Por Davo Valdés de la Campa
Desde Cannes
Los últimos días de una familia. “La tierra y la sombra”, película del colombiano César Augusto Acevedo es un drama que sigue los intentos de un hombre por salvar a su hijo de una extraña enfermedad respiratoria. Después de años de abandono éste regresa a su casa, la casa que construyó con su mujer y el espacio en el que nació y creció su propio hijo, pero que después abandonó para buscar otra vida en otro lugar. Ahí, en medio de los cañaverlales en algún lugar recóndito de Colombia, regresa a ver a su hijo moribundo, a su mujer resentida y a su nieto. El ambiente en “La tierra y la sombra” es casi post-apocalíptico. Alrededor de la casa sólo hay cañas de azúcar: el horizonte es verde y el polvo y la ceniza de la quema de la zafra impiden que se puedan abrir las ventanas de la casa. Así que hay encierro y oscuridad.
Las primeras tomas de la película son fijas. Hay poco movimiento y poca iluminación. El montaje es una metáfora de lo que sienten los personajes. El encierro no es sólo físico sino emocional. El silencio es una constante. Pero la incapacidad de los personajes para comunicarse se confronta y se quiebra conforme pasan los días y los personajes se ven obligados a convivir y hacer frente a la enfermedad. De pronto la distancia entre los cuerpos es menor y la luz entra, pero no como símbolo de esperanza sino como preludio de la pérdida y la entrada de los fantasmas del pasado.
El director colombiano trabajó durante nueve años en la producción de este filme, su opera prima que gestó a partir de una experiencia dolorosa muy personal y que tuvo su parto aquí durante la Semana de la Crítica en Cannes con mucho éxito. Mucho de lo que habita los rincones de la película son guiños cinéfilos a realizadores como Bresson o Tarkovski, pero también está construida con un lenguaje cinematográfico puro. Los colores, la iluminación, los planos secuencias son parte de un montaje que es al mismo tiempo el significado de lo que ocurre en el interior de los personajes. Hay una distancia grande entre ellos y desgraciadamente en este caso sólo la enfermedad puede unirlos.
“La tierra y la sombra” también tiene un lado político. De forma paralela se aborda el tema de la explotación en el campo colombiano. La película denuncia las condiciones insalubres en las que trabajan los cortadores y también la falta de protección a sus derechos, por ejemplo al acesso a un seguro médico, por parte de sus patrones o incluso del gobierno, quizá por tratarse de una región tan alejada de las grandes ciudades.
César Augusto Acevedo según sus propias palabras buscó con esta entrega “recuperar a las personas que más amó a través del lenguaje cinematográfico”. Las imágenes pretenden hacer frente al olvido, “llegar al corazón de los hombres” y para hacerlo el espectador debe sumergirse en un dolor íntimo. A través de un ejercicio de confrontación a partir de imágenes claustrofóbicas y contenidas.