Por Hugo Lara Chávez
El pasado 6 de mayo a la edad presunta de 90 años, murió Marlene Dietrich, la última leyenda femenina del viejo Hollywood. Ella, sentada sobre un tonel, con sus largas piernas perfectamente torneadas que dejaban ver los muslos más allá del portaligas, es el recuerdo que generalmente se evoca cuando se habla de ella, la misma imagen que fue un escándalo en su época pero también la revelación de una de las mujeres más sensuales en la historia del cine. Esta clásica imagen de la mujer fatal que la Dietrich encarnó, como ninguna otra Diva, en la película “El Angel Azul”, donde ella interpretaba a una cantante de cabaret llamada Lola-Lola, fue la catapulta que la envió a la fama mundial de mano del director de la cinta, el austriaco Joseph Von Sternberg.
Marlene Dietrich nació en Berlín el 27 de diciembre de 1901 (ella afirmaba que fue en 1904) dentro de una familia aristócrata. Obligada a dejar su vocación de violinista debido a un accidente que sufrió en la mano, para fortuna del cine la Dietrich volvió los ojos a la actuación, e incursionó en esta actividad en una escuela teatral alemana para el año de 1922, cuando debutó en una comedia llamada “Der grosse bariton”. Después de su primer matrimonio con Rudolph Sieberg, libretista y productor, regresa al escenario en el 29 para participar en la obra “Zwei krawatten”, donde es descubierta por el director de cine Von Sternberg quien la elige para llevar el papel protagónico de su película “El Angel Azul”, que se rodó al año siguiente. Es la historia de un modesto pero severo profesor que se enamora de una sensual cabaretera, Lola-Lola. Abandonando todo por seguirla, el profesor es víctima de una colisión trágica que lo reduce a nada, después de perder la dignidad y el respeto, dentro de un ambiente decadente y corrompido que ponía en evidencia el ánimo social de la Alemania de entre guerras.
Unas hermosas y atractivas piernas, una vaporosa figura, los rasgos duros y simultáneamente enigmáticos, la mirada profunda y maliciosa, y la voz un poco ronca que aclamaba “estar hecha para el amor de la cabeza a los pies”, fueron sus mejores cartas de presentación para que Hollywood se interesara en la joven Marlene, quien llegó a ocupar, junto a Greta Garbo, Gloria Swanson, Rita Hayworth, Ava Gardner y Bette Davis, uno de los privilegiados lugares en el Olimpo de las Divas del cine.
Junto con Von Sterneberg, Marlene Dietrich siguió filmando en Hollywood, respetando ante todo la figura eróticamente sofisticada que Lola-Lola le confirió: “Marruecos”, donde alternaba con Gary Cooper, en un ambiente exótico que narraba una historia inspirada en “El Angel azul”. En 1937 “Deshonrada”, donde hacía el papel de una espía vienesa; luego vino “El expreso de Shangai”, donde encarnó a una aventurera. Siguieron algunas películas que no alcanzaron mucha relevancia: “La Venus Rubia”, “La emperatriz Catalina” y “Capricho español”.
Junto a John Wayne realizó la cinta “La taberna de los siete” que dirigió Tay Garnet. “El jardín de Alá” de Richard Boleslawsky y “Deseo” de Frank Borzage fueron otras cintas en las que actuó durante esa época. Para 1939, la Dietrich adquiere la nacionalidad estadounidense y durante la guerra se ofrece para trabajar para las fuerzas aliadas como actriz y cantante. La Dietrich fue una abierta opositora al nazismo, como después lo sería de la guerra de Vietnam.
Después de la guerra, Marlene Dietrich continuó su carrera en películas como “escándalo Internacional” y “Testigo de cargo” de Billy Wilder, donde alternó con Charles Laughton y Tyrone Power. Siguieron “Rancho Notorius” de Fritz Lang, “El juicio de Nuremberg” de Stanley Kramer y “Sed de mal”, de Orson Welles. Durante los años sesenta, la Dietrich se permitió alejarse de los sets cinematográficos para ofrecer con más regularidad recitales de sus canciones. Su última aparición cinematográfica fue en 1979, en el film “Gigoló”, de David Hammings.
El mito, la legendaria sensualidad de Marlene Dietrich y la paradoja: un día después de su muerte, su figura adornaba toda la ciudad de Cannes en el marco de su Festival de cine. El cartel oficial del festival lleva su imagen, un retrato inédito quizá de alguna película de los treinta. Marlene murió sola, en su departamento de París viendo fotos familiares.

