Por Hugo Lara
Si hay algo tan frágil como un hilito del que penda una gran losa, es la frontera que separa a la ilusión de la realidad. Cuando la voluntad se decide a cruzarla, ocurre que el destino fragua una emboscada e induce a sus víctimas a transitar de la inocencia al desengaño o, en el mejor de los casos, a procurarse armaduras para sus fantasías y así avanzar hacia la búsqueda de recompensas.
“Un hilito de sangre” relata las peripecias de un adolescente en ciernes, León (Diego Luna), que aspira a conquistar el amor de Osbelia (Ana Grave), una fragante jovencita que ignora siquiera la existencia de su tierno pretendiente.
Tras los pasos de su amada, León experimentará sin saberlo una odisea iniciática sembrada de personajes exóticos, fantasías y aventuras truculentas que derramarán sobre el protagonista las aguas de una burbuja que se ha reventado, una burbuja que quizá sea la de su misma inocencia infantil.
Del León que vemos al principio, al León que vemos al final, hay un discurrir en el que el niño ha despertado de su ensueño, habida cuenta de que el adolescente ha empezado a construir su propia realidad.
Con humor, ironía y también con un dejo de inquietud, la narración va hilvanando un conjunto de motivos que sustraerán a este personaje de su cotidianidad para ampliar la concepción que tiene de su mundo y de su vida misma.
Un hilito de sangre es la señal que marca al protagonista la ruptura entre lo que antes fue y lo que en adelante será. Un hilito de sangre es la despedida de su vieja guarida infantil y, al mismo tiempo, es el saludo a las certezas agridulces que, en el descampado, comienzan a revelarse ante él.
El primer largometraje del cineasta mexicano Erwin Neumaier, “Un hilito de sangre”, está basado en la novela homónima del escritor Eusebio Ruvalcaba.
Para llevarla a la pantalla, la adaptación corrió a cargo de Alejandro Lubezki quien, conjuntamente con el realizador, se propuso conferir a la película otras perspectivas y una concepción cinematográfica que, salvando las afinidades de fondo, la distinguieran de su original literario para brindar nuevos matices de su cauce dramático y otros vértices de reflexión.
Rodada en locaciones de la Ciudad de México y Guadalajara, cuenta en su reparto con las actuaciones de Diego Luna, Ana Gravê, Jorge Martínez de Hoyos y Yuriria Rodríguez, entre otros.
Esta cinta fue presentada dentro de la sección oficial de la pasada Muestra de Cine Mexicano de Guadalajara y, por otra parte, es una de las que se enfilan hacia la entrega de los Arieles a celebrarse en julio próximo, el máximo galardón a lo mejor de la producción fílmica nacional que anualmente otorga la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas.

