Por: Miguel Ravelo
Desde Morelia

Una de las citas imperdibles dentro de la presente edición del Festival Internacional de Cine de Morelia era, por supuesto, la nueva cinta del galardonado director originario de Tokio, Hirokazu Kore-eda. Un encuentro al que era imposible negarse no solo por la extraordinaria trayectoria de su realizador, que con cintas como “Nadie lo sabe” (2004), “De tal padre, tal hijo” (2013), “Nuestra pequeña hermanita” (2015) o “Tras la tormenta” (2016), ha demostrado poseer una visión sensible y única que ha cautivado a los amantes del cine alrededor del mundo; por si esto fuera poco, “Shoplifters” se hizo acreedora, el pasado mayo, al más respetado galardón dentro de la industria cinematográfica: la Palma de Oro del Festival de Cannes 2018.

Kore-eda es un cineasta que suele ser comparado con el realizador, también oriundo de Tokio, Yasujiro Ozu, uno de los más importantes y respetados directores de la historia del cine. Independientemente de posturas a favor o en contra de lo anterior, es indudable notar paralelismos en la forma de construir historias íntimas en las que los realizadores nos hacen parte de una familia, invitándonos a conocer, a través de sus costumbres y rutinas, a través de detalles aparentemente insignificantes, la riqueza y el corazón de las tradiciones de su país. De lo que significa cada uno de los miembros para una familia y su entorno, también dejando claro cómo los cimientos pueden tambalearse al faltar uno solo de sus ellos.

Al inicio de la cinta conocemos, dentro de una tienda de abarrotes, a dos personajes: Osamu y su pequeño hijo Shota, cada uno realizando, con especial pericia que hace evidente que esta no su primera vez, pequeños robos de diferentes artículos. Al salir de la tienda luego de los hurtos, padre e hijo encuentran a una niña pequeña que parece estar sola, y deciden llevársela con ellos para darle de cenar. Ya en su casa descubren que la niña muestra señas de maltrato y abuso, y sabiendo que la pequeña vive con unos padres que no la desean, Osamu decide quedarse con ella. Kore-eda pareciera preguntarse qué es lo que hace a una familia. ¿Hasta qué punto los lazos sanguíneos son necesarios para sentirse parte de una, para ser aceptado como un miembro más?

Pero no solo la pequeña Yuri llega a ser otro miembro de este inusual grupo. La dirección de Kore-eda y la fotografiá de Ryuto Kondo consiguen hacer sentir al espectador como un integrante más de esta familia formada por la abuela, interpretada por la extraordinaria actriz, habitual de Kore-eda, Kirin Kiki (fallecida apenas el 15 de septiembre pasado); Nobuyo, la esposa de Osamu, quien inicialmente se muestra reticente a recibir a la pequeña; Mayu, una joven que vive con ellos y pareciera llevar el papel de la hija mayor, y por supuesto el joven Shota, quien ve en la pequeña Yuri un prospecto de aprendiz para sus fechorías y hurtos. Una nueva pequeña hermanita que llegará a sacudir la realidad construida hasta ahora.

Una vez establecido el núcleo y dejando clara la precaria situación económica que se vive en esta casa, Kore-eda desarrolla una historia profundamente humana en donde cada miembro de esta improvisada familia es esencial para la supervivencia del resto. Ya sea porque subsistan gracias a la reducida pensión de la abuela, por los engaños que le hacen a un trabajador social o los hurtos familiares en las tiendas cercanas, el grupo ha sabido sobrevivir. Y poco a poco, el director nos irá mostrando cómo cada uno de ellos fue llegando a ser una parte, ahora indivisible, de este poderoso conjunto. Y como suele ocurrir en todas las familias, bastará un pequeño empujón que desencadene la revelación de verdades escondidas que, pacientemente, esperaban salir a la luz, demostrando que a veces no bastan los buenos deseos para intentar alcanzar la felicidad y con ello hacer felices a las personas queridas; ya no a una familia sanguínea, sino a aquellos que fueron escogidos para construir una. Con esto, el realizador reflexiona sobre los lazos afectivos y la pertenencia a un grupo que a pesar de encontrarse construido sobre mentiras y crímenes, ha demostrado tener más sensibilidad y apego que aquellos que se suponía eran los realmente cercanos.

“Shoplifters” es una película profundamente conmovedora, aunque no exenta de dureza y con una conclusión difícil de digerir. Hasta el momento, una de las más atractivas propuestas dentro de la sección de estrenos internacionales del Festival, y de la que indudablemente seguiremos escuchando en la futura temporada de premios.