Por Hugo Lara Chávez
En México, el cineasta holandés Paul Verhoven es conocido gracias a las tres películas que ha rodado en Hollywood: “Robocop” (1987), “El Vengador del futuro” (1990) y la más reciente “Bajos Instintos” (1991). Menos conocida es el resto de su filmografía. Verhoven hizo una notable carrera en su país de origen, con films como “Delicias turcas” (1973), “Machos” (1980) que apenas se exhibió en la Cineteca, y “El cuarto hombre” (1983). “Conquista sangrienta” (1985), hablada ya en inglés, es la película que lo catapultó a Hollywood, donde este realizador presuntamente tendría mejores oportunidades o al menos, mayor proyección internacional.
En efecto, bastaron dos películas de ciencia ficción para que Verhoven se diera a conocer rápidamente: “Robocop” fue un éxito rotundo en taquilla, aunque su violencia extrema se presentó como obstáculo de su exhibición. Con “El vengador del futuro”, una costosa superproducción rodada en gran parte en México, Verhoven reafirmó su rentabilidad y simultáneamente, su inteligencia narrativa. Temiendo ser encasillado en la ciencia ficción, el realizador holandés escogió un thriller para su tercer película hollywoodense: “Bajos Instintos, basada en un guión de Joe Eszterhas, especialista en historias de suspenso y autor, entre otros argumentos, de “Muchos más que un crimen” de Costa Gravas.
“Bajos Instintos” fue la elegida para la apertura del pasado Festival de Cannes, donde llegó precedida por una fuerte propaganda debida, en gran medida, al escándalo que el argumento generó entre grupos homosexuales de Estados Unidos. Incluso, en ese país, la película fue censurada para su exhibición por su violencia y por ciertas escenas sexuales, aunque según se sabe, la versión completa si se pudo ver en Cannes.
Nick Curren (Michael Douglas), un policía de San Francisco con mala reputación, viciado y violento, quien pasa además por un momento difícil de su vida, es asignado al caso del homicidio del músico Johnny Boz, asesinado salvajemente con un pica-hielo mientras hacía el amor. La hermosa y seductora Catherine Tramell (excelentemente encarnada por Sharon Stone, la sensación del momento), amante de Boz y escritora de éxito, es la principal sospechosa por una insólita razón: su última novela describe un asesinato exactamente igual, los mismos personajes y hasta la misma situación. Aunque las pesquizas parecen ser muy claras en contra de Catherine, el carácter desenfadado de ella y su gran inteligencia, mezclado con un perversidad sexual capaz de atraer y seducir, crean en Curren un sentimiento de extraña fascinación.
Mientras avanza en sus investigaciones junto con su pareja Gus Moran, Curren se va involucrando cada vez más con su sospechosa, Catherine. Curren va descubriendo nuevas cosas acerca de ella: su bisexualidad, la amistad con una multihomicida, la extraña muerte de sus padres y de un profesor mientras estudiaba en la universidad. La psiquiatra Beth Garner (Jeanne Tripplehorn), antigua amante de Curren y actual agente de Asuntos Internos de la policía, ve con celos y disgusto la relación entre Curren y Catherine. Beth y Catherine, casualmente, estudiaron juntas en la Universidad. Tras otra serie de extraños asesinatos, la enredada historia llega a un final sorpresivo.
Verhoven enfrenta a sus personajes en un combate psicológico, un placer a manipular –el de Catherine– o a ser manipulado –el de Curren– como sucede también con el resto de los personajes aunque en otros niveles. En efecto, la enredada historia apunta hacia distintos blancos, donde todos los personajes se vuleven sospechosos, donde la fascinación por el lado oscuro y perverso, en el que incurre Curren, le da un cariz que se repetirá en toda la narración. La trama posee muchos relieves, sexual o psicológicamente, pero todos son captados por la extrema violencia, especialidad de Verhoven.
Curren es un personaje ambiguo, atraído tortuosamente por la perversidad de Catherine, de la que se enamora. Curren también tiene un lado oscuro, existe en él algo podrido, algo decadente que lo hace vulnerable. Paradójicamente Curren es en realidad muy semejante a su sospechosa, Catherine: mucha sangre fría, insolente y capaz de manipular a los demás. El tono psicológico, bien dosificado a lo largo del relato, es un constante giro de tuercas, la manipulación va ramificándose por todos los personajes, mientras Catherine –quien es la que pone las directrices de toda la trama– escribe una nueva novela de suspenso.
Bien realizada a pesar del acartonado Michael Douglas, “Bajos Instintos” tiene un ritmo bien llevado, inquietante cuando debe de serlo, lo mismo en sus escenas sexuales o violentas. Sobre todo, Verhoven logra construir una interesante visión, psicológica y/o erótica, sobre un historia de suspenso que tiene que ver con la ruina de unos personajes ahogados en la soledad, los temores y el pavoroso e íntimo descubrimiento de que son, al fin y al cabo, un espejo del otro, atraído por un lado perverso.

