Por Samuel Lagunas

En 1946 Jean Epstein bautizó al cine como una «máquina para soñar» aduciendo que los recursos aparecidos en el sueño, particularmente la deformación espacio-temporal, eran prácticamente idénticos en el estilo cinematográfico. La etiqueta halla sus orígenes muy pronto en el surrealista Jean Goudal quien, en 1925, no dudó en calificar al cine de «alucinación consciente». Este carácter onírico del espectáculo cinematográfico posee su terrible reverso: la pesadilla, cuya codificación en la pantalla suele aumentar en períodos de convulsión social que (re)activan, parafraseando a Roman Gubern, los temores más profundos y atávicos del hombre.

Precisamente “Wizards” (1977), segundo largometraje del animador palestino-norteamericano Ralph Bakshi (1938), explora esas ominosas posibilidades del cinematógrafo: la prolongación del terror. Pero el terror en “Wizards” no tiene que ver con el eterno descanso después de la muerte, ni con la pérdida de identidad, sino con la tiranía y sus monstruos: el ansia hiperbólica de poder, el saqueo y la guerra.

“Wizards” cuenta la lucha de dos hermanos: Avatar y Blackwolf. Blackwolf intenta dominar un mundo en ruinas (situado absurdamente miles de años después de nuestra era) mientras que Avatar, junto con la hada Elinore y el elfo Weehawk, intentarán resistir sus malévolos planes. Hasta allí nada suena muy original. Sin embargo, el gran acierto de Bakshi en esta cinta es la polarización magia versus tecnología que sustenta el antagonismo. Una guerra nuclear ha destruido la humanidad dejando solamente unos pocos mutantes sobrevivientes, lo que ha permitido que sean seres mágicos quienes vuelvan a habitar el planeta. La tensión, presente desde un inicio entre los hermanos, se agudiza cuando Blackwolf descubre un antiquísimo aparato que altera las emociones y el comportamiento de sus súbditos: un proyector. Fatídicamente, las cintas que contiene el proyector son videos donde aparece Hitler alentando a las tropas nazis al combate y numerosas escenas bélicas (tomadas de “Aleksander Nevsky”, 1971. de Eisenstein). El elemento hipnótico de las cintas provoca que los ejércitos de Blackwolf asesinen sin cansarse. La solución: ¡acabar con el cinematógrafo!

La preocupación, ¡en plena Guerra Fría!, por los resabios del nazismo se expresa también en aquella extraña película de Franklin Schaffner, “Los niños del Brasil” (1978), donde un grupo de neonazis intentan replicar las condiciones de vida de Hitler en numerosas familias para obtener decenas de Hitlers dispuestos a concluir lo que su predecesor dejó truncado. En “Wizards”, sin embargo, la angustia, aunque anclada en el mismo fundamento tecnocientífico, toma una forma más plausible y, por ello, más abrumadora. La memoria cinematográfica del dictador puede inducir a las conciencias a proseguir sus objetivos. No necesita ser clonado: basta su imagen. Y es que el uso tiránico del cinematógrafo no es algo que Bakshi haya descubierto. Basta recordar las altas censuras durante el nazismo y el fascismo. Pero en donde quizá el cautiverio del cinematógrafo tomó una de sus formas más monológicas y homófonas fue en Rusia, durante el período de Stalin, quien desde 1938 comenzó a aparecer en las pantallas erigiéndose en un hombre-mito más allá de la historia. Este romance entre cine y poder, incluso observado en las primeras cintas mexicanas donde aparece la figura de Porfirio Díaz montando su caballo, intenta ser la reflexión central de “Wizards”, pero acaba destilándose en un “happy ending” no muy distinto al de un capítulo cualquiera de una serie producida por Terrytoons, productora donde Bakshi se crio laboralmente. En 1972, el animador reailzó su primer largometraje, “Frtiz the cat” (1972), del que permanecieron en “Wizards” tanto la sordidez burdelesca de la atmósfera, como la festividad decadente de sus personajes. No están ausentes tampoco los chistes en doble sentido ni un erotismo, que visto desde hoy se antoja un tanto vulgar, expresado en el provocativo atuendo de Elinore.

“Wizards” encuentra su mejor momento en la batalla final donde se funden acertadamente la animación por rotoscopio, las escenas de películas previas y los dibujos propios. En algunos momentos, sobre todo aquel donde las balas del cinematógrafo parecen ser las que acaban con la vida de hadas y duendes, encontramos en la cinta un claro antecedente de lo que hará varios años después Ari Folman (“Vals con Bashir” [2008]) con el mismo propósito: evidenciar, por medio de la fusión del dibujo animado y del actor de carne y hueso, los excesos de una modernidad que encuentra en la guerra su forma más perversa y contradictoria.

Se trata, en efecto, del cine como distopía: como pesadilla.

Ficha técnica:
Título original: Wizards. Año: 1977. Duración: 82 min. País: Estados Unidos. Direccción/ Guion / Producción: Ralph Bakshi. Música: Andrew Belling. Fotografía: Ted C. Bemiller. Montaje: Donald Ernst. Reparto: Bob Holt, Jesse Welles, Richard Romanus, David Proval
Steve Gravers.