Por Hugo Lara
Es 1963, la Sra Flax (Cher) es una mujer judía liberada e independiente, cuyo marido la dejó con sus dos hijas Charlotte (Winona Ryder), una adolescente que desea ser monja; y una pequeña diestra en natación. Acostumbradas a mudarse continuamente, de acuerdo a la voluntad de la madre, las tres mujeres llegan a instalarse a un pueblecillo costero, donde completa el cuadro Lou Lansky (Bob Hoskins), el zapatero que corteja a la Sra. Flax. Las relaciones entre estos personajes sirven para ventilar los sentimientos de la madre con su hija Charlotte, quien su mojigatería de adolescente le hace ver con malos ojos la conducta disipada de su madre.
El director Richard Benjamin no ha demostrado alguna virtud notable en su breve carrera. Sin embargo esta, su octava película, tiene algunos momentos más logrados que en sus anteriores cintas “Mi año favorito”, “Mi novia es un extraterrestre” y “Hogar, dulce hogar”. Por una parte, en esta historia las relaciones familiares no son tratadas con el tono juicioso y moralista al que se podía prestar. Las situaciones son vistas con más naturalidad, con cierta armonía, a pesar del antagonismo implícito de sus dos personajes centrales (Sra. Flax y su hija). Esto ayuda para que la comedia sea, a fin de cuentas, divertida y entretenida sin mayores pretensiones.
“Mi madre es una sirena” (“Mermaids”, EU 1991) Dir: Richard Benjamin. Productor: Lauren Lloyd, Wallis Nicita, Patrck Palmer. Guión: June Roberts. Foto: Howard Atherton. Editor: Jacqueline Cambas. Música: Jack Nitzche. Con: Cher, Winona Ryder, Bon Hoskins, Chsritina Ricci.

