Por Hugo Lara Chávez

La Afición

“LA MUJER DE BENJAMIN”

Por Hugo Lara Chávez

El nobel cineasta Luis Carlos Carrera (1962), autor de la comedia “La mujer de Benjamín” con la que debuta en el terreno del largometraje, dio sus primeros pasos en el género de animación con sorprendentes y gratos resultados. Egresado de la licenciatura de comunicación de la Universidad Iberoamericana, Carrera emigró al Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) para encausarse más seriamente en la labor cinematográfica. Es en esta institución donde hace sus primeras obras de animación: “Mala yerba nunca muerde” (1988), exhibida en el 1er Festival Internacional de Escuelas de Cine, el año pasado, es una animación realizada con dibujos al óleo, que denotaba un escrupuloso trabajo y daba el banderazo a un prometedor director con buen estilo estético y narrativo, además que resultaba una llamativa curiosidad en medio de este género cinematográfico poco fértil en nuestro país. Para el mismo 1988, Carrera realizó otras dos animaciones: “Un muy cortometraje” y “Amada”. En 1989 incursiona en el documental con “Un vestido blanco como la leche nido”, cinta que tuvo una modesta resonancia, y que a decir de algunos era una obra fallida.

De cualquier modo el CCC anunció su segunda coproducción (junto a IMCINE y el Fondo para el Fomento a la Calidad Cinematográfica) a nivel industrial (el primero fue “El secreto de Romelia”, de Busi Cortés en 1988), que sería dirigida por Luis Carlos Carrera sobre un guión suyo y de Ignacio Ortiz. De antemano era interesante ver la incursión de Carrera en el género de ficción trabajando con actores profesionales, pues se sabía muy bien que su fuerte aparentemente era la animación, y habría que determinar cómo Carrera daba el salto a las ligas mayores. Al estrenarse “La mujer de Benjamín” las expectativas se despejaron: Carrera convenció haciendo una buena película.

En un pequeño poblado de la provincia mexicana, con todos sus rasgos convenidos (monótono y aburrido), el cuarentón Benjamín (Eduardo López Rojas), un hombre torpe y abúlico, divide su tiempo entre ayudar a su hermana solterona y mojigata, Micaela (Malena Doria), a atender su miscelánea, y en vagar con sus harganes amigos. Por otro lado, Natividad (Arcelia Ramírez), es una ambiciosa muchacha que se ha hartado de la rutinaria vida que lleva y de la severidad de su madre, al tiempo que se deja cortejar por Leandro (Eduardo Palomo), un chofer altanero y medio padrotón. Inducido por sus amigos, Benjamín rapta a Natividad y la encierra en su casa, con el propósito de declararle y demostrarle su amor. Benjamín chantajea a su hermana Micaela para que acepte la situación, pues él ha descubierto en el diario íntimo de ella el subrepticio amor que siente por el cura del pueblo. Mientras tanto, Natividad se percata de las ventajas que le ofrece la nueva circunstancia: es mucho más fácil manipular a Benjamín y a Micaela que tolerar la dureza de su madre.

Como Alberto Isaac en “Este pueblo no hay ladrones”, donde el hurto de las bolas de billar son el catalizador de las acciones interrumpiendo la monotonía y la rutina, y provocando con ello la confrontación de sus personajes, Carrera parte del mismo principio para establecer el conflicto y bloquear la cotidianidad del pueblo, en este caso el rapto de Natividad. A través de esto, los personajes desvían su ruta y navegan con una nueva coordenada: Benjamín se despoja de su personalidad apocada, se escapa del sometimiento que la voluntad de su hermana ejerce sobre él; en cambio, aflora su virilidad, su apatía se sustituye por fiereza (en una pelea final con Lenadro esto se hace más evidente). Para Natividad su rapto es un estimulante para realizar un sueño  acariciado: abandonar el pueblo.

Lo notable del relato, es la manera en que el director hace interactuar a sus personajes, y establece entre ellos relaciones de curiosas esencias: la relación casi maternal entre el abúlico Benjamín y su amargada hermana, o el trato con doble intención (religiosa y pasional) entre Micaela y el cura, o el desarrollo del idilio entre Benjamín y Natividad, un amor grotesco.

Con un tono irónico y un humor inteligente, Carrera consigue cuajar una comedia divertida e interesante, sobre un pueblo aburrido y con unos personajes de buena construcción dramática. El conflicto sirve para develar en los personajes su interioridad y la gestación de sentimientos que la apariencia resguarda, para que se manifiesten y se desahoguen.

El realizador deja bien claro su capacidad para la dirección escénica, su buen ojo, junto a su cinefotógrafo Xavier Pérez Grobet, para resolver los encuadres estéticamente; pero es sobre todo la forma de contar una anécdota lo más notable de Carrera, para resolver sin acartonamiento una comedia inteligente; género que parecía exclusivo en los últimos años en México para los bodrios de las verduleras y los albureros. En este renglón, “La mujer de Benjamín”, “Intimidad” de Dana Rotberg (aún sin estrenarse comercialmente) y “La Tarea” de Jaime Humberto Hermosillo, son buenos ejemplares que prueban que este género no está negado al cine de calidad. Por lo pronto, “La mujer de Benjamín”, es una razón más que hace pensar en lo cierto de que se está fermentando un auge favorable en la cinematografía mexicana.

“La Mujer de Benjamín” (México, 1990) Dir: Luis Carlos Carrera. Pros: Gustavo Montiel. Guión: Carrera e Ignacio Ortiz. Foto: Xavier Pérez Grobet. Música: Jose Amozurrutia y Alejandro Giacomán. Edición: Sigfrido Barjau y Oscar Figueroa. Con: Eduardo López Rojas, Arcelia Ramírez, Malena Doria, Anna Bertha Espín, Eduardo Palomo, Juan Carlos Colombo.

Por Hugo Lara Chávez

Investigador, escritor y cineasta, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Artes (2023). Egresado de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Ha producido el largometraje Ojos que no ven (2022), además de dirigir, escribir y producir el largometraje Cuando los hijos regresan (2017) y el cortometraje Cuatro minutos (2021). Fue productor de la serie televisiva La calle, el aula y la pantalla (2012), entre otros. Como autor y coautor ha publicado los libros Pancho Villa en el cine (2023), Zapata en el cine (2019) en calidad de coordinador, Dos amantes furtivos: cine y teatro mexicanos (2016), Ciudad de cine (2011), *Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-2011* (2011), Cine y revolución (2010) como editor, y Cine antropológico mexicano (2009). En el ámbito curatorial, fue curador de la exposición La Ciudad del Cine (2008) y co-curadór de Cine y Revolución presentada en el Antiguo Colegio de San Ildefonso (2010).En el ámbito periodístico, ha desarrollado crítica de cine, investigación y difusión cinematográfica en diferentes espacios. Desde 2002 dirige el portal de cine CorreCamara.com. Es votante invitado para The Golden Globes 2025.