Hace unas semanas escribí sobre David Lynch en esta misma columna. De su filmografía vista en México restaba su cinta “Wild at Heart” (“Salvaje de corazón”), filmada en 1990 y ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes en la edición de ese año. “Salvaje de corazón” había tardado más de un año en llegar a México, y ante el sonoro recibimiento europeo que tuvo, aumentaba la expectación de verla aquí por parte de los seguidores de Lynch. Finalmente se despejarían todas las especulaciones en su torno cuando “Salvaje de corazón” fue anunciada para el cierre de la Muestra Internacional de Cine, donde a primera vista era uno de los más atractivos platillos del evento.

En “Salvaje de corazón” Lynch permanece en la misma línea temática de “Terciopelo azul” y “El enigma de Twin Peaks”. El guion fue escrito por el propio realizador, basado en la novela de Barry Gifford. “Salvaje de corazón” relata las vicisitudes de una pareja de novios, Sailor (Nicolas Cage) y Lula Pace (Laura Dern). Sailor no es visto con buenos ojos por la celosa madre de su novia, Marietta Pace (Dianne Ladd), una mujer posesiva y vengativa que manipula a sus amantes para liquidar a las personas que la estorban, como a su difunto esposo. Sailor y Lula deciden huir a California, donde suponen que estarán lejos de los dominios de Marietta. Sin embargo, ésta envía tras la pista de su hija a dos de sus amantes y rivales, entre ellos un detective y un importante gánster. Este último, a su vez, encargará la tarea a unos matones, tan terribles como exóticos, de atrapar a la chica y liquidar a Sailor.

“Salvaje de corazón” es ante todo una reafirmación de las preocupaciones temáticas y formales de Lynch. El cineasta siente una notable fascinación por el ambiente sórdido y malsano, y por los personajes abyectos. Lynch relata su historia estableciendo un paralelismo entre la perturbada fuga de la pareja con la historia infantil de “El mago de Oz”: el itinerario que sigue la pareja hacia su felicidad es obstruido por los poderes de la bruja mala, es decir, Marietta. Por eso, los matones Bobby Peru (Willem Dafoe) y Perdita Durango (Isabella Rosellini) tienen el único cometido de corromper y deshacer una armoniosa relación dentro de un mundo deforme y corroído.

Lynch reconoce en el ser humano una dualidad, que consiste en la ambivalencia del bien y el mal. Todos los personajes, incluso los protagonistas, están permeados por una sustancia predominantemente maligna. Sin embargo, Sailor y Lula están unidos por el amor, que simbólicamente lo marca Lynch por el fuego. En el recorrido de la pareja hacia su felicidad y su liberación, el director establece un juego erótico que, ambiguamente, navega entre la perversidad, el ambiente mórbido, y la exigencia por consolidar un amor ingenuo y honesto, un amor lo suficientemente puro como para que se le pueda prestar de fondo la canción más melosa de Elvis Presley.

En esa bóveda oscura y de personajes patológicos, Lynch básicamente contrasta dos elementos: la radiante y vigorosa unión de la pareja de enamorados con la desquiciada búsqueda de Marietta. Pero ambas rayan en el exceso, se mezclan y penetran en un mismo terreno fangoso, donde la inquietante atmósfera incomoda, asfixia y pone en duda la honestidad y los valores genuinos de sus protagonistas. La fuga de Lula y Sailor es, a fin de cuentas, una prueba de la pareja que consiste en seguir el camino amarillo para escapar de la putrefacción del mundo en que se han criado.

Lynch quiere llevar al extremo todas las situaciones. Apoyado en la cámara por Fred Elmes, y en la edición por Duwayne Dunham, su planteamiento formal, basado en los contrastes de luz, en el vaivén de los encuadres abiertos y cerrados que a veces son redundantes, que buscan detalles y pequeños movimientos, no concede ningún respiro a la percepción del espectador, aunque esta cuestión tiene sus puntos en contra. Ciertamente, la búsqueda por saturar y exceder lleva al relato a la dispersión. Existen piezas que se pierden entre el inmenso mar de ideas, como sucede con el fuego (los intercortes en que se enciende un cigarro), cuya importancia dramática termina neutralizada. Y se siente, a veces, un desdibujo de los personajes (es notable el caso de Perdita Durango, por ejemplo), una pérdida dramática que posiblemente sufrieron al ser llevados de la literatura al guion.

En “Salvaje de corazón” se reserva un prometedor final para la pareja, que es una recompensa a la obstinada fuga de los enamorados. “Salvaje de corazón” es una cinta difícil que va de la mano con el maduro estilo de Lynch. “Salvaje de corazón” decepcionó a algunos y fascinó a otros. Lo que es un hecho es que es un filme muy peculiar que resulta interesante de ver y analizar.