Por Davo Valdés de la Campa
Desde Cannes

El tiempo pasa volando. Llegó el turno de “Krisha”, el último filme de la competencia. La película del director estadunidense, Trey Edward Shults que de hecho filmó en la casa de su madre con su propia familia como reparto, muy al estilo de Roman Polanski, cuenta la historia de una mujer que tras un año de abstinencia se reúne con su familia para las celebrar la Navidad.

El personaje de Krisha, poderosamente interpretado por Krisha Fairchild, desde un inicio de la película intenta sanar las heridas del pasado a través de lo que ella considera una prueba simbólica: la preparación del pavo. Su consumo la ha distanciado de su familia, específicamente de su hijo a quien abandonó desde muy pequeño. Así que revestida de una falsa espiritualidad intenta en vano recobrar los lazos familiares a lo largo de la jornada. La película de Shults en ese sentido retrata de forma muy natural las relaciones familiares y las relaciones eufemísticas que las recubren. Krisha desde un comienzo se siente nerviosa, insegura y paranóica, además de que sigue un estricto esquema de medicación psiquiátrica para controlar sus impulsos. El resto de la familia sólo disfruta de forma ídilica la época de unión. Como elemento la familia contrasta con el personaje protagónico que representa el fracaso y la autoconmiseración en todo su esplendor.

Desafortunadamente y apesar de los débiles intentos de Krisha por cambiar, el encierro, el delirio latente en ella y la renuencia de su hijo a perdonarla, la quiebran al punto de hacerla recaer y perder los estribos justo momentos antes de la cena navideña, llevando el drama al territorio de la embriaguez, visualmente hablando.La película sigue de forma subjetiva en algunos momentos el punto de vista de la protagonistas, así que es a través de ella que experimentamos la embriaguez, la paranoia, el miedo y la angustia y también a partir del excelente trabajo de edición que hizo el mismo Shults, que intercala diálogos con escenas de la casa y de la interacción de la familia y tomas elegantes que retratan la vida hogareño desde la perspectiva de la mente enferma de Krisha.

El filme también está revestido por una hermosa banda sonora compuesta por Brian McOmber, la música enloquecida a momentos y enternecedora en otros brinda un ritmo muy particular al resto del montaje. Es quizá a través de la música que podemos acceder a la mente perturbada de Krisha y sus estados de ánimo. La película sigue el doloroso proceso de una mujer alcohólica y las consecuencias de la enfermedad en sus seres más queridos, un poco como el filme de Oslo, August 31st de Joachim Trier, que presenta los momentos previos a la recaída, pero en esta ocasión de forma mucho más cercana y frágil.