Por Sergio Huidobro
Desde Morelia
Los caminos de un festival son misteriosos. El día a día de cualquier festival del momento comienza, necesariamente, por repasar el horario del día y resolver sus dificultades. En Morelia, la jornada suele comenzar a las 8:00 de la mañana con la función de prensa de la película de ficción que entrará a la competencia en esa jornada y puede terminar cerca de medianoche, cuando el crítico en cuestión sale de su última función programada y, si es que el hambre no le come las tripas, se va directo a la cama. Yo, como muchos de los críticos presentes en el FICM, cumplo un par o tres obligaciones editoriales acerca de lo que hay que cubrir –generalmente, las competencias de ficción y documental- y dejo otras dos o tres a mi criterio, olfato o capricho.
Por eso, resulta desconcertante terminar una jornada con la sospecha de que el horario del día nos lo ha programado alguien más: el destino, la vida, la cábala o el inconsciente freudiano, vayan ustedes a saber. El caso es que las cuatro o cinco películas vistas durante el día terminar por tender puentes y ecos entre sí, formando pequeños ciclos involuntarios en los que propuestas distintas, disímiles y hasta antagónicas terminan por dialogar unas con otras. En la jornada de ayer, una sensación como esa –no por conocida menos inquietante- mientras cenaba en la parte baja de mi hotel y repasaba lo visto: “Casa caracol” (Jean Marc Rousseau, 2017), “Chavela” (Catherine Gund y Daresha Kyi, 2017), “Verano 1993” (Carla Simón, 2017) y, como regalo de oro a mi cinefilia, “La heredera” (William Wyler, 1949) restaurada y en pantalla grande. Cuatro películas y cuatro mujeres, todas plantadas firmes y de cara a destinos casi siempre tenebrosos, al abandono, el rechazo o al olor de la muerte. Vayamos de menos a más.
“Casa caracol”, película inaugural de la competencia de ficción, es una nota mediana y desabrida lo que, sin ironías, la pone en el camino para ganar algo el próximo domingo. Se trata del primer largometraje del franco-mexicano Jean Marc Rousseau Ruíz. El cineasta cosechó antes un éxito discreto y local en competencias de cortometraje de Guanajuanto o la Semaine de la Critique (Cannes). Su primer guión de largo aliento parece no tanto una expansión sana de su universo sino el alargamiento innecesario de una anécdota menor. Su personaje central, Sofía, es una mujer joven de clase media que abandona su existencia rutinaria para encontrarse a sí misma en un ambiente libre y natural, en este caso, el hostal Casa Caracol en el sureste selvático de México.
No, usted no la ha visto. Solo le recuerda a otras diez propuestas con el mismo argumento que ha visto en los años recientes, con mejores o peores resultados. El pie más cojo de “Casa caracol” es precisamente ese: no ser efectiva ni desastrosa, vaya, ni siquiera polémica o polarizante. Es simplemente olvidable, y tropieza en su último tercio cuando intenta ser distinto: su tímido discurso feminista, sostenido por casi una hora por la sólida femineidad de su personaje protagónico, se convierte de golpe en un thriller de sobrevivencia que –supongo- pretende denunciar la penetración de la barbarie en todos los estratos del México profundo.
El documental “Chavela” llegó a Morelia precedido por el entusiasmo que ya ha causado dentro y fuera de México. Como parte de la gira de Ambulante en este año, fue presentado fuera de competencia. Yo no lo había visto y me encontré con un trabajo interesante y efectivo, que no desmerece tanto a sus elogios. Quizá éstos sean excesivos, pero no injustificables. Sin necesidad de escapar a ninguna convención del documental informativo (casi todo son entrevistas a cuadro, texto en pantalla, material de archivo y fotografías presentadas casi en Power Point), “Chavela” presenta un retrato cercano en varias capas de la legendaria cantante mexicana. La segunda mujer empoderada que encontré en la jornada superó, por mucho, a la primera.
“Verano 1993”, la ópera prima de Carla Simón, es una colección de milagros y una de las mejores películas que he visto en cualquier lugar de enero hasta hoy. Crónica más o menos biográfica de los propios recuerdos de la realizadora en el periodo que le da título a la película, Verano es un punto y aparte para cualquier cine que tenga pretensiones de adoptar la-mirada-de-la-infancia. Sin rastro alguno de esa falsa e impostada nostalgia millennial tan en boga hoy en día, Carla Simón ha firmado una de las óperas primas más potentes del panorama reciente. Al estar hablada por completo en catalán y aunque no haya en ella ningún rastro de posiciones políticas, “Verano 1993” sugiere dudas pertinentes sobre los cines nacionales en nuestros días: ¿se trata de cine español o catalán? ¿Son los premios Goya o los Gaudí los que habrán de alzarla como bandera para la causa?
Por último, la función especial de “La heredera”, de William Wyler, rescató para el FIC Morelia a uno de los personajes femeninos más potentes y complejos del Hollywood clásico: el de Catherine Sloper (Olivia de Havilland), la trágica heroína de Washington Square, una de tantos modelos femeninos que Henry James le dejó en herencia al siglo XX. La función estuvo precedida por una jugosa charla entre Gregory Nava, Bertha Navarro y el cinefotógrafo y presidente en curso de la Academia norteamericana, John Bailley. El motivo: el mexicano Emile (Emilio) Kuri, director de arte ganador del Oscar por la cinta de Wyler y nominado en otras siete ocasiones. Escritos por hombres o por mujeres, con menores o mayores resultados, las cuatro mujeres de la primera jornada de competencia en Morelia fueron una coincidencia inexplicable e incalculable. Lo dicho: los caminos de un festival son misteriosos.