Por Hugo Lara Chávez
“La bruja” (“The Witch”, 2015), dirigida por Robert Eggers, está ambientada en la época de las colonias de Nueva Inglaterra, en el entorno del puritanismo religioso del siglo XVII donde ocurría la quema de brujas y la persecución de los herejes. Se trata de un filme muy inquietante, con una atmósfera de terror administrada brillantemente. Se trata del primer largometraje de este cineasta nacido en Nuevo Hampshire, Estados Unidos en 1982, quien tiene créditos como director de arte o diseñador de vestuario en otras películas, sobre todo cortometrajes. Esa formación se nota destacadamente en esta su ópera prima.
“La burja” narra la tragedia de una familia que es expulsada de su comunidad por insidias religiosas. William (Ralph Ineson) junto con su esposa Katherine (Kate Dickie) y sus cinco hijos (entre ellos dos gemelos y un recién nacido), se establecen aislados cerca del bosque, donde pretenden vivir de la agricultura. Un día, su hija adolescente Thomasin (Anya Taylor-Joy) juega con el bebé y en un descuido le es robado por una bruja. Esto desata la desesperación de la madre, quien culpa a Katherine de la tragedia. La zozobra se apodera de la familia cuando desaparece otro de los hijos, mientras que los gemelos comienzan a tener una conducta extraña.
El director y autor del guión propone un relato bien construido a partir de los siete miembros de la familia. El factor externo que los afecta es la bruja del bosque, una presencia que acecha todo el tiempo pero que con habilidad el director acomoda en unas cuantas secuencias. Esto provoca que buena parte del filme se defina por el terror psicológico, detonado por la suspicacia y desconfianza que se fermenta entre los miembros de la familia y que los lleva a la locura y la autodestrucción.
El ambiente de la granja solitaria contribuye al clima de perturbación, como sucede con la familia que se aísla en un hotel en “El resplandor” (1980) de Stanley Kubrick. Además, en “The Witch”, un macho cabrío con el que los gemelos juegan como si fuera su mascota, completa el cuadro de este puñado de seres alejados de la civilización, religiosos y esperanzados, pero también sumamente supersticiosos y vulnerables a la paranoia. En este trayecto, cobra fuerza el personaje de Thomasin, la joven adolescente que se ve acorralada por su propia gente y por los hechos demoniacos que la escogen como presa. La fantasía y la realidad se mezclan con sobriedad pero con irreprochable fuerza.
El director se apoya en el estupendo cuadro de actores a su cargo, con sobresaliente desempeño de Ralph Ineson y la joven Anya Taylor-Joy. La ambientación, el diseño de producción (con una paleta de ocres en tonos apagados), la poderosa música, redondean esta sobresaliente historia de magia negra.