Por Jean-Pierre Garcia
Desde Cannes (exclusiva)
«The Apprentice» (“El aprendiz”, 2024) de Ali Abbasi (Dinamarca/Iran) retrata al jovencito Donald Trump (Sebastian Stan) al inicio de su carrera de mentiroso y futuro “profesional killer” gracias a su amigo abogado Roy Cohn (Jeremy Strong). El retrato a lo grande en esta comedia política es, al final, el de Roy Cohn. Ya conocíamos los trucos y la vacuidad de Trump y sus “trumpismos”.
Podría terminarse así la presentación de la película del director danés-iraní Ali Abbasi, que vive en Estados Unidos. Este tipo de cine, que hubiéramos llamado telefilm en la década pasada, pero cobra nueva relevancia ante el daño que Trump hizo durante su mandato (el último, se espera) y eso nos convence de buscar más en lo que era como joven para que no vuelva esta maldición otra vez.
La escena inicial de la película nos muestra el encuentro entre Cohn y Trump, cómo el abogado descubre en este joven pretencioso y débil la serpiente que vive en él. Trump está tratando de seducir a una amiga que invitó a un club muy selecto, adonde solo van los riquísimos miembros (la cuota es de 250,000 dólares). Roy Cohn envía a alguien para decirle a Trump que quiere hablar con él. Entre el abogado corrupto y manipulador, mentiroso y ladrón, se da cuenta de que aquel joven no sabe nada, pero lo quiere todo. De hecho, Roy Cohn se transforma en el mentor-mentiroso de ese tipo sin valor que trabajaba para su padre: es encargado de cobrar la renta de departamentos miserables alquilados a personas muy pobres. Nadie cree en él; muchos echan fuera al futuro genio republicano. En esto, vemos que Trump es un don nadie y que, al contacto con Roy Cohn, va a aprender como una esponja, robándole sus ideas y tragando sus palabras. Hasta que un día, mientras su fortuna y sus deudas crecen al mismo tiempo, Trump se niega a hablar con él, negando estar presente cuando estaba en casa. De manera muy cruel, traiciona a quien todo le debe, dejándolo morir como un miserable arruinado.
La relación entre Trump y Cohn es muy útil, pues permite entender de dónde viene Trump y cómo paso a paso va a entrar en el mundo político. Mundo que no le interesaba al inicio; decía como Cohn: “¡me volveré político si pierdo mi fortuna!”
El otro personaje importante en la vida de Trump fue también su esposa checa, con quien tuvo un hijo. Entre los gritos de amor cuando acepta casarse y la negociación del contrato de matrimonio, vemos bien la realidad del personaje. Lo que sigue con su pareja también es muy revelador.
Trump divide el mundo en “killers” y “losers” (matones y perdedores), ricos y pobres. Su modo de actuar es: primero atacar, segundo negar la verdad, tercero pretender haber ganado incluso cuando pierde. Tenemos en esta lección de Cohn los elementos constitutivos del “gobierno” de Trump.
La fuerza de la película de Ali Abbasi es que muestra, por ridículo que sea, que Trump es una caricatura en sí mismo. O peor aún, una muñeca, una marioneta a la que le cortaron los hilos y que da trompazos (¿trumpazos?) por todas partes. Y los que pagan somos nosotros.