en este clásico, lo que le valió ganar el premio a mejor actor en el Festival de Cannes. También fue la película por la cual Paul Newman y Joanne Woodward se conocieron, formando la legendaria, e inalcanzable, feliz y más estable pareja de Hollywood conocida hasta la fecha.
Verano de amor
(aka. En una isla tranquila al sur; A Summer Place, Delmer Daves, 1959)
El adinerado Ken Jorgerson (Richard Egan), su esposa Helen (Constance Ford), y su hija Molly (Sandra Dee) van de vacaciones a una isla veraniega. Jorgenson se tropieza con Silvia (Dorothy McGuire), su novia de antaño, casada con Bart Hunter (Arthur Kennedy), propietario de la deteriorada mansión en la que se hospedan en Pine Island, en Maine, un alcohólico al que detesta y con quien tiene un hijo, Johnny (Troy Donahue). A la vera de los hermosos paisajes el antiguo amor renace y los hijos se enamoran.
Película dolorosa por momentos, evocadora y triste, cuyo tema musical, escrito por Max Steiner, se volvió de antología.
De repente, el último verano
(Suddenly, Last Summer, Joseph L. Mankiewicz, 1959)
Basada en la obra de Tennessee Williams, con un guion suyo y de Gore Vidal, situada en la Nueva Orleans de 1937, cuenta la historia de la viuda señora Venable (Katharine Hepburn), que trata de convencer al Dr. Cukrowicz (Montgomery Clift), que le donará fondos para su hospital siempre y cuando le practique una lobotomía a su sobrina Catherine (Elizabeth Taylor). Los turbios (y teatrales) entresijos de la historia, se remontan a un viaje en el que murió Sebastián, hijo de la viuda. Sus razones, preservar el buen nombre de la familia.
Hermosa, sofisticada, y angustiada por instantes. Una obra maestra de Mankiewicz con un reparto sin igual.
Violencia de amor
(aka. Verano violento; Estate violenta, Valerio Zurlini, 1959)
Durante el verano de 1943, Carlo Caremoli (Jean-Louis Trintignant), hijo de un fascista, llega en tren a Riccione, una población de la Romaña italiana, acompañado de sus amigos a pasar unos días de juerga, ajenos a la guerra en la que está inmerso el mundo. Carlo conoce a Rossana (Jacqueline Sassard), con quien comienza un flirteo. Pero la guerra se hace presente. Durante la confusión que provoca el vuelo bajo de un avión alemán, una niña, Colomba, se pierde, lo que da pie a que Carlo conozca a Roberta Parmesan (Eleonora Rossi Drago), madre de la niña y viuda de un héroe de guerra, con quien empieza una nueva relación. La caída de Mussolini provoca que las casas de los líderes fascistas sean asaltadas y el padre de Carlo se ve en la situación de tener que escapar.
Este es el marco de la historia que narra el director italiano Valerio Zurlini, cuya inspiración encontró en su propia estancia en Riccione, cuando era un estudiante en las mismas condiciones que su despreocupado personaje y le marcara con un antes y un después, no sólo a nivel personal, sino como un instante que se prolongara en el mundo.
Eterno verano
(The Endless Summer, Bruce Brown, 1966)
Considerado como el “no va más” de los documentales sobre el Surf, la película de Bruce Brown captura la ingenuidad de la juventud estadounidense a comienzos de la Guerra de Vietnam. La cámara viajera acompaña a Mike Hynson y Robert August en su búsqueda de la ola perfecta, a través de las playas de distintos países en varios continentes, desde California a Tahití, pasando por Australia.
Brown, que funge como narrador, filmó una oda al verano y a las aspiraciones de libertad de la juventud, siempre en riesgo de ser alcanzada por la realidad adulta, pero sobre todo, y sin desearlo quizá, el fiel retrato de una época que pronto terminaría abruptamente.
Un verano caprichoso
(Rozmarné léto, Jirí Menzel, 1968)
La placidez de unas vacaciones a orillas de un lago, compartidas por tres amigos, Antonín Dura (Rudolf Hrusínský), dueño del burdo balneario, el Mayor Hugo (Vlastimil Brodský) y el sacerdote Roch (Frantisek Rehák), se ven perturbadas con la llegada de un equilibrista, Ernie el “conjurador” (el propio Jirí Menzel), haciendo trucos con las manos y caminando por una estrecha barra de madera, que los invita a su espectáculo. El pueblo acude en masa y los amigos encuentran al “conjurador” acompañado por su asistente, Anna (Jana Preissová, acreditada como Jana Drchalová), de la que de inmediato quedan prendados los tres hombres. Antonín tiene un flirteo con Anna (le frota los pies y las piernas toda la noche), mientras su esposa Katerina (Míla Myslíková) lo tiene con Ernie. Posteriormente Anna, cuya belleza ha puesto de cabeza el lugar, cena con el Mayor, que intenta violarla pero se queda dormido sobre ella, dando a entender no sólo un estado anímico del personaje, sino el estado de apatía espiritual del pueblo, al que los funambulistas han sacado, momentáneamente, de su letargo.
El director del clásico del cine checo “Trenes rigurosamente vigilados” (Ostre sledované vlaky, 1966), dirige con humor y preciosismo naturalista esta comedia que no evita los momentos de erotismo y pone a la amistad por encima de cualquier desliz amoroso.
Fue un verano corto, Charlie Brown
(It Was a Short Summer, Charlie Brown, Bill Melendez, 1969)
Sally no quiere volver a la escuela, pero cuando Charlie le cuenta que su mamá le ha comprado una nueva lonchera se decide por ir otro día más. Se tropiezan con Linus y Lucy, que le preguntan el porqué de la cara de angustia de Sally. Charlie Brown les explica que no quiere regresar al Jardín de niños. Algo entendible, después de haber pasado varios días de asueto y holgazanería. Ya en la escuela, una enojada profesora, les pide que compongan un ensayo, de quinientas palabras, sobre lo que hicieron durante las vacaciones del verano.
Los chicos recuerdan que Lucy tuvo la “feliz” idea de inscribirlos a todos en un Campamento de verano. Por supuesto, todo salió mal desde el principio, como esa cama que no podía tenderse o el que las chicas vencieran a los chicos en una competencia de nado y de remo, en el juego de béisbol, en la carrera de sacos y en mil y una competencias más. Mientras tanto, Snoopy ha parecido ser el único que se ha dado la gran vida, hasta que se le pide que salve el honor de los muchachos en un último desafío: el juego de vencidas.
Uno de los pequeños clásicos animados creados por Charles M. Schulz en su tira cómica “Peanuts”, un mundo en el que los niños mantienen a raya a los adultos, de manera divertida y hasta conmovedora.
El verano pasado
(Last Summer, Frank Perry, 1969)
Basada en una novela de Evan Hunter (autor también conocido como Ed McBain), quien adaptara el cuento “Los pájaros”, de Daphne du Maurier, para Hitchcock y prolífico autor de novelas policíacas procesales, cuenta la historia de dos amiguetes, Peter (Richard Thomas) y Dan (Bruce Davison) que, veraneando en la playa, se topan con una hermosa chica en bikini, Sandy (Barbara Hershey), preocupada por una gaviota moribunda que yace sobre la arena. El trío inicial, jalonado por el deseo, tendrá en Sandy a su titiritera, por quien se desvivirán sus admiradores masculinos, hasta que hallan a Rhoda (Catherine Burns), una muchacha tímida que hará lo imposible por pertenecer al grupo y contra quien, una celosa Sandy, se ensañará sádicamente.
El director de la película de culto “El nadador” (The Swimmer, 1968), nos muestra el lado cruel del verano en esta parábola sensual del despertar adolescente, y los impulsos atávicos del poder sexual, en plena playa.
Insólita aventura de verano
(aka. Insólito destino; Travolti da un insolito destino nell’azzurro mare d’agosto, Lina Wertmüller, 1974)
La millonaria y antipática Raffaella Pavone Lanzetti (Mariangela Melato), alquila, con un grupo de amigos, un yate para navegar por el Mediterráneo. Al marinero Gennarino Carunchio (Giancarlo Giannini), de ideología comunista, no le cae muy bien que digamos la señora. Y muy pronto tendrán que conciliar sus diferencias cuando ambos se encuentren, solos, a la deriva. Las cualidades de supervivencia del marino se ponen en evidencia al arribar a una isla y el lado primitivo, de la adinerada mujer, aflora. Los roles, así, se trastruecan, destruyendo la línea entre las clases sociales.
Divertida y transparente sátira social, y política, de una directora que goza poniéndole títulos estrambóticos y larguísimos a sus películas.
El rayo verde
(Le rayon vert, Eric Rohmer, 1986)
Los franceses tienen una lúcida y luminosa atracción por el verano, rayana en lo obsesivo. Perteneciente a la serie “Comedias y proverbios” de Eric Rohmer, en esta quinta película de la serie, se cuenta la escapada a la costa de Delphine (Marie Rivière), solitaria secretaria que deambula por la playa, buscando y buscándose, después de que su compañera de viaje echara a perder su salida al cancelarle.
“El rayo verde” quizá no se encuentre a la altura de otras cintas de Rohmer con tema veraniego (e. g. “Pauline en la playa”, del año 1983, o “Cuento de verano”, de 1996), pero sí se trata de la más personal, y una de las más inspiradas, de este poeta de lo cotidiano, que encuentra motivos profundos y dignos de ser narrados en el acontecer diario. Y el motivo de inspiración lo descubre, tanto el espectador, como la arrobada protagonista, en el legendario “rayo verde” que da título a la película, y que sólo es factible de observar bajo ciertas circunstancias muy especiales y junto al mar.
Todo un emblema atmosférico y cinematográfico del verano.
Verano en Louisiana
(aka. Amor de verano; The Man in the Moon, Robert Mulligan, 1991)
El director del indudable clásico “Matar un ruiseñor” (To Kill a Mockingbird, 1962), dirige esta película, complementaria de su otro clásico (un tanto menor pero inolvidable) “Verano del ´42” (Summer of ’42, 1971). Porque lo que ocurre a los muchachos de “aquel verano del ´42”, tiene su contraparte en lo que sucede a las muchachas de “Verano en Louisiana” en el año 1957. Dani Trant (Reese Witherspoon), una niña de 14 años que vive en una granja, se supone fea y desea ser tan hermosa como su hermana mayor, Maureen (Emily Warfield). Se hace amiga de Court (Jason London), mientras nadan en un lago, el hijo de la viuda Marie Foster (Gail Strickland), que parece comprender y compartir su intelecto e interés por las cuestiones profundas de la existencia. Dani, inevitablemente, se enamora del chico y pide consejos a su hermana mayor sobre la manera de besar y actuar en tales casos. Pero, después de aquel “beso perfecto”, Court descubre a Maureen con el esperado desconsuelo por parte de Dani.
“Verano en Louisiana” puede parecer otra película más sobre la iniciación sexual, teniendo como trasfondo el calor y los sonidos propios de la estación más calurosa del año, pero, en esta, que fue la última cinta de Robert Mulligan, director tan irregular como fascinante, se logran captar tanto la sensibilidad y la tristeza (tantas veces rayana en la cursilería, como bien ha señalado la crítica sobre su trabajo) del primer amor, como del primer desengaño amoroso.
El desconocido del lago
(aka. El extraño del lago; L’ inconnu du lac, Alain Guiraudie, 2013)
A orillas de un lago, y entre la floresta del bosque que lo bordea, se establece una especie de paraíso de los hombres. El amor homosexual campea a sus anchas, en medio de la paz y de uno que otro problemilla, mientras Franck (Pierre Deladonchamps) forma una amistad con Henri (Patrick d’Assumçao), un divorciado maduro, necesitado de una nueva oportunidad. Pero todo se tuerce cuando Michel (Christophe Paou), hace su aparición. Michel esconde algo, lo dicen sus conversaciones y gestos, que dejan entrever una personalidad explosiva y peligrosa. Es el sexo, en su vertiente más oscura y salvaje, lo que atrae a Franck, irremediablemente hacia Michel y el abismo que encarna.
El suspenso crece, como el escalofrío, hasta el violentísimo final en este thriller erótico francés, que sorprende por su honestidad, sin ambages ni concesiones.
Véase también; “Playa de terror: Cinco visiones cinematográficas” por Pedro Paunero:
http://www.correcamara.com.mx/inicio/int.php?mod=noticias_detalle&id_noticia=6340