Por Ulises Pérez Mancilla
Con una nueva administración precedida por el cineasta Carlos Carrera y bajo un clima conciliador en el que se nominó a quien se esperaba sería nominado de manera particularmente sopesada, a través de un comité integrado por 86 miembros de la comunidad nacional cinematográfica (del cual Correcamara dio cuenta en su momento), este sábado se efectúa la 53 entrega del Ariel en Bellas Artes, teniendo como principal sorpresa el freno que se le puso a González Iñárritu en las dos principales categorías y la irrupción de Diego Luna (ocupando el lugar que se intuía sería para el tres veces nominado al Oscar) con su ópera prima de ficción: “Abel”.
Este año, la mayoría de las nominaciones, tal como ocurrió con la taquilla el año pasado, le corresponden a la veta que se logró con los apoyos federales logrados vía los festejos del bicentenario: “El infierno”, “Chicogrande”, “Hidalgo” y “El atentado” por un lado, pero también, películas que sin grandes presupuestos se impusieron a escala internacional, tal es el caso de “Alamar” y la ganadora de la Cámara de Oro “Año bisiesto”, o filmes dentro de los estándares de producción promedio en el país que fueron del gusto de público y crítica como: “Las buenas hierbas” o “La mitad del mundo”. Siendo la gran olvidada, “Somos lo que hay” de Jorge Michel Grau, por mucho, una de las películas mexicanas más arriesgadas y con mayor calibre en los últimos años alrededor del mundo, relegada a dos nominaciones por efectos especiales y música.
Momento estelar y signo saludable de mejores tiempos en la Academia será el instante en que el público de Bellas Artes aplauda al maestro Jorge Ayala Blanco, investigador, escritor, formador de cineastas y crítico aguerrido, querido y admirado por las nuevas generaciones, pero incómodo hasta la médula para las viejas guardias que conforman (y conformaron) la Academia que hoy le cede espacio para entregarle la medalla Salvador Toscano. Igualmente, recibirán el Ariel de Oro la actriz Ana Ofelia Murguía, formidable y en activo (su afinado trabajo en “Las buenas hierbas” es un manojo de sensibilidades bordadas que se entiende, quedó fuera de la competencia considerando esta distinción) y el director Jorge Fons, quien cubre con este reconocimiento el tropiezo abismal que significará en su carrera “El atentado”.
En contraparte, a pesar de la apertura lograda con los nuevos métodos de elección-votación, sigue prevaleciendo un modo de operación sistemática en la que el reducido numero de académicos con ánimo de participación, termina por poner su nombre en las listas de nominados año con año, sin restricción alguna en su calidad de elector-concursante. ¿La Academia tiene por regla autonominarse? ¿O verdaderamente el círculo de talento es tan reducido que no hay motivo para que los viejos lobos cedan estos lugares a las nuevas generaciones?
Tras superar los problemas financieros por los que se llegó a rumorar su extinción y más allá de las eternas discusiones (que siempre habrá y por lo tanto retomarlas sólo siembran un clima saludable para quienes nos dedicamos al cine) y a reserva también de llevar a cabo el gran proyecto de convertir a la Academia en una institución de estudio, investigación, vinculación, etcétera, llegó la gran noche del cine mexicano en lo que respecta a la reunión más numerosa y connotada de la comunidad cinematográfica nacional, de vuelta ya a Bellas Artes, para esas noches memorables de abrazos fraternales, reencuentros y after party, en un necesario interludio entre la incertidumbre propia del oficio y la perseverante lucha por materializar futuras historias, dentro y fuera del celuloide.
¿Arrasará “El infierno” o se repartirá los premios, en un tono políticamente correcto entre “Chicogrande” y “Abel”? ¿Despuntará “Biutiful”? ¿Le abrirá la Academia sus puertas a Diego Luna? ¿Ganará el virtuoso Rodrigo Prieto o le cederá el camino de gloria al doblemente nominado por mejor fotografía Damián García? ¿Vencerá Alcázar a Bardem? ¿Subirá al podio Michael Rowe? ¿Sumará Miguel Schverdfinger su segundo Ariel consecutivo por la edición de Abel?
A continuación, algunas notas al respecto de las principales categorías.
PELÍCULA
“El infierno” lleva la delantera por su éxito de taquilla. La caricaturización de los hechos sobre la hipotética guerra contra el narco que emprendió el actual gobierno federal recibió el espaldarazo de la gente que la abanderó como catarsis ante tanto absurdo cotidiano, difícil de juzgar en cuánto contenido por la proximidad de los hechos. Se trata de un trabajo polémico, una farsa sociopolítica en la línea de la filmografía anterior de Estrada, que como autor va a la segura. Se trata de un hit local, loable y hasta políticamente incorrecto pero con un dejo de quedarse siempre en la forma, a diferencia de la complejidad que aborda “Abel”: un sutil melodrama que aborda con creces el conflicto infantil, más allá de la tragedia contextual. La película de Diego Luna fue el caballo negro que dejó fuera a “Biutiful” cuando se desinfló al perder el Oscar y podría ser la apuesta por la sangre joven en la Academia. Sin embargo, a diferencia de Gael, la Academia siempre ha dudado en reconocer a Diego, así que si no opta por darle la estatuilla a “El infierno”, es muy probable que se decida por “Chicogrande”, una puesta en escena sobria y grandilocuente que emula las glorias pasadas de un cine que ha dejado de ser.
DIRECTOR
Cazals y Estrada son clientes frecuentes de la Academia, poseedores ya de la distinción en otras ocasiones. Miembros activos y honoríficos de la misma, se trata de veteranos con probado talento. De tal manera que, como ocurrió en el año donde competía “Las vueltas del citrillo” con “Mezcal”, quien gane en esta categoría tendrá que ceder el Ariel a la mejor película. Premiar a Cazals significaría crecer la leyenda de un viejo lobo que ha tenido todos los honores cinematográficos en México por una dirección sobria, al estilo de la vieja guardia, por una película valiosa pero poco trascendental hacia el ocaso de su vida. Premiar a Estrada significaría encaminarlo hacia el lugar que Cazals ocupa ahora en términos simbólicos y sistemáticos, sin duda, un refuerzo contundente a su carrera. Premiar a Diego Luna, significa darle la bienvenida formal a un joven prolífico y polifacético que ha demostrado estar comprometido con el cine ya sea como actor, documentalista, productor, guionista, distribuidor o promotor cultural, a nivel internacional.
ACTRIZ
Mónica del Carmen en una apabullante interpretación que redefine los métodos de actuación en México, Maricel Álvarez en un afortunado debut al lado de uno de los actores más grandes del mundo, Úrsula Pruneda en un melodrama sobre el crecimiento ante la pérdida y Karina Gidi como una magistral madre de familia, interpretada con las tablas de quien nació para este oficio. Una competencia justa donde, gane quien gane, dejará un agradable sabor de boca. Podría ocurrir un empate entre alguna de las actrices mexicanas y la argentina Maricel Álvarez, cosa que ya pasó hace algunos años con Elizabeth Cervantes y Maribel Verdú; y aunque Úrsula Pruneda ha tenido una mejor cosecha de premios, tanto nacionales como internacionales, lo más seguro es que la pelea se concentrará entre Mónica y Karina, ambas con interpretaciones portentosas de entrañables, inclinándose acaso la balanza por Del Carmen, quien lleva el peso de “Año bisiesto” en sus hombros con una profundidad pocas veces vista en la pantalla nacional.
ACTOR
Javier Bardem ganó el premio de actuación en Cannes por este papel y es gracias a él que se sostiene la película inconexa que es “Biutiful”. Es prácticamente uno de los mejores actores vivos del mundo. La pregunta es: ¿Ganará por encima del actor con más Arieles en su haber? Por mero nacionalismo y siendo el protagonista de la película favorita del año, Damián Alcázar parece llevar una ligera delantera, sin embargo haciendo un análisis crítico, Alcázar compite con un personaje que a través de los años, se siente cada vez más y más que ya ni le cuesta trabajo. El tercero en discordia, Demián Bichir, se atreve más al encarnar a un cura Hidalgo dulce, sensible y gozoso, en completa empatía con el tono de su película. La nominación de Hansel Ramírez en su primera oportunidad estelar se reduce a una cálida bienvenida, muy merecida, al encarnar a un joven con deficiencia mental que construye un nicho entrañable a través de “La mitad del mundo”, sus posibilidades de triunfo son nulas, pero será eso sí, uno de los más aplaudidos cuando lo mencionen.
COACTUACIÓN FEMENINA
María Rojo está deliciosamente encantadora como la esposa castrante de un narco, en un tono de comedia crudo-jocoso raro en el cine mexicano, Luisa Huertas encarna a una madre rebasada por el ímpetu sexual de su hijo con retraso mental, (cuentan que hubo un momento en que la actriz dudaba si había hecho la elección correcta con este personaje, del cuál finalmente salió avante marcando una firme línea entre el melodrama y la comedia) mientras Ofelia Medina quebranta con su actuación de una mujer que en la plenitud de edad, le diagnostican un Alzheimer avanzado. Carolina Politti por su parte, conjuga toda la amargura de la fidelidad eclesiástica flagelándose con tiernos guiños al universo mundano en “Hidalgo, la historia jamás contada”. Otra de las ternas en las que gane quien gane, uno puede quedar satisfecho de que se premia una trayectoria viva y en constante evolución y no viejas glorias referenciales.
COACTUACIÓN MASCULINA
Ernesto Gómez Cruz se cuela, un poco apoyado por la grandilocuencia de María Rojo, como el patriarca narco-mandilón. Sin embargo, la verdadera pelea está entre los otros tres actores, que construyeron auténticos personajes tridimensionales. Daniel Martínez en la que es, por mucho, la mejor actuación de su carrera, se deja guiar por la destreza de Cazals y sin que le estorbe la caracterización ni el inglés de su villano, encarna a un personaje que es en sí mismo un símbolo sociológico. Juan Ignacio Aranda brilla rebosante en cada diálogo y acción, como un dulce gestor de la independencia de México, gozoso del arte y de las ideas políticas progresistas pintado a base de gestos y modulaciones sutiles; sin embargo, este parece ser el año de Joaquín Cossio que se robó millones de corazones con su personaje del Cochiloco, una encarnación matizada y sensible (enorme) de un narco menor que hizo ver la interpretación de Alcázar como una simpática caricatura.
REVELACIÓN ACTORAL
Una nueva categoría ampliamente solicitada cada que un histrión joven-infantil quedaba fuera de las ternas o dejaba fuera a un actor de carácter, aunque de antemano no tuviera posibilidades de ganar. Aunque huele más a una necesidad de premiar a los muy talentosos hermanos Christopher y Gerardo Ruiz-Esparza, entre los cuáles saldrá el seguro ganador, se agradece. Complementan la terna Natan Machado Palombini por “Alamar” (esta categoría es la oportunidad de oro para incluir a los llamados “no actores” o “actores de ocasión”) y un joven valor que debe su presencia a la rigurosa dirección de Cazals: Iván Rafael González. Sin duda, las palmas serán para el pequeño “Abel”.
GUIÓN ORIGINAL
Al reducirse las nominaciones de “Año bisiesto” a tres, casi por consecuencia los votantes están obligados a darle los tres de tres. Y en este rubro, dicha película no puede pasar desapercibido. “Año bisiesto” (Michael Rowe/Lucía Carreras) es una joya, la transgresión y aporte artístico de la película entera están sustentados en la historia, que es mucho más que sexo y está por encima de las limitaciones que los pocos recursos con que fue levantada le merecieron. Le siguen muy de cerca “Abel” (Diego Luna/Augusto Mendoza) y “El infierno” (Luis Estrada/Jaime Sampietro). No deja de ser curioso que este año, no haya un guionista único, sino que se trate de coautorías. Esta será una de las categorías más reñidas.
ÓPERA PRIMA
La gran sorpresa en esta terna es la ópera prima del CUEC: “La mitad del mundo”, una fábula moral de estilo clásico que navega firme entre la comedia y el melodrama y que tras su estreno a principios de año se coló en un lugar que sonaba fuerte para la afrenta caníbal de “Somos lo que hay” de Jorge Michel Grau. Completan la terna la poesía visual de “Alamar” de Pedro González Rubio y “Año Bisiesto” de Michael Rowe, el melodrama sadomasoquista sobre la soledad que tiene como carta de presentación la Cámara de Oro.