Por Renee Ylizaliturri
‘Love Me Not’’ (“No me ames”) es nueva película que ha hecho surgir expectativas positivas, que ya ha comenzado a exhibirse en el circuito de festivales y que se estrena en México este 21 de Febrero. Se trata de una coproducción España-México de 2019, dirigida por el catalán Lluís Miñarro, la cual es una suerte de reinterpretación de la historia bíblica de Salomé, Herodes y Juan el Bautista. El tema ya fue tratado por el irlandés Oscar Wilde quien escribió una obra de teatro (en francés) sobre dicho tópico sacado de las Sagradas Escrituras. Se supone —a juzgar por las noticias en la radio que escucha Salomé mientras conduce un jeep— que la película se desarrolla en el Irak ocupado por USA. Este largometraje, el cuarto realizado por Miñarro, se rodó entre España – México y está dedicado al cineasta alemán Douglas Sirk como consta en los créditos.
Con Ingrid García-Jonsson (Salomé), Francesc Orella (Herodes), Lola Dueñas Herodías), Oliver Laxe (el Profeta Juan el Bautista), Luis Alberti (Hiroshima o soldado 1), Fausto Alzati (Nagasaki o soldado 2); la película tiene el reto de contar una historia milenaria de casi todos conocida: Salomé y el baile de los siete velos para obtener la cabeza del profeta Juan el Bautista en una bandeja de plata, de quien se ha enamorado, al menos de su boca.
‘’Love Me not’’ (no confundir con la cinta francesa del mismo título dirigida por Alexandros Avranas, 2017), ofrece el interesante reto de encarar algo que promete ser muy poco común pero que se queda en promesa en cuanto a su eficacia por algunas leves fallas del libreto: combinar en los diálogos el catalán, el español peninsular y el español mexicano como si todos los personajes hablaran la misma lengua. La intención es buena pero se queda en eso, ya que los hallazgos poéticos en las frases que Miñarro incorpora a la trama, como las referencias al aspecto de la luna o las insinuaciones eróticas de Herodes hacia Salomé, se pierden un poco por las diferencias en el ímpetu de cada idioma y el ardor de los intérpretes.
Para quien no conoce la obra de Wilde ni la historia según el Viejo Testamento, le resultará un poco difícil entender de qué se trata el guión y hacia dónde lleva. La película tiene grandes momentos y otros que no son tan espléndidos. A diferencia de la obra de Wilde en donde hasta los personajes secundarios destacan, aquí los papeles protagónicos tienen distinta envergadura y preeminencia. Hay actuaciones muy buenas como la de Lola Dueñas en el papel de la dipsómana madre de Salomé. Acaso al actor Oliver Laxe le falte un poco acercarse algo más al espíritu que la Historia le ha reconocido al predicador Bautista: vehemencia y fogosidad combinada con un poco de audacia.
Los soldados 1 y 2, como buenos mexicanos —cosa que se nota desde un principio por su forma de hablar—, están en lo suyo y se expresan como si estuvieran en la calle junto a alguien de mucha confianza.
¿Lo mejor de la película? La fotografía de Santiago Racaj. De hecho por momentos resulta muy estética, en especial en las tomas del desierto con matices vespertinos muy hermosos, atardeceres con colores muy llamativos y nostálgicos, los cuales uno desearía que duraran unos pocos segundos más. Uno no puede menos que evocar las pinceladas de un claroscuro tenebroso debidas al arte pictórico del italiano Michelangelo Caravaggio.
Es en la fotografía donde destacan el surrealismo del cineasta Luis Buñuel, y es que en algunas escenas, las imágenes parecen no pertenecer a este mundo. Se trata a veces de una realidad algo fantasmal.
También se halla presente en las cámaras, la excentricidad llena de filigranas de Quentin Tarantino. Esto se aprecia en especial cuando Salomé baila luciendo una chaquetilla muy estilizada de torero y con una coreografía muy apropiada para la actriz García-Jonnson.
Hay escenas muy bien logradas como por ejemplo, cuando Herodes y Herodías discuten y pelean en la cama llegando a los golpes. Lola Dueñas está excelente como mujer ebria y defensora de su hija ante los lances donjuanescos de su marido y padrastro de Salomé.
Hay que agradecerle a Miñarro que no haya recurrido a escenas muy violentas ni llenas de sangre, tratándose de la decapitación de un profeta que no logra el misterio, ni el milagro o la autoridad que en un inicio se sugieren por los diálogos.
Si el espectador espera una moraleja o una película con “mensaje” para el final, le anticipamos que Lluis Miñarro no hace tal cosa. Lo suyo es exponer, según su concepto artístico, un filme y nada más.