Por Lorena Loeza 

Las brujas y las princesas constituyen los arquetipos de las dos formas extremas de expresar la feminidad en los cuentos de hadas: o se es buena, bonita y virtuosa; o se es mala, fea y pervertida. En la fantasía no parece haber términos medios. Son las expresiones sobre las cuales  se han construido los atributos que debe tener una mujer y que lamentablemente muestran de manera maniquea lo que significa ser femenina. 

Sobre el debate que se puede dar alrededor de estos y otros estereotipos, son muchas las cosas que se han escrito, especialmente por parte de las corrientes feministas que han criticado con argumentos sólidos las transmisión de roles de mujer y madre que se desprenden de esta visión.  

Sin embargo, también es un hecho que a lo largo de los años el tratamiento de los personajes tanto de brujas como de princesas fueron modificándose y adaptándose  a las nuevas mentalidades. La casa Disney -a quien debemos la imagen más estereotipada de ambas figuras- se vio en la necesidad de depurar su modelo de bruja y princesa a fin de que hubiera mayor punto de identificación con las niñas actuales. Es así que las princesas no son ya todas iguales, ni tienen el mismo carácter, incluso es preciso elegir cuál es con la que más te identificas, lo que incluso podría ser un excelente modelo para test sicológico. Aquí algunas de las características más relevantes de las princesas más populares de la Casa Disney. 

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Blanca Nieves: La ingenua. La primera de las princesas de Disney y la que encarna el espíritu de la pureza. Blanca Nieves nunca es consciente de la envidia que se genera a su alrededor, ni lo que en realidad provoca su belleza en los demás. Sabido es que el asunto de la manzana es una metáfora al estilo del pecado original en Adán y Eva. Un espíritu  puro e ingenuo encuentra su mayor grado corrupción cuando sucumbe a la tentación, representada en este caso en la manzana. Pero el asunto se salva con el beso del verdadero amor, y el castigo a la maldad para que Blanca Nieves siga viviendo en medio de la pureza y la ingenuidad.  

Cenicienta: La afortunada. Cenicienta no nace con sangre real. La gana después de años de trabajo duro y explotación por parte de su madrastra y hermanastras. Pero la Cenicienta no se gana su pase a la realeza con trabajo, sino con la ayuda del hada madrina y los ratoncitos que le hacen el vestido. No es un ejemplo de superación, sino de lo provechoso que es un elemental golpe de suerte. Sin embargo, el arquetipo ha inspirado por décadas a todo el género telenovelero con rotundo éxito. Hay que estar en el lugar indicado en el momento indicado para tener movilidad social. 

La Bella Durmiente. La víctima. La princesa Aurora nace con mala estrella. El día de su bautizo recibe la maldición de una bruja ofendida por no haberla invitado al festejo. A pesar de tratar por todos los medios de impedirlo, al cumplir los 16 años la maldición  se cumple sin que nada ni nadie pueda impedirlo. El cuento de la Bella Durmiente parece estar dominado por el espiritu inefable de la ley del Karma. Nada puede torcer el destino si es que así está escrito. Ser buena, bonita y virtuosa no es suficiente para doblegar las fuerzas de la fatalidad. Aurora es la víctima por excelencia porque todo el tiempo ignora su triste destino. Al ocultarle la verdad, padres, madrinas y la corte impiden que tome conciencia de la fatalidad y la conducen inevitablemente  a la cita con el destino. Es entonces que solo la voluntad del príncipe puede salvarla, ya que sola no podría hacerlo.  Víctima y a merced de la voluntad masculina es el perfecto ejemplo de cómo se construye una relación dependiente. 

Bella: La intelectual. Bella tampoco tiene sangre real. Pero su afición por la lectura la hace una mujer sensible y culta capaz de apreciar la belleza de espíritu de la Bestia. Hay un profundo mensaje de tolerancia en la historia, pero también es verdad que el personaje femenino no podría recaer en una persona superficial. Bella es quizá el mejor esfuerzo de Disney por darle a la figura de la princesa un toque humano y sobre todo culto.  Una princesa que sabe latín, y que curiosamente, contradiciendo al popular dicho, en esta ocasión si tiene un buen fin. 

La sirenita: La audaz. Ariel es la princesa que se atreve a todo: incluso a ir contra su propia naturaleza. La curiosidad y el amor la llevan a buscar incluso la manera de dejar de  ser sirena. Dispuesta al sacrificio con tal de lograr un objetivo, Ariel es el mejor ejemplo de cómo se puede arriesgarlo todo por amor. Disney sin embargo, cambia el final de la historia original para que todo el esfuerzo termine por ser bien recompensado. Una traición a la sirenita original que paga el precio de la muerte por haber elegido con el corazón. Pero ya saben: estamos hablando de Disney, la fábrica por excelencia de los finales felices.  

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Fiona. La auténtica. Mención aparte y honorífica, merece  Fiona la única en esta lista que  no es parte de la colección de Disney y de hecho podría considerarse la antiprincesa: Una ogra verde que se casa con un ogro, despreciando al príncipe encantador, se embaraza (¿se imaginan a Blanca Nieves con panza?) domina las artes marciales y está dispuesta a cambiar el castillo de cuento por un pantano maloliente. Pero el personaje de Fiona tiene encerrado un mensaje mucho más profundo. Todos podemos tener dos caras, pero Fiona encuentra el amor y la felicidad cuando se acepta a sí misma, cuando deja de engañarse y acepta su realidad. Ese quizás sea lo más valioso del personaje: la aceptación de los defectos propios antes que los ajenos. La última entrega de Shrek reafirma de manera brillante esta característica tan interesante del personaje: Fiona no espera a ser salvada. La vemos convertida en una guerrera fiera e indomable, que sin embargo es capaz de reconocer cuando los sentimientos son verdaderos y no duda a la hora de escoger el verdadero amor, a pesar de no haber requerido de nadie para liberarse sola. Un gran mensaje por encima de los tradicionales papeles de las princesas al estilo Disney.  

Es también de llamar la atención que  casi todas (excepto Fiona y Aurora) son huérfanas de madre. ¿Cómo entonces construyeron ese modo de ser tan femenino? La figura materna se sustituyó por brujas, madrastras malvadas, madrinas atolondradas. Y es que definitivamente  en el imaginario popular puede tolerarse todo, menos  ser mala madre. Mejor morirse o volverse bruja. Y si no… ¿cuál es el precio que hay que pagar por ser la buena del cuento? A veces uno más alto del que nos imaginamos.