Por Hugo Lara Chávez

Con “Mentes que brillan” (“Little Man Tate”) la afamada actriz estadunidense Jodie Foster hace su debut a los 30 años como realizadora, y cumple así su vigesimosexta participación en un largometraje como actriz, desde que se inició en el celuloide en 1972 con la película “Napoleón and Samantha”. Actriz precoz manejada por sus madre desde los anuncios comerciales de TV en que la Foster apareció en los años 60, ella ha venido encarnando ante el gran auditorio uno de los personajes femeninos más atrayentes y más interesantes de su generación, no precisamente por el desquiciado sujeto que atentó contra Ronald Reagan para llamar su atención, sino más bien por su célebre colaboración en la película de Martin Scorsese “Taxi Driver” (1976), en donde interpretó a una prostituta de 14 años, papel que a la postre se convertiría en un firme escalafón de su fecunda carrera, culminada con dos cintas de mucho éxito: “Acusados” (Kaplan, 1988), que le valió ganarse el Oscar; y “El silencio de los inocentes” (Demme, 1991). “Mentes que brillan” es de algún modo un testimonio autobiográfico.

Fred Tate (Adam Hann-Byrd) es un niño prodigio que a los siete años tiene una asombrosa capacidad para las matemáticas, la música y la poesía. Su madre, Dede Tate (Foster), un mujer vulgar que trabaja de mesera, aparentemente ignora el tesoro que tiene en sus manos. Sin embargo, la doctora Jane Griegerson (Diana Wiest), quien había sido también una niña prodigio y quien dirige un instituto de niños superdotados, logra disuadir a Dede para hacerce cargo de Fred durante el verano, un verano que para el niño será develador.

El problema de Fred es precisamente su inteligencia: despreciado por los niños de su edad, Fred tampoco encuentra acomodo entre los adultos, situación que lo empuja a la marginalidad y hacia una terrible soledad. Paradójicamente, Fred se convierte en una de esas figuras a las que se les adula y al mismo tiempo se les rechaza, es una especie de fenómeno de circo, como el Matemago, una showman adolescente cuya insólta capacidad para las matemáticas lo han convertido en un sujeto neurótico, solitario y soberbio, pero triste y profundamente sensible.

La directora Foster se ha acercado a una línea sentimental, del corte de “Mask” (Bogdanovich, 1985) donde también se exploraba la relación entre una madre liberal y un hijo deforme; y en cambio, ha dejado en segundo plano el esfuerzo analítico que merece un estudio sobre la marginalidad y la colisión de un personaje adverso al orden común de su sociedad. Como en la novela de Gunter Grass “El tambor de hojalata”, el conflicto del niño se sitúa en la toma de conciencia de su condición, en el caso de “Mentes que brillan” de niño prodigio, y en la búsqueda de identidad que le prometa seguridad emocional.

Aunque el tono agridulce de la cinta domina la generalidad de la narración, la directora-actriz Foster logra conservar un mismo nivel a lo largo de este, y no naufraga al evitar atorarse en el melodrama que implica la relación hijo-madre. Sin embargo, la óptica de Foster se excede en neutralizar este tono, y no concede la fuerza necesaria para que la trama cuaje en una sólida mirada emotiva ni en un mordaz reproche a la moral mayoritaria de su sociedad, lo que provoca un gris y complaciente desenlace feliz. Posiblemente hubiera sido preferible tener a la Foster exclusivamente atrás de cámaras.

Con una ambientación y una fotografía que cumplen, Foster hace un trabajo de dirección convencional con el guión de Scott Frank, autor de “Mentes que brillan,  pero los aciertos narrativos de la realizadora le auguran un futuro notable en el ramo de la dirección, al menos en el ámbito hollywoodense.

Debo decir que no pude ver completamente la película pues en el cine Perisur, que se había caracterizado por ser una de las salas más ordenadas de la ciudad, fue brualmente cortada una secuencia intermedia. En dicha secuencia, hasta donde pude ver,  un compañero del colegio de Fred recita un poema muy elemental, un poema que, en la parte final de la cinta, Fred declama frente a las cámaras de TV. Evidentemente la fuerza dramática de este elemento y de toda la película , pierde fuerza al ser mutilada dicha secuencia gracias a inexplicables razones.

“Mentes que brillan” (Little man tate”, EU 1991). Dir: Jodie Foster. Guión: SCott Frank, Foto: Mike Southon. Música: Mark Isham. Con: Jodie Fsoter, Diana Wiest, Adam Hann-Byrd y Harry Conick Jr.

Por Hugo Lara Chávez

Investigador, escritor y cineasta, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Artes (2023). Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Ha producido el largometraje Ojos que no ven (2022), además de dirigir, escribir y producir el largometraje Cuando los hijos regresan (2017) y el cortometraje Cuatro minutos (2021). Fue productor de la serie televisiva La calle, el aula y la pantalla (2012), entre otros. Como autor y coautor ha publicado los libros Pancho Villa en el cine (2023), Zapata en el cine (2019) en calidad de coordinador, Dos amantes furtivos: cine y teatro mexicanos (2016), Ciudad de cine (2011), *Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-2011* (2011), Cine y revolución (2010) como editor, y Cine antropológico mexicano (2009). En el ámbito curatorial, fue curador de la exposición La Ciudad del Cine (2008) y co-curadór de Cine y Revolución presentada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (2010).En el ámbito periodístico, ha desarrollado crítica de cine, investigación y difusión cinematográfica en diferentes espacios. Desde 2002 dirige el portal de cine CorreCamara.com. Es votante invitado para The Golden Globes 2025.