Por Matías Mora Montero
Desde Morelia
“Sirat” dirigida por Oliver Laxe. Un padre, Luis (Sergi López), y su hijo Esteban (Bruno Ñúnez) buscan a su hija y hermana respectivamente, Mar, que se fue de casa hace cinco meses y de quien han hallado pista: supuestamente la podrán encontrar en una fiesta tipo rave en medio del desierto de Marruecos. Música electrónica sale rugiendo de un ejército de bocinas, no causa ritmos tanto como vibraciones, cuerpos se congregan entre rocas, montañas y arena para apegarse tanto hasta ser un solo ente, rozan brazos y caderas en una euforia incomprensible a la razón, se dejan ir, se dejan sentir, es un despegue total. Parecía insinuar entonces que su título, que en el islam representa el sendero entre el infierno y el paraíso, indica la propia dinámica de estas fiestas y la búsqueda por Mar dentro de ésta, como si aquello fuera su propio reino, ajeno a Dios.
De cierta forma lo es, pero en el reino por el que la película termina preocupándose más, el desierto, no hay despegue, no hay control, sólo el azar de lo impredecible. Luis y Esteban no tienen éxito, pero cuando un grupo de personajes curiosos, de esos españoles de perforaciones y excentricidades, les dicen de otra fiesta en el desierto, se embarcan en una aventura con ellos, una aventura donde sus vidas estarán en juego. Los riesgos de la desolación son tan fuertes como los de una jungla infestada. Poco a poco, el cineasta catálan Oliver Laxe introduce la tensión, no como elemento narrativo usual, sino como la estructura propia de la película. Recuerda a “Sorcerer” de William Friedkin, donde un grupo de hombres debe transportar un camión lleno de delicados explosivos entre la selva. Así, los personajes de “Sirat” se condenan en búsqueda de algo contradictorio: la libertad y el cautiverio, la rebeldía y la familia.
En “Sirat”, Esteban va descubriendo su identidad al acercarse a este grupo de fiesteros, todos unos rezagados de la sociedad que encontraron entre ellos una nueva familia, una que no sólo los acepta en sus rarezas, sino que las celebra y comparte. Luis no es así, es un hombre recto, un padre de familia que adora a sus hijos y que aprende a convivir, quizá porque así habrá perdido a su hija, cayendo en el rechazo en lugar de la aceptación, cosa que no quiere repetir con su hijo, y eventualmente hasta el propio Luis se amiga con los demás, el desierto se vuelve un tipo de refugio: del pasado, de las convenciones, de la sociedad. Es inescapable el mundo: campos de mina, noticias de guerra, conflictos claros entre generaciones y una confusión que rodea a cada personaje son elementos constantes en la cinta, como algo que amenaza de sacarlos del viaje en el que están, como la muerte acercando lenta y sigilosamente sus colmillos, esto ya no es sobre un rave, sino sobre aquello que su música profana: la presencia.
La música de rave es un tipo de milagro curioso, inherente a la cultura juvenil global pero, sobre todo, presente en occidente. No es de la peculiaridad de las culturas de significado, es decir, no se plantean desde la justificación a existir (como lo hace gran parte de la cultura occidental) sino de una tradición más oriental donde lo que se privilegia es el simple acto del existir, absuelto de cualquier explicación. A esto se le llama cultura de presencia. Es tan repetitiva que el pensamiento se nubla, que el tiempo deja de existir, que las horas se convierten en movimientos agitados, bruscos y hasta primitivos, por donde toda pena se puede ahogar.
Algo así como la vida, la fiesta no tiene fin, algo así como la muerte, lo tiene y es repentino. “Sirat” va de eso, es una tensión y una tragedia, en su explosivo grito explora esos caminos por los que la vida nos manda, donde nos fuerza a estar presentes, donde añoramos nuestra libertad expresada con la soltura de cada gota de sudor, mientras esperamos la muerte, sin miedo, sin pensar, estando presentes. No es sonido, es movimiento. Gran película que es, ante todo, una experiencia, un giro de tuerca que te deja un tanto impactado, amenazado en cada paso que tomes saliendo de la sala de cine.

