Por Jean-Pierre Garcia
En exclusiva desde Cannes

“Valeur sentimentale” (Valor sentimental) de Joachim Trier (Noruega)
En competencia oficial

Entramos en esta película como un extranjero entra en una casa ajena: en silencio, con respeto, dejándonos guiar por lo que ella —la casa— decide contarnos. Todo sucede como si esta vivienda, testigo del tiempo, eligiera revelarnos su historia: la de una familia, sus amores, sus fracturas.

El alma de esta casa —como sus heridas— nació con ella, hace casi un siglo en Noruega. Apenas terminada su construcción, una grieta la atravesó del sótano hasta el último piso. Una grieta que evoca con fuerza los cuentos de Edgar Allan Poe, como si la arquitectura misma presintiera el drama por venir.

Pero no estamos frente a una típica saga familiar. Lo que filma Trier es algo más sutil y complejo: la dificultad de las relaciones entre un padre y sus hijas a lo largo de toda una vida. La madre murió joven. El padre —Gustav— es un cineasta reconocido, tan brillante en su arte como torpe en su rol de padre.

Desde que sus hijas eran pequeñas, Gustav fue un padre ausente. Incluso antes del divorcio, su mundo era el del cine, no el de la crianza. Lo reencontramos años después de la muerte de su ex esposa, cuando le propone a su hija Nora —actriz de gran talento— interpretar el rol principal de su próxima y última película.

Pero para Nora y su hermana Agnes, ser filmadas por su padre no es un simple asunto profesional: es revivir heridas de infancia. Recuerdan haber sido arrastradas a sets de rodaje, tratadas más como personajes que como hijas. Hoy, ambas llevan vidas propias: una es madre y esposa, la otra, actriz reconocida de teatro y televisión.

La película sigue los destinos entrelazados de Gustav, Nora y Agnes. En medio de una retrospectiva de su obra, Gustav se reencuentra con Rachel Kemp, una estrella norteamericana, y le ofrece el papel que su hija le ha rechazado.

Entre peleas, risas, sueños y viejos resentimientos, se teje este tríptico familiar donde el amor no es menos real por estar lleno de cicatrices. El guión —tan sutil como preciso— muestra cómo Gustav ha rondado la vida de sus hijas, como si su amor solo pudiera expresarse a través de su arte. Y, sin embargo, las quiere. Hoy como ayer.

La verdadera tensión dramática de Valeur sentimentale reside en esa delgada línea entre arte y vida. ¿Cómo separamos la creación de la experiencia real? ¿Qué elegimos proteger: la obra o la familia? Es un dilema sin solución clara, una lucha íntima que cada minuto reabre.

Pensamos en La gaviota de Chéjov, en los universos íntimos de Bergman, y quizás también en nuestra tendencia a valorar más la representación que la vida real.

Aunque todo parezca enredado, la historia fluye con una naturalidad que desarma. La puesta en escena, sobria y emocionalmente inteligente, nos atrapa. El tiempo se desvanece.

Muchos críticos en Cannes han salido profundamente conmovidos por “Valeur sentimentale”. Huele, sin duda, a Palma.

Por Jean-Pierre Garcia

Jean-Pierre García es crítico e historiador de cine, fundó y dirigió el Festival Internacional de Cine de Amiens, Francia, de 1980 a 2011, que muestra cine del mundo entero y ha desarrollado un papel muy importante en lo que se refiere al apoyo a jóvenes directores de África, Asia y América Latina. Organizó varias retrospectivas y homenajes al cine mexicano y participó en el libro Luz, cámara, acción: cinefotógrafos mexicanos. En 1996, creó el Fondo de Apoyo a Desarrollo de Guiones del Festival de Amiens. Ha sido integrante y presidente de varios jurados internacionales en Europa, África, Asia y América Latina. Es experto en políticas de financiamiento y apoyos a cines del hemisferio sur.