Por Miguel Ravelo
Jonás Cuarón vuelve como realizador luego de “Año uña” (2007), su opera prima. Ocho años y dos cortometrajes más tarde (tiempo en el que también coescribió “Gravity” (2013), película que terminaría dándole el Oscar a la Mejor Dirección a su padre), el joven Cuarón presenta “Desierto”, una propuesta brutal, una nueva aproximación a ese cine que cuenta las historias de migrantes de diversas nacionalidades que intentan cruzar la frontera, el cual casi se ha convertido en un subgénero dentro de las producciones nacionales.
“Desierto” inicia con un plano abierto, con el abrasante sol apareciendo lentamente en el horizonte del desierto de Sonora, mientras el título comienza a dibujarse sobre él como si se tratara de un espejismo, colocando al espectador dentro de una inmensidad que pronto se descubrirá que puede volverse aterradora y hasta claustrofóbica. Un pequeño elemento hace su aparición bajo el enorme escenario: una desvencijada camioneta que entra a cuadro y avanza lentamente. El vehículo se descompone y descubrimos en él a 14 migrantes y 2 “coyotes” intentando cruzar ilegalmente la frontera estadounidense. Luego de darse cuenta de que no habrá forma de reparar la camioneta, los tripulantes se verán en la necesidad de completar un par de días de caminata para intentar llegar a su destino.
Entre los migrantes se encuentran Moisés (Gael García Bernal) y Adela (Alondra Hidalgo). El primero, un mexicano que intenta cruzar la frontera para reunirse con su familia; la segunda, una mujer obligada por sus padres a migrar y buscar suerte en Estados Unidos. El guion de Jonás Cuarón y Mateo García evita dar mayor información sobre sus personajes, intentando transmitir los cientos de historias de tantos migrantes desconocidos que día a día arriesgan la vida para alcanzar la promesa de una estabilidad que será imposible alcanzar en su país.
Cuando parece que la película tomará el rumbo varias veces explorado, Cuarón introduce a Sam (Jeffrey Dean Morgan), su antagonista. Un hombre que se dedica a asesinar a los migrantes que intentan cruzar el desierto, únicamente por el gusto y la inyección de adrenalina que esto le supone, cazándolos como si se tratara de animales. Vale la pena hacer una pausa en Sam, personaje del que tampoco se nos brinda mucha información sobre su pasado. Es un racista desquiciado que cree que asesinado mexicanos “limpiará” su país y le devolverá la pureza a su gente. Acompañado de un rifle, una puntería excepcional y Tracker, su feroz pastor alemán, Sam se lanza a la cacería de los 16 mexicanos que atraviesan el desierto.
La actuación de Jeffrey Dean Morgan es excepcional. Sam consigue recordar al aterrador Anton Chigurh creado por Javier Bardem en “No country for old men” (Ethan y Joel Coen, 2007). Cuarón nos hace enfrentarnos a un hombre desprovisto de cualquier empatía, un psicópata imparable a través del que director, guionista y actor construyen a uno de los más aterradores villanos vistos en el cine nacional reciente.
A partir de este momento, Cuarón evitará todas las concesiones. El tema es brutal, la situación es aterradora y la vertiginosa cámara de Damián García (“Güeros”, “El infierno”), en ningún momento alejará la mirada ni se detendrá al mostrarnos la realidad con toda su crudeza.
Con “Desierto”, Cuarón desarrolla una película reconocida plenamente dentro del género del terror, labor no poco difícil considerando la sensibilidad de la situación aquí planteada y que el tema suele ubicarse en el género del drama. Con esta decisión, el director logra transmitir la desesperación de sus personajes al ver cómo uno a uno pierden la vida, sabiendo que si el gringo no los alcanza, el desierto terminará con ellos.
La desesperación de Moisés y Adela es palpable. Luchando por su vida al igual que sus compañeros, tendrán que aliarse para evitar ser asesinados y olvidados entre la arena y el calor, dejando atrás familias que jamás se enterarán cuál fue su destino. Gael García sostiene bien a su personaje y transmite su miedo y su instinto de supervivencia, y la breve participación de Alondra Hidalgo es meritoria, logrando establecer un atractivo vínculo entre su personaje y el de Moisés. Nuestros protagonistas no solamente tendrán que enfrentarse a la migra y al asesino; también el desierto y hasta el resto de los compañeros migrantes supondrán una constante amenaza.
“Desierto” es una de las más logradas y desesperanzadoras cintas mexicanas que retratan las terribles realidades de la migración y los muchos peligros a los que los mexicanos se enfrentan en el cruce fronterizo. La mezcla de géneros es muy afortunada; hacía falta que una historia de este tipo se contara así, con todo el terror y la angustia que supone el aferrarse a la vida cuando hay alguien siguiendo cada paso para terminar con ella.
Filmada en locaciones de la Península de Baja California, Cuarón y Damián García hacen gran uso de los escenarios naturales. Se apropian de cada elemento del desierto para brindar a sus personajes oportunidades de resguardo, pero al mismo tiempo, de más peligros por sortear. La dirección y la edición, también de Cuarón, no permiten un minuto de descanso y consiguen generar angustia y hasta sensación de encierro en los espacios abiertos del desierto. Por más grande que sea este lugar, el escape se vuelve menos probable con cada minuto que pasa. La desesperación logra transmitirse y se va acrecentando conforme la película avanza, gracias tanto a su buena factura como al trabajo de los actores involucrados.
Con “Desierto”, Jonás Cuarón se establece como uno de los realizadores mexicanos más sólidos de la última generación. Una película directa, un villano despiadado, una pesadilla que se siente más aterradora al pensar que es una de nuestras más dolorosas realidades.