Por Leticia Carrillo


Cuando Fernando Luján subió al escenario para recibir el Ariel a Mejor Actor por su trabajo en ‘5 días sin Nora’ expresó: “En mis inicios en el cine veía a todas la luminarias que se sacaban un Ariel y decía: “un día me voy a ganar uno”; seguí creciendo, se lo dieron a Pedrito Armendáriz y pensé: “qué mala onda”, pero era pura envidia; seguí haciendo buenas películas y dije: “este año sí me lo dan” y se lo dieron a Damián Alcázar, fue un premio merecido; al siguiente año se lo volvieron a dar y pensé “qué mala onda, yo ya me merezco uno…”


“…Y cuando decidí que no me iban a dar nada porque a lo mejor no era la persona indicada, resulta que me lo gano y yo se lo quiero dar a dos grandes actores, Alejandro Ciangherotti y Alejandro Ciangherotti Jr., mi padre y mi hermano”, afirmó el intérprete, al tiempo que el público reunido en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario de la UNAM -donde se llevó a cabo la 52 Entrega del Ariel- le brindaba un fuerte aplauso.


Luján, nacido en la Ciudad de México en 1938,  y que inició su carrera en la década de los 50 en el filme ‘La cobarde’, de Julio Bracho, fue conocido por el público que asistía a las salas de cine por desempeñar roles de galán cómico en cintas como ‘5 de chocolate y 1 de fresa’ y ‘Agente 00 sexy’, al lado de los ídolos juveniles de la época.


Más tarde, nuevas generaciones de espectadores reconocieron la labor dramática que el maduro actor realizó en ‘Mirada de mujer’, una telenovela de los años 90 que tuvo gran éxito entre el público y en la que también se dieron a conocer a nivel masivo figuras como Bárbara Mori (‘Amor, dolor y viceversa’) y  Plutarco Haza (‘Bajo la sal’).


Después de esa experiencia, Fernando Luján fue llamado con mayor frecuencia al cine para hacer personajes de carácter en filmes como ‘El coronel no tiene quien le escriba’, de Arturo Ripstein, en la que compartió créditos con la española Marisa Paredes (‘Hable con ella’) y la mexicana Salma Hayek (‘Once upon a time in Mexico’)


Luego vinieron ‘Carnaval de Sodoma’, de Ripstein; ‘Cosas insignificantes’, la ópera prima de Andrea Martínez, producida por Bertha Navarro (‘El laberinto del fauno’); y ‘5 días sin Nora’, de Mariana Chenillo, en la que dio vida a José, un hombre práctico que no se ajusta a las rígidas normas que le impone su religión, con un sentido del humor ácido, y que está resentido con su ex esposa a la que, sin darse cuenta, nunca dejó de amar.


La delicada y sutil pero también apasionada construcción que hizo Luján de este personaje le valieron el máximo reconocimiento que entrega la comunidad cinematográfica mexicana, quien se puso en sintonía con el gran público que desde hace muchos años le profesa simpatía al histrión de 71 años.


Ahora Fernando Luján dice: “ya no espero nada”; sólo planea terminar la gira que la obra ‘Todos eran mis hijos’ (al lado de Diana Bracho, Silvia Navarro y Osvaldo Benavides) está haciendo por el interior de la República. Y aunque señala que últimamente no lo han invitado a hacer cine quiere seguir haciéndolo, “al igual que televisión, circo, maroma y teatro”.