Por Hugo Lara Chávez
Ante la separación de sus padre siendo aún niño, Tre (Cuba Gooding Jr.) queda bajo el cuidado de su severo pero comprensivo padre, Furious Styles, quien habita en una de las comunidades negras más violentas de Los Angeles: South Central. Ahí Tre conoce a los que serán sus amigos más cercanos, los medio hermanos “Bola de masa” (Ice Cube) y Ricky (Morris Chetnut). El distinto modo en que el ambiente agresivo y hostil de su barrio los afecta, determina la ruta que seguirá cada uno de estos tres personajes: mientras Tre y Ricky se tornan en muchachos ejemplares (el primero es un brillante estudiante, el segundo tiene grandes virtudes como jugador de futbol), “Bola de masa” se conduce por los terrenos de la delincuencia (fichado por la policía, se dedica a traficar con crack). La película se divide, entonces, en dos momentos de sus vidas: la infancia y la adolescencia.
“Los dueños de la calle” (Boyz N’ the hood”, EU 1991) es la primera película del joven realizador negro John Singleton (1968), quien también hace su debut profesional como guionista. Criado en el mismo barrio donde sucede la trama del film, Singleton hace una cruda descripción sobre los problemas patentes dentro de las comunidades marginales (en este caso la negra) de los Estados Unidos. “Los dueños de la calle” fue una de las cintas que despertaron cierto interés en el pasado Festival de Cannes.
Con fuerte influencia del cineasta Spike Lee (“Haz lo correcto”, “Mo’better blues”, “Fiebre de selva”´), Singleton revisa el lado oscuro del sueño americano: los marginado de aquella sociedad, que se debaten entre la supervivencia y la integración a un sistema que por naturaleza los rechaza. Así por ejemplo, la posibilidad de que se cumplan las aspiraciones de Ricky de ingresar a la universidad para seguir jugando fútbol (no en balde el deporte es el área donde la población negra mejor se ha desarrollado) se ven truncadas por la muerte. Y ciertamente Furious Styles lo dice: “nos dan alcohol, drogas y armas para que nos matemos entre nosotros”. Es evidente la lógica importancia que el tema despierta en el director-guionista: son problemas de su comunidad y de su nación la que, finalmente, se está autodestruyendo; y de la que paradójicamente hemos adoptado estilos de vida con todo y sus vicios.
El relato es lo suficientemente sólido para salvar a la película de caer en un alarmismo gratuito o de dispersarse con las viñetas sentimentales de sus personajes. Singleton logra dar forma a la relación de los tres amigos, que es a ciencia cierta la columna vertebral del film. El carácter de “Bola de masa”, antagónico al de Tre y al de su hermano Ricky, hacen que se convierta en el personaje con mayores recovecos dramáticos. Situado como la oveja negra junto a Ricky, “Bola de masa” es posiblemente el más “negro” de los tres personajes: el encarna a la esencia de un barrio violento, a la marginalidad de una comunidad despreciada históricamente. Su conducta es más visceral y primitiva, pero también es la que empata con su medio: roba, mata, trafica con drogas porque ese es el modo de sobrevivir ahí. Aunque no se busca una explicación moral, es evidente que su agresividad no carece de fondo. Singleton logra construir un vínculo entre su perversión en un grado primario y sus sentimientos más puros: si la conducta ejemplar de Tre y Ricky existe, es porque se ha nutrido tanto bajo el amparo de la violencia de “Bola de masa” como de la paternidad de Furious Style. Y así, “Bola de masa” a costa de su vida y bajo la silenciosa aprobación de Tre, posteriormente debe vengar la muerte de su hermano.
Si el conflicto de los personajes se establece en cuanto a valores morales, es la conjunción del binomio bien y mal la que encarnan Furious y “Bola de masa” respectivamente, y cuyos sentimientos encontrados se manifiestan más claramente en Tre. Ahora bien, no deja de ser un factor determinante el discurso de Singleton: una sociedad donde sus miembros se destruyen entre sí mismos (ya sean los homicidios o las drogas) es por un lado, la putrefacción de una estructura que lo permite (en la película aparece un policía negro que odia a los negros), y la necesidad de que ese estado siga existiendo para que se afiance el grupo en el poder. Y si líneas atrás citamos el antagonismo moral entre Furious y “Bola de masa”, no deja de tener relevancia su punto coincidente: ambos (el primero intelectual, el segundo visceralmente) son los portavoces enjundiosos de un descontento popular en una comunidad marginal.
Como se está tornando ya en un requisito para los cineastas de color estadounidenses, corre un papel dramático primordial la musicalización dominada por el rap (evidentemente no se trata de Vanilla Ice, ni de cualquier otro producto anodino de la misma especie), música negra urbana que Spike Lee usó similarmente en sus films. Agresiva, estridentemente urbana, parece que es un tipo de música identificada con la actual generación estadounidense de negros y de la manifestación de sus problemas.

