Por Sergio Huidobro
@sergiohuidobro

En “La enfermedad y sus metáforas” (1978), una Susan Sontag implacable aprovechó su propio tratamiento contra el cáncer para alertar sobre los riesgos éticos, estéticos y hasta sanitarios derivados de entender las enfermedades terminales como un pivote romántico. Así fuera la tuberculosis durante buena parte de la modernidad, hasta finales del siglo XIX, o el cáncer en el mundo posterior a los años veinte, el revestimiento delicado y sensible de un proceso infeccioso a través de la narrativa equivale, en las conclusiones de Sontag, a negar el mal en cierto grado o a minimizar la experiencia del paciente, dificultando su tratamiento y el entendimiento que tenemos de la muerte.

“Bajo la misma estrella”, la popular novela del multifacético John Green, estrena este mes una versión fílmica bajo preceptos similares a los que la ensayista desgranó. Hazel Grace y Augustus son una pareja de adolescentes –guapos, sofisticados, pero lo suficientemente casuales para habitar un suburbio cualquiera de Indianapolis– que se conocen en un grupo de terapia para pacientes terminales de cáncer y entregan su último tramo de vida, dure lo que dure, al cumplimiento de un romance que sería un gran primer amor, de no ser porque para ellos también será el último.

El filme entrega lo que promete: un cuento vibrante, transparente y eficaz sobre el valor de vivir de cara al abismo. El último adjetivo, “eficaz”, contiene la clave de su éxito, dado que el guión sigue un plan inteligente y programático destinado a que, en un instante preciso, cualquier espectador estalle en un torrente incontenible de lágrimas, mocos, suspiros y gemidos que no se detiene hasta los créditos finales. Siendo así, haría falta ser un monstruo insensible para apartarse del conductismo emocional de la cinta y verla desde una distancia fría ¿o no?

En realidad no. Basta preguntar si estos artefactos narrativos, los que destraban las lágrimas, tendrían el mismo efecto si Hazel y Augustus fueran personajes menos aspiracionales para el estadounidense promedio en las ciudades grandes de la Costa Este, un público natural para la novela y la cinta: son lindos, suburbanos, cultos, probablemente votan al partido demócrata y su seguro médico cubre tratamientos espectaculares sin necesidad de recurrir al Obamacare.

El aspecto más velado de la cinta es su hábil negación de los efectos físicos del cáncer. Hazel vive con un respirador artificial y Augustus perdió la mitad de una pierna, pero el aspecto físico de ambos no denota en ningún momento la proximidad de la muerte, no hay pérdida de cabello, peso ni temporadas largas y angustiosas en el hospital.

Dada mi ignorancia en cuanto a diagnosis cancerígena y al avance de la medicina, tengo que conceder la posibilidad de que los pacientes como ellos existan, pero es el uso narrativo de esto lo que me preocupa: lejos de aportar argumentos personales para la erradicación del cáncer, la férrea autoridad moral de sus personajes, su carisma y la fuerza de su determinación trivializan la enfermedad al asumir que morir por un tumor no está mal si el amor llega por esa vía. La pregunta que queda por responder es cuán fantástico sería el viaje si Hazel y Gus lo emprendieran en condiciones menos afortunadas.

Un contrapunto interesante, que eleva al filme por encima de la media, es el personaje interpretado por Willem Dafoe, un novelista oscuro, amargo y retraído, idolatrado por la pareja protagonista pero que resulta ser el único que no exhibe ninguna compasión por su condición de desahuciados y evita la condescendencia a un grado que se confunde con el desprecio. Presentado en algún momento como un villano, este hombre termina por ser el personaje más lúcido (también el más incómodo) del elenco.

Efectiva y lacrimógena hasta extremos manipuladores, honesta y tramposa a partes iguales, escrita e interpretada con una pureza rara en las cintas de romances juveniles, “Bajo la misma estrella” está resuelta con el talento suficiente para dejar saciados a los enamorados de la novela y a cualquier otro. El reto está en no abandonarse a sus hábiles efectos sensibles, porque debajo de la historia de Hazel y Augustus hay un aparato discursivo que amerita una lectura crítica. O varias.

Bajo la misma estrella
The Fault in Our Stars, 2014
Dirigida por Josh Boone
Escrita por Scott Neustadter y Michael H. Weber a partir de la novela de John Green
Fotografía de Ben Richardson
Edición de Robb Sullivan
Reparto: Shailene Woodley, Ansel Elgort, Laura Dern, Willem Dafoe

Si te gustó, puedes ver:

“Love story” (1970) de Arthur Hiller
“Las alas de la vida” (2006) de Antoni P. Canet
“Mi vida sin mi” (2003) de Isabel Coixet
“Breaking Bad” (2008-2013) de Vince Gilligan