Por Rolando Gallego
EscribiendoCine.com-CorreCamara.com
Mezcla de melodrama con melodías clásicas de la cultura popular protagonizada por Camila Cabello y Nicholas Galitzine, dan sentido a un relato en donde los materiales escogidos permiten una rápida aprehensión y empatía.
Cabello encarna a Cenicienta, que convive con su malvada madrastra, sus hermanastras y las ganas de triunfar como diseñadora de modas. Cuando el príncipe anuncia que se comprometerá con alguna joven doncella del pueblo, el interés de las mujeres del lugar por lograr capturar la atención del noble, contrastará con la irreverencia y rebeldía de Cenicienta, que, enfocada en su objetivo de triunfar en la moda, no prestará atención a estas cuestiones mundanas o sentimentales.
Pero al anunciarse el baile anual, en donde todos lucirán diseños exclusivos, la joven ingresará al palacio con una propuesta imaginada por ella misma y a la que su hada madrina, encarnada por el icono gay Billy Porter (“Pose”), tendrá la posibilidad de demostrarle a todos su potencial como creadora, alejada de las críticas y desacreditaciones de su núcleo.
Cenicienta tras su fachada de reversión del clásico propone una mirada diferente, en tiempos de empoderamiento y diversidad de género, sobre aquello que escondido e impensado en el cuento, puede ser reinventado en este siglo.
El film de Kay Cannon (“Pitch Perfect”) se apoya en la experimentación del género musical, con humor, logradas interpretaciones, y el carisma de cada uno de los intérpretes que se animan a jugar en un relato con las premisas que las canciones disparan. Melodías que, en vez de encajarse a fuerza, fluyen naturalmente en cada una de las escenas, que lamentamos no poder verlas en la inmensidad de una sala cinematográfica.