Batman, el Caballero de la Noche: Las formas que tienen los héroes de superar la depresión

Por Lorena Loeza

Una de las grandes expectativas para este verano 2012, era ver en pantalla grande la cinta que completaría la trilogía de “Batman”, “El Caballero de la Noche”, que de la mano de Christopher Nolan ya se coloca como una de las franquicias más rentables y exitosas derivadas de un héroe de comic.

“Batman” es – además- uno de los personajes emanados de la historieta, que más representaciones ha tenido en pantalla. Acerca de este personaje, hemos visto dibujos animados, series de televisión y una épica serie cinematográfica que inicia  1966 con la cinta “Batman The Movie”, una extensión de la popular serie de televisión estelarizada por Adam West. Posterior a ellos, se filmaron “Batman” (T.Burton, 1989), “Batman Returns” (T. Burton,1992), “Batman Forever” (J. Shumacher, 1995) y “Batman y Robin” (J. Shumacher, 1997).

Sin embargo, muchas de estas representaciones del hombre murciélago, pasarían a ser consideradas meras parodias, después de que Nolan construye un oscuro personaje, conflictuado permanentemente tanto por su propia historia personal, como por tener que asumirse como un héroe o un antihéroe, de acuerdo a lo que considera que la ciudad necesita.

Para el ‘Bruce Wayne’ de Nolan —personificado en tres ocasiones por Christian Bale— la decisión de contribuir a acabar con el crimen, es en realidad un tortuoso y largo camino que cruza estados  emocionales como la depresión crónica, la rabia y el deseo de venganza. A diferencia de las otras versiones que vimos del personaje —e incluso de otros personajes provenientes del cómic—  Batman no tardaba mucho en entender su naturaleza justiciera y de hacer de su pasado, el principal incentivo para acabar con el crimen. 

La trilogía de Nolan alcanza aquí su momento cumbre, para que el protagonista asuma con confianza y decisión su personalidad heroica

Desde esta perspectiva,  Batman sería considerado como una caricatura heroica, un hombre sin súper poderes, cuya desgracia en la infancia —la muerte de sus padres— lo llevaba a repudiar el mal, y por tanto combatirlo. Una Ciudad Gótica plagada de maleantes extravagantes, exóticos y desquiciados, eran fáciles de anticipar y de vencer y por lo tanto la tarea estaba clara y los métodos también: contra la locura, imaginación anticipada.

Sin embargo, Nolan decide para sus películas, alejarse considerablemente de ese estilo de construir al héroe, situándolo primero en la superación de un trauma infantil severo, en una ciudad plagada de crímenes ligados a la mafia, las drogas, el lavado de dinero y conducidos por criminales de personalidad sicótica y prácticamente incontrolable.

La fórmula es particularmente exitosa, porque logra mostrarnos un antihéroe de carne y hueso, con más dudas y tribulaciones que sentido de la bondad y la justicia. Batman se cuestiona el sentido actual del comportamiento heroico, del camino del héroe y su mítica creación para devolvernos un hombre de carne y hueso al que le asusta –como a todos- el pagar el alto precio de hacer lo correcto.

El Batman de Nolan es en realidad un hombre asustado y deprimido, que no consigue la felicidad, incluso pensando que ha optado por la opción correcta. Un héroe postmodernista que no encuentra el modo de disfrutar en el camino, porque cada vez le cuesta más trabajo vislumbrar la meta. El final de la meta se hace más confuso y la división de lo humano frente a lo virtuoso, cada vez más complejo y perturbador.

Pero para confrontar a tan complejo estilo de ser héroe, Nolan también se ocupa de fijar un nuevo parámetro de villano. En particular, The Joker – interpretado magistralmente por Heath Ledger- en la segunda cinta de la trilogía, nos muestra la cara non grata de la moneda, un hombre que no busca nada material sino “ver arder el mundo” – en las propias palabras de Alfred-  mientras los héroes libran batallas internas para que no aflore lo peor de ellos mismos. La trilogía de Nolan alcanza aquí su momento cumbre, dilapidando al héroe, rebasándolo por el caos y el desorden e imposibilitándolo para que asuma con confianza y decisión su personalidad heroica.

El resultado: una depresión todavía más profunda, The Jocker consigue cuestionar al héroe, corromper su lado noble, al grado de no querer volver a tomar el control de hacer un último trabajo antes de su liberación, que es lo que vemos en la tercera entrega.
Batman ya no busca ser el héroe que Ciudad Gótica necesita, ni luchar con criminales que la policía ha sabido controlar. Tiene con Alfred discusiones de matrimonio viejo, y solamente sale de su escondite para dar un último golpe y desparecer con el mito a cuestas.

No sólo deja a alguien en su lugar – un Robin que parece ser un buen heredero del legado-  sino sabedor que también es heroico tratar de empezar de nuevo, encontrando nuevas motivaciones. Sin embargo eso no sucede sin el ejemplar sacrificio que todo iluminado debe realizar para inmortalizar su legado y la leyenda en que se convierte toda persona de quien se cuentan otras historias aparte de la oficial.

Un héroe y un villano que sin duda sentarán las bases  para un nuevo modo de interpretar a los héroes de historieta. Un director que  arriesga, apuesta y gana.  Y lo que nunca nos hubiéramos imaginado antes, es que partiera de una premisa tan sui genéris para construir una nueva historia: la depresión de un hombre  melancólico que quiso ser héroe en la oscuridad de la noche.