Por Ulises Pérez Mancilla

Entra el payaso triste al cine y Raphael (también caracterizado) interpreta en pleno: “Balada triste de trompeta, por un pasaaaaaado que murió… Y que llora. Y que gime, como yooooo”. Las imágenes corresponden a la película española de 1970, Sin un adiós, de Víctor Escrivá. A mi lado, del otro lado de la pantalla (la que proyecta la más reciente película de Alex de la Iglesia) un chico del público no mayor de 20 años llora y llora. Llora en serio. Un payaso entiende que su vida es un chiste agrio, pero que aun puede redimirse a través del amor.

Balada triste de trompeta se hizo acreedora al León de Plata al mejor director y a la Osella al mejor guión en el pasado Festival de Venecia, otorgados vía el polémico jurado presidido por Quentin Tarantino. Este domingo, con 12 nominaciones de por medio, se disputa el Goya por la mejor película con También la lluvia de Iciar Bollaín, Sepultado de Rodrigo Cortés y Pan negro de Agustí Villaronga.

De la Iglesia vuelve a su habitual mundo excedido con esta farsa romántica en la que dos payasos sicóticos (Antonio de la Torre-Carlos Areces) se disputan el amor de una hermosa trapecista (Carolina Bang). Balada triste de trompeta es quizá el guión más refinado y que alinea estéticamente su fascinación por el caos, la violencia sanguinaria y la cursilería como punto de partida para un desparpajo humanista crítico; sin embargo, no es una película para todos los gustos.

De pronto, pareciera que hace falta el Alex de la Iglesia primigenio, purista a sí mismo y que aquí crece en un enorme grado de perfección fílmica. De pronto, se tiene la sensación de estar frente a una película adolescente, eso sí, muy cruda, pero con demasiado oropel alrededor de ella como para apreciar su verdadera esencia. De pronto, todo lo inunda un relato hiperrealista sobre las decisiones irracionales que pueblan el mundo a partir de los deseos personales. La película puede ser eso por momentos y sin duda, dependerá no sólo del estado de ánimo del espectador sino del nivel de experiencia en que se esté parado. O se es el adolescente que llora, o el joven seducido por el kitch, o el adulto amargo insensible, o sencillamente no se para en la sala por diferencias creativas irreconciliables con el autor español.

No obstante, lo que se agradece siempre es un director detrás de la cámara, fiel a su propio estilo, que no por querer contar un disparate, abandona su obra en el limbo de las ocurrencias. Alex de la Iglesia, quien se encuentra filmando actualmente La chispa de la vida con Salma Hayek en el protagónico femenino, se apodera de lo perturbadoramente cinematográfica que es la vida en los circos y alberga ahí, con un tacto crítico hacia la dictadura franquista, su muy particular visión sobre la imposibilidad del amor.

Balada triste de trompeta
se proyecta este domingo 13 en Reforma 222 a las 16:00 hrs, dentro del Festival Internacional de la Ciudad de México.