Por Ali López
Los primero días de la edición número XVII de Macabro, Festival Internacional de cine de Horror, han dejado, como siempre, huellas imborrables en los fanáticos. Pero, además de una ronda de buenas películas, el festival, otra vez, deja en su cartel una serie de reflexiones sobre lo que acontece no sólo en el mundo del terror, sino en el terrorífico mundo que crea y esboza sus males en las cintas del género.
En primer lugar, del cono sur, surge “Luciferina” (Gonzalo Calzada | Argentina | 2018) una cinta sobre posesiones demoniacas, cultos satánicos y adolecentes perdidos en una isla selvática; que así, como su breve descripción, no propone gran cosa. Más allá de una buena hechura, que en estas instancias ya es lo mínimo que se agradece, la cinta va de un punto a otro sin muchos aspavientos. Un inicio que promete y un final que remata, pero en medio hay casi nada, convenciones del género que entretienen pero, muchas veces, cansan.
Sin embargo, bajo una idea dramática floja, la concepción temática de la cinta contiene un aspecto que provoca cuestionamientos. El tema del aborto en el país del rio de la plata ha sido noticia y tópico de los últimos meses, y más allá del acuerdo (o desacuerdo) con las posturas, las interrogantes ya están sobre la mesa. La primera de ellas, obviamente, el tema de la interrupción del embarazo, pero a lado, y por debajo, se encuentran los temas del fanatismo religioso, la libertad sexual y la posición de la mujer en la colectividad actual.
No es que “Luciferina” haga gala de su postura política, es más, se queda corta en cuanto crítica, pero es inevitable pensar en la relación social y cultural que hay entre un filme que habla sobre los abusos sexuales, abortos ilegales y sus consecuencias sociales, sobretodo, viniendo de un país que lo tiene en la cima de su agenda pública. Se invita a sí a la mirada reflexiva, más que simplemente expectativa, de una cinta que pudo darlo todo, pero se quedó, por el momento, al borde. Tal vez no entrar en temas escabrosos fue su idea, lo que nos acaba mostrando como el mundo real es mucho más peligroso y violento que una cinta de horror convencional.
La película argentina pinta para trilogía, pues en su epílogo, y créditos, muestra la intención de extender su universo a dos cintas más, creando una trilogía a la Darío Argento, donde la madre sea eje y motor de la trama. Visiones al futuro, que nos dice, nuevamente, que el tiempo cinematográfico es más basto, pues fructífero mira el futuro, a diferencia de muchos de los que miramos por fuera de la pantalla.
Por otro lado,y del otro extremo del globo, “Vidar the vampire” (VampyrVidar | Thomas Aske Berg, Fredrik Waldeland | Noruega | 2017) es una cinta que toma el tiempo, nuestro tiempo, de otra forma; una más pesada y letárgica. Aburrida, hasta cierto punto, pero para nada desdeñosa ni prescindible. La película juega con un humor soso, muy del norte de Europa, que a veces puede parecernos bobo, pero encierra matices y muestra, ahora sí, una postura clara y crítica hacia la religión, por un lado, y hacia la sociedad contemporánea, por otro.
Ya a finales de los 80 “Los muchachos perdidos” (The Lost Boys | Joel Schumacher | USA | 1987) nos decía que no había nada más divertido que ser un vampiro, y puede que tenían razón. Pero los tiempos eran otros, y la vitalidad juvenil era el epicentro de los movimientos culturales y sociales; además, la bonanza, aunque poca, existía. Ahora, Vidar, interpretado magistralmente por el mismo Thomas Aske Berg, nos muestra que ser vampiro no es tan cool como parece; sobretodo, cuando tu vida ya era vacía y monótona desde antes que te enterraran los colmillos.
A diferencia, y haciendo parodia, de lo que sucede en “Entrevista con el vampiro” (Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles | Neil Jordan | USA | 1994), la vida del protagonista no se llena de mujeres y seducción, ni siquiera de aventuras y anécdotas. Vidar termina por ser el mismo antes y después de su transformación, y muchas de las veces, puede que sea peor. El aburrimiento lo asola, tanto como antes, igual que la falta de erotismo, la necesidad de ser otro y el vacío de la existencia.
En un mundo lleno de aventuras, así como seres mágicos, superhéroes, mitológicos, escabrosos y siempre protagónicos, los mortales, comunes y corrientes, ven aún más miserable su existencia. “Vidar el vampiro”, entre risa y risa, nos deja ver lo obtuso de esta vida moderna, lo vacuo que puede ser nuestra presencia, y la necesidad de la liberación de ídolos, tanto políticos y religiosos, como de la cultura pop.
Para terminar, el futuro en el cine mexicano de horror regresa a su base, ya que Leopoldo Laborde, responsable de títulos de culto como “Utopía 7” (1995) o “Ángeluz” (1998) vuelve a colocarse detrás de la cámara para dirigir una nueva cinta de género, “Expira”. El director comenta que, a pesar de ser su género favorito, es el que más se le dificulta filmar, pero hay una necesidad actual por tomar el toro por los cuernos, pues el horror en el país se está llenando de convencionalismos, y hace falta retomar el camino alguna vez propuesto; no queda más que darle la razón.
La cinta, que planea estrenarse en 2019, se concentra en una compañía universitaria de teatro, donde la sangre y el horror son la causa y el efecto de las acciones que ejecutan; una visión clásica de un thriller con muertos y asesinos, pero, al mismo tiempo, un punto de vista de los horrores que rodean los terrores ficticios en México.
Como punto extra, parte del equipo de producción de este largometraje participa en “LadyRabbit” (Alfonso Ortíz | México | 2018) un cortometraje sangriento que deja ver, también, el futuro del cine de horror en México, que en Macabro, comienza a formar sus bases. Consulta cartelera.