“Cinco de Mayo”: una larga batalla dentro del cine *

Por Hugo Lara Chávez

La célebre batalla de Puebla del 5 de mayo, entre el ejército mexicano contra el poderoso invasor francés en 1862, ha sido revisado reiteradamente por varios directores mexicanos y extranjeros, hasat el caso más reciente, “Cinco de Mayo, la batalla” (2012) de Rafael Lara. El contexto de la batalla y sus implicaciones han dado pie a diversas películas de diferentes calibres, algunas que ponderan la batalla misma y otras el contraste entre el gobierno republicano de Benito Juárez y el extraño y fascinante mundo imperial de Maximiliano y Carlota, los malogrados emperadores de México.

Dentro de lo que corresponde al cine mexicano histórico, sobresale en un primer plano la filmografía del director, actor y productor Miguel Contreras Torres, cuya labor fue destacada principalmente en las décadas de los treintas y cuarentas del siglo XX. Contreras Torres tuvo una formación como militar y en 1914 se sumó a la Revolución, llegando a participar del lado carrancista. En plena lucha revolucionaria realizó seis cortometrajes documentales. Terminada la fase armada, junto con otras personas de inquietudes similares, se dio a la tarea de realizar un cine “estrictamente mexicano”, de carácter nacionalista y folclórico.

Durante la época silente del cine y, posteriormente, en su etapa sonora, Contreras Torres produjo y dirigió filmes con temas nacionalistas, entre las que destaca una saga “imperial”, donde la emperatriz Carlota llevaba una gran peso en esas historias, como ya veremos. Se trata de las películas “Juárez y Maximiliano” o “La caída de un imperio” (1933), “La paloma” (1937), y “Caballería del Imperio” (1942). Debe añadirse “The Mad Empress” (1939), una producción en ingles hecha para el mercado de Estados Unidos con un modesto reparto hollywoodense.

Otros filmes mexicanos históricos, producidos entre los años cuarentas y sesesentas, siguieron el mismo patrón que se percibe en el cine de Contreras Torres, obedeciendo las reglas de la industria, las claves del cine de género convencional y, sobre todo, la ideología nacionalista del régimen político del Partido Revolucionario Institucional, el partido gobernante después de la Revolución, que basaba su hegemonía en la construcción de una historia oficial hecha por héroes de piedra, monolíticos e inmaculados.

En este universo de héroes acartonados, de lecciones cívicas inspiradas en los libros de texto, deben incluirse filmes como “Mexicanos al grito de guerra” (Historia del Himno Nacional, 1943l), de Álvaro Gálvez y Fuentes e Ismael Rodríguez, y “El joven Juárez” (1954), de Emilio Gómez Muriel.

“Mexicanos al grito de guerra” usa como pretexto la anécdota sobre la creación del himno nacional mexicano para desarrollar un filme épico patriótico que culmina con el triunfo sobre los franceses, con notas de melodrama y comedia que, en realidad, resultan muy divertidas y entretenidas, incluso las partes donde Benito Juárez (encarnado por el estupendo actor Miguel Inclán) aparece con densos parlamentos discursivos, o aquella escena final donde los soldados mexicanos heridos reviven en el campo de batalla al escuchar las notas del himno nacional mexicano.

Hay una más, en la que Napoléon III es informado sobre los preparativos para invadir México. Un ministro suyo, el Conde Dubois de Saligny, y el general mexicano Juan Nepomuseno Almonte le dan detalles sobre las fuerzas que consideran necesarias para ese cometido:

-Pero majestad… señor ministro… 5 mil hombres no serán suficientes –les advierte el general Almonte— Cierto que México es un país débil, pero no tanto. Además tenga usted en cuenta que es preciso cruzar el Atlántico

-`¡¿Qué?! –responde Napoléon III- ¡Señor Conde! ¿Porqué no se me había enterado de eso?

-Majestad, yo creía que…

-¿Pero en dónde demonios está México?- pregunta curioso Napoleón III

Con humor e ironía, el director Gálvez y Fuentes en su única película –conocido como “el Bachiller”, quien fuera además fundador de la telesecundaria– ofrece así su versión sobre el desparpajo con el que es organizada dicha intervención, bajo la soberbia de Naopoleón III y sus ministros.

Por su parte, “El joven Juárez” se apega con mayor rigidez a la versión oficial sobre el presidente mexicano de origen indígena, que es interpretado por el actor Humberto Almazán. El filme reconstruye la vida y, en particular, los mitos del llamado Benemérito de las Américas, desde su infancia como un humilde pastor de Oaxaca, hasta su matrimonio con Margarita Maza y su inminente éxito político que lo pondrá en camino a la silla presidencial. Es un filme convencional, hecho a través de viñetas que buscan crear un retrato de Juárez, pero al filme le pesa demasiado el simbolismo del héroe y termina siendo excesivamente demagógico y formulario.

En contraste, puede situarse la obra de un cineasta contemporáneo y aún en activo, Felipe Cazals, quien también ha desarrollado una importante filmografía centrada en la historia de México, desde una perspectiva crítica. Su película “Aquellos años” (1972), contó con el argumento del historiador José Iturriaga y el escritor Carlos Fuentes, que refiere varios aspectos de la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa. Además, el filme propone una interesante puesta en escena donde se busca trascender al Juárez totémico. Sin embargo, en demérito del filme se halla el hecho de que recibió recursos de producción del gobierno, cuya inevitable supervisión impuso una visión complaciente con el régimen del presidente Luis Echeverría.

Algunos diálogos parecen revelarlo así:

-¡La República ha muerto! -delcara Julián Pastor, en el papel de Gonzalo Ortega.
-La nación seguirá viviendo, no se preocupe usted, señor vicepresidente. México es un país que a veces parece muerto, pero nomás se está echando una siesta- dice Juárez, encarnado por Jorge Martínez de Hoyos.

Otro conjunto importante, aunque menos abundantes, es el de las producciones internacionales que han tratado el tema de la Guerra de Reforma y la Intervención francesa, entre los que sobresalen filmes como la producción alemana silente “Maximiliano, emperador de México” (Unter der Dornen Jrone /Mexikos Kaisertragedie, 1921) de Rolf Randolf con Niels Jensen, Lys Andersen, Rolf Randolf y guión del mismo Randolf. Hollywood igualmente le dedicó una importante producción, “Juárez” (1939), dirigida por William Dieterle, con Paul Muni, Bette Davis, Brian Aherne y John Garfield, con guión de John Huston, Franz Werfeld y Wolfgang Reinhartd.

Otras películas se han centrado en los héroes populares, para explotar el folclor y pintoresquismo de las aventuras protagonizadas por los chinacos. Un referente clave es la novela de Manuel Payno que dio origen a dos versiones de “Los bandidos de Río Frío”. La representación del chinaco como héroe popular, que algunas veces interviene para la causa de los liberales durante la Guerra de Reforma, se recoge en filmes como “Guadalupe, la chinaca” (1938) y “Amor chinaco” (1941), entre otras.

Alrededor de treinta películas mexicanas y extranjeras —de Estados Unidos y Europa— han  revivido aquel periodo de la historia, sea como tema, ambiente o un mero pretexto. Estos filmes cruzan los géneros por los que suele transitar el cine histórico, de la épica al melodrama, aportando breves pinceladas sobre la configuración social de la época, la construcción de la república y sus protagonistas, a veces intentando aproximaciones con rigor, pero con más frecuencia de forma oportunista para servir al enfoque de una narración de ficción.

Las cuatro películas de Contreras Torres son un conjunto curioso en la filmografía sobre la intervención francesa, el breve imperio de Maximiliano y la defensa de la república a cargo de Benito Juárez y sus simpatizantes, pues están llenas de detalles que vale la pena revisar, tanto por sus características de obra cinematográfica, como por la visión romántica y nacionalista que ofrece sobre ese episodio de la Historia.

Ellas dan una idea de la perspectiva que adoptó el cine mexicano en el contexto de la postrevolución, a mediados del siglo XX, así como una postura llena de paradojas y contradicciones que residen en el imaginario colectivo de los mexicanos con respecto al Imperio de Carlota y Maximiliano. Como menciona Julia Tuñón en su ensayo “Juárez y Maximiliano como modelos de nación”: “Miguel Contreras Torres es un conservador que gustaba de realizar películas de tema histórico y religioso, y al que la elección del periodo de la intervención francesa le permite exaltar la figura de Juárez, pero también las de Maximiliano y Carlota, que a todas luces le son más entrañables, además de ofrecerle un terreno para argumentar acerca de la división de opiniones políticas en dos bandos, tema frecuente en las discusiones de una época agitada tanto por la revolución, muy reciente, como por la Cristiada y la Guerra Civil Española”[1]

[1] Tuñón, Julia. “Juárez”, p. 93.

* Este texto forma parte del ensayo “El cine de la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa: entre la República y los sueños imperiales”, de Hugo Lara Chávez, © 2010.
 

    En este universo de héroes acartonados y lecciones cívicas deben incluirse filmes como “Mexicanos al grito de guerra”


 

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Por Hugo Lara Chávez

Cineasta e investigador. Licenciado en comunicación por la Universidad Iberoamericana. Director-guionista del largometraje Cuando los hijos regresan (2017). Productor del largometraje Ojos que no ven (2022), entre otros. Director del portal Correcamara.com y autor de los libros “Pancho Villa en el cine” (2023) y “Zapata en el cine” (2019), ambos con Eduardo de la Vega Alfaro; “Dos amantes furtivos. Cine y teatro mexicanos” (coordinador) (2015), “Luces, cámara, acción: cinefotógrafos del cine mexicano 1931-201” (2011) con Elisa Lozano, “Ciudad de cine” (2010) y"Una ciudad inventada por el cine (2006), entre otros.