Por Ulises Pérez Mancilla


¿Y A QUIÉN LE IMPORTA?


Apunte Núm. III


Siguiente paso: Convencer a los otros de que tu guión puede ser susceptible de ser filmado.


En una línea parece una labor simple. Pero hasta para eso, hay convenciones, estructuras, modos y protocolos perfectamente establecidos. No basta una buena historia ni un perfil interesante, mucho menos tener todas las ganas del mundo, la experiencia o el corazón más bondadoso. Los criterios para apoyar un proyecto cinematográfico, tanto estatales como de la iniciativa privada, son tan variables como la bolsa de valores hoy en día.


Todos estos procesos (llámense pitching, FOPROCINE, FIDECINE, laboratorios, programas de óperas primas, etc.) están dotados de un calvario burocrático que tanto el productor como el director, deben afrontar como una aventura creativa o de lo contrario, se podría llegar al desencanto y no salir de ahí nunca. Si ya de por si es penoso y complicado convencerse a uno mismo de que ha generado una buena idea, exponerla a los demás y tener la suficiente sensibilidad como para ganar el voto de confianza de un jurado variopinto en diversidad de opiniones.


La primera vez que sometí el guión de Incólume a concurso fue por partida doble y lo hice simultáneamente y sin que mis allegados supieran. Supuse que para los cánones protocolarios no me vendría mal el espaldarazo de un juicio de valor ajeno a mi círculo de amigos. Después de todo, estaba cometiendo la osadía de pretender ser un script sin formación cinematográfica, que quería dirigir sin haber dirigido al menos el legendario ejercicio de la pelota.


Prejuicios e inseguridades aparte (mías y de los demás) decidí mandar la primera versión de mi guión al concurso de guiones de largometraje del Festival Expresión en Corto en su edición del 2007, al mismo tiempo que al Programa de Estímulo a creadores del IMCINE. Hartas fotocopias después, el guión quedó inscrito en ambas convocatorias y me olvidé de él por unos meses.


A medio rodaje de Rabioso sol, rabioso cielo (donde colaboré como script) los resultados estaban a la vuelta de la esquina. Ganar o perder no era tan importante como medir mis niveles de confianza. Pronto comencé a tener noticias off the record: había ganado una mención honorífica en Expresión en Corto. Mientras tanto, en el IMCINE (cuyos métodos de selección son más democráticos que la Suprema Corte de Justicia) se debatían si mi guión era una propuesta arriesgada y sofisticada (“es la shortbus mexicana”, decían) o una historia hermética embarrada de pornografía.


Al final, pesaron más mi inexperiencia y las escenas de sexo explícito. Me había expuesto a la crítica y después de todo salí bien librado. Cincuenta y cincuenta sonaba bastante equilibrado para ser mi primer guión. Tenía mi mención y estaba contento, pero mi película seguía en papel.