Por Hugo Lara

Cuando alguien googlea el nombre de László Tóth, la primera persona que aparece no es el arquitecto protagonista de “El brutalista” (The Brutalist, 2024), sino un geólogo que propinó quince martillazos a la famosa escultura de La Piedad de Miguel Ángel allá por el año de 1972. Y es que el director Brady Corbet elaboró un guion de la mano de Mona Fastvold, inspirado en diferentes arquitectos, para crear un personaje totalmente de ficción. Según comentó Corbet en entrevistas durante el estreno de su película en la Mostra de Venecia 2024, en su László Tóth hay algo de los arquitectos Marcel Breuer, Louis Kahn y Paul Rudolph, pero el personaje es una invención, muy realista por cierto.

Lo que cualquier cinéfilo que vaya a verla tiene que saber antes que nada es su duración: 3 horas y 35 minutos, por lo que hay un intermedio a media proyección. Su extensa duración en realidad no es un problema, pues, en general, la película se sostiene con buen ritmo, además de por la estructura de la trama y el reparto solvente que la integra, encabezado por Adrien Brody, que encarna de nuevo a un sobreviviente del Holocausto, casi una continuación de su personaje en “El Pianista” (The Pianist, 2002).

La trama arranca cuando László (Brody) llega por barco a Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial. Allí se reúne con Attila (Alessandro Nivola), un primo que le da trabajo en su pequeña empresa como contratista y le informa que su esposa también ha sobrevivido al Holocausto. László, quien era un reconocido arquitecto en Hungría antes de la guerra, hace trabajos de remodelación al servicio de su primo y así se relaciona con el multimillonario Harrison Lee Van Buren Sr. (Guy Pearce), así como con su hijo Harry Lee (Joe Alwyn), con quienes sostendrá una relación provechosa pero espinosa a la vez. Van Buren le encarga una gran obra: un memorial y centro cívico en las afueras de Pensilvania dedicado a su madre. László vuelca en él toda su creatividad como arquitecto, bajo los elementos del estilo brutalista: cemento crudo con formas simples y monumentales. Ya con su esposa paralítica a su lado, Erzsébet (Felicity Jones), el proceso de construcción se vuelve tormentoso para László, Van Buren y todos los involucrados, con consecuencias trágicas.

Brody entrega una brillante actuación, acorde a su calidad, además del buen acompañamiento que tiene de Pierce como su antagonista, y Felicity Jones, como su valiente y firme esposa, que antepone a todo la dignidad como el principal valor de su código personal. En ese sentido, es llamativo como el protagonista recorre un arco dramático inusual, que si bien lo lleva de la pobreza al éxito, está marcado por pasajes muy sombríos, que salen de las convenciones del género. Esta propuesta toca varios temas o los deja entrever, como el espejimos del sueño americano, el racismo y la caída en el mundo de las drogas, entre otros.

Desde los créditos diseñados con un afortunado estilo, la película nos sumerge en un ejercicio estético muy bien trabajado por el director y su equipo creativo. Junto al fotógrafo Lol Crawley, prima la búsqueda de lo vanguardista, con la cámara en mano y planos secuencia que a veces ceden a maneras más formales y académicas. Hay varios momentos muy bien articulados, como la secuencia inicial en el interior del barco, que culmina con los rostros jubilosos admirando la Estatua de la Libertad en Manhattan, o las imponentes escenas de las canteras de Ferrara, en Italia, que valen las tres horas y media de metraje. El lienzo cinematográfico, capturado en celuloide con cámaras VistaVision de 70mm, adquiere ricas texturas también con la música de Daniel Blumberg y, desde luego, el diseño de producción de Judy Becker, que hace un estupendo trabajo en la reconstrucción de época.

Corbet, que quizás hasta ahora era más conocido por su faceta de actor, logra con “The Brutalist” dar un salto cuántico en su otrora modesta carrera, para ubicarse como un prometedor cineasta en ciernes llamado a consolidarse en sus próximas incursiones en la dirección. Por lo pronto, aunque la película pueda tener algunas objeciones (como el epílogo, que bien podría sobrar), deja un buen sabor de boca al tomar riesgos desde el guion, con este falso biopic que más de uno ha dado por auténtico.

Con diez nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, director y guion, seguramente se llevará algunas estatuillas importantes.

Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.