Por Joaquín Rodríguez *
Noticine-CorreCamara
En su quinta edición, el Festival Internacional de Cine Gay en la UNAM celebra la trayectoria de dos de los más destacados miembros de la nueva generación de cineastas mexicanos, cuyos nombres, en las últimas dos décadas, han integrado en numerosas ocasiones las filas de los más prestigiosos festivales alrededor del mundo.
Ya sea a partir de una prolífica producción de cortometrajes, que no cesa aún, y que tomó por sorpresa a todos cuando el panorama del cine mexicano en los 90 era francamente aterrador, y hasta los triunfos de los tres largometrajes dirigidos por Julián y producidos por Roberto, la de ellos es una trayectoria de excepción, ya sea por la belleza plástica de sus películas, el rigor de su trabajo formal, su constitución como una aportación fundamental a la escasa cultura cinematográfica “gay” de nuestro país, y sobre todo, por la fidelidad a una forma de trabajo y a un universo personal que está absolutamente alejado de cualquier concesión a la taquilla, la industria -¿cuál?- ó los convencionalismos.
El cine de Julián y Roberto está definido, entre otras cosas, por la honestidad y la valentía. No les importa ir a contracorriente de los modelos tradicionales, sí, pero lo más importante es que han tenido el coraje de desarrollar un imaginario homosexual que desafía a las mismas convenciones que los gays en este país se han autoimpuesto. No hay, en toda su obra, un solo personaje que atienda a los clichés que la propia comunidad “gay” festeja con frecuencia, y en este sentido habría que insistir en que la obra de estos dos autores es cualquier cosa menos complaciente.
Pero más allá de las etiquetas está el valor de una obra que ha contribuido al enriquecimiento de un lenguaje fílmico demasiado anquilosado. En el año 2000, cuando Julián abandonaba por primera vez el formato del corto con su mediometraje “Hubo un tiempo en que los sueños dieron paso a largas noches de insomnio…”, su participación en el London Lesbian and Gay Film Festival le valió el siguiente comentario de Rich Cline: “… cada cuadro está filmado con tanto cuidado y montado de tal manera que es prácticamente perfecto. Luz, sombras, audio y actuaciones se conjuntan –como en una película de Welles- para crear una atmósfera vívida, inquietante, melancólica y profundamente triste. Este es un asombroso film experimental que devela en Hernández un prometedor talento. Solo habrá que esperar que sus futuros trabajos salgan fuera de México, y sobre todo que sean vistos en Europa”.
El deseo de Cline, afortunadamente, se hizo realidad, y durante la primera década de este nuevo siglo el cine de Hernández y Fiesco ha viajado con fortuna por todo el mundo. Dos premios Teddy en el Festival de Berlín (apenas el segundo realizador que logra este doble privilegio después de Derek Jarman) lo confirman, aunque la lista de preseas es muy larga.
Mucho podría decirse, y se dirá, sobre la obra que hasta ahora nos han presentado estos dos brillantes egresados del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, pero cabe esperar aún más de ellos en el futuro.
[*]: En el marco del V Festival de Cine Gay de la Universidad Autónoma de México se rinde la próxima semana un homenaje al cineasta Julián Hernández y a su productor Roberto Fiesco, quizás los representantes más conocidos del cine “gay” en México y en toda América Latina, varias veces reconocidos en festivales como el de Berlín, con films como “Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, jamás acabarás de ser amor” o “Rabioso sol, rabioso cielo”. En la Sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario estarán ambos el martes 16 de febrero a las 19:00 horas.