Por Enrique López Terrazas.
Ridley Scott es un director que con cada película siempre me da más, mucho más de lo que esperaba, y en verdad no espero poco. Percibo, quizá erróneamente, que no se le da el reconocimiento que se ha ganado a pulso, con obras ineludibles como Alien, Blade Runner o Gladiador, para decirlo bien y para decirlo muy breve; aún menos por una valiosa labor que está cumpliendo, y que quiero hacer notar.
Creo que Ridley Scott le está regalando a las nuevas generaciones, o al menos, a las que coinciden en este tiempo, sus propias películas de género, a lo grande. Si nuestros abuelos, padres y demás ascendencia tuvieron su Demetrio, el gladiador, su Barrabás, su Quo Vadis, nosotros tenemos a “nuestro” Gladiador. Asimismo, si ellos tuvieron a Douglas Fairbanks, Errol Flynn, Sean Connery, Kevin Costner, o al Zorro de la versión de Disney (mi versión antes favorita), ahora tenemos a Russell Crowe, nuestro propio Robin Hood, un personaje y una película al modo y personalidad de este tiempo.
No se trata de un “rescate”, sino del tenaz desarrollo de los géneros del cine. Tampoco, estoy diciendo que haya que relegar las demás versiones… al contrario, el cine es memoria y se disfruta más con un bagaje. Cuando me refiero a nuestro Robin Hood quiero expresar: que es el que nos ha tocado “observar con nuestros propios ojos” en la vivacidad de la pantalla grande, es aquel en el que ponemos la reflexión sobre nuestro mundo, en términos de nuestros valores y riesgos, es el Robin Hood que nos emocionará y quizá, con un poco de suerte, el que surja de inmediato en nuestras mentes, cuando se oiga hablar de este personaje entre el mito y la historicidad.
Scott le da médula y sustancia al personaje, le da pasado, carga vital, lo plantea como el eslabón de los derechos civiles, una misión más rica que la del forajido, que también incluye para cumplir el canon, pero con un nuevo alcance, es otra clase de héroe que bajo este nombre no habíamos visto. Pero sobre todo, le da futuro… he oído algunos reproches sobre la secuela aludiendo trampa o avaricia, yo estaré fascinado de verla, agradecido de que Scott haya aprendido la lección, pues millones nos quedamos esperando la secuela de Gladiador, que nunca llegó.
La película te absorbe (en verdad no sé cuanto dura, ni una sola vez miré el reloj), te involucra de tal forma que puedes olvidarte de Gladiador, hasta que algunas escenas, sobre todo las de a caballo girando una especie de hacha, te recuerdan al General, pero están ahí como un guiño, estoy seguro, tanto como la alusión al unicornio en Blade Runner y muchas otras.
Lo dicho la película cumple, es vasta y emocionante, exacta en lo que desea transmitir, por instantes fascina, las escenas de batalla son magistrales, salvajes, feroces, angustiantes, llenan tu dosis de violencia. Crowe está muy bien (incluso dormido haría bien al héroe), Blanchett brilla y le da más dimensión a Lady Marion, siempre es grato ver al gran Max von Sydow, Danny Huston como el Ricardo está irreconocible y Eileen Atkins como Leonor de Aquitania embelesa en la pantalla.
Ridley Scott es como esas flechas vivas que atraviesan un gran tranco de paisaje cinematográfico, pasan silbando, parten la pantalla, atraviesan corazón y alma y dan justo en su objetivo, regalarnos una magnífica película, que por el puro gusto de las matinés extintas, es preciso ver al menos dos veces seguidas.